El Heraldo
Jose Luis Cruz Lora
Sucre

Clementina Mariposa, la corozalera que transforma la chatarra en arte

Su casa es un museo que recibe visitas diarias.

“Si a Clementina Mariposa la ponen a escoger entre una tapilla y un diamante ella escoge la tapilla, ella es una mujer diferente, exótica, de las que no son frecuente encontrar caminando por las calles, algo como fuera de serie”, así la definió Anselmo Percy, el primogénito de la artista, y quien heredó su amor por el arte. 

Anselmo fue el causante del matrimonio de su madre, quien se vio obligada a utilizar el vestido con el que iba a participar en un reinado para contraer nupcias porque el bebé venía en camino.

Todo en la vida de Cecilia Tirado Olmos, o Clementina Mariposa, como se hace llamar, es un anecdótico, mágico y pasado por arte.

Reside en  la Casa Museo de Arte Clementina Mariposa, una casa en el barrio San José repleta de chatarras y elementos reciclables, sin pensarlo si quiera asegura que unas 3 mil esculturas conforman su exposición permanente.

Su seudónimo nació un día que iba caminando por la playa y escuchó que las vendedoras  se llamaban entre sí “Saturnina”, “Clementina” y este último nombre le llamó la atención, al principio solo se hizo llamar así, pero consideraba que faltaba algo más, y el mejor acompañante era mariposa porque donde ella estaba siempre habían muchas revoloteando.

Su carrera como artista inició desde muy joven pintando cuadros de frutas y flores en acrílico, pero sentía que no era su camino y una frase de un pintor le ayudó a despejar la poca duda que le quedaba; “alguien me dijo que mis cuadros eran más bonitos por atrás que por adelante”, relata en medio de risas Clementina.

PASIÓN POR LO ‘INSERVIBLE’

Desde entonces se dedicó a la escultura, pero no tradicional, quería hacer algo diferente “y qué  más diferente que la basura, la chatarra, los inodoros, lo viejo, lo que la gente desecha”, explicó.

Y es que su pasión por lo “inservible” es tal que para Clementina la boya de los inodoros es una cabeza,  en un tubo ve unas piernas y en un rollo de alambre oxidado el más bello vestido.

 

“Las personas que me ayudan a moldear mis obras son locos, arrebatados como yo, lo que la gente ve como una pila de chatarra, para mí son ángeles, mujeres, hombres y bailadoras de fandangos”, explicó.

Precisamente Pola Becté, la bailadora de fandango más popular de Sincelejo, es la que da la bienvenida en el Museo que de principio a fin está decorado con ollas, rines de motocicleta y bicicletas, catres, aletas de abanico y repuestos de autos.

“A todo el que viene a mi museo tengo que explicarle, casi nadie entiende porque quieren saber qué quiero decir con cada obra, mis obras permiten que quien las vea sea quien diga de qué se tratan”, dijo Clementina.

Se considera una artista integral, pero eso ha tenido su precio, uno de ellos es la falta de un compañero permanente, aunque también aclara que es independiente.

“Es que para los hombres de aquí, la mujer debe estar es cocinando, eso es un arte y también lo hago bien, pero no puedo estar todo el tiempo en eso”, refirió con la picardía que la caracteriza.

Sus hijos Anselmo, Cecilia y Samuel son sus principales cómplices en la lucha de hacer la diferencia a través del arte, ella considera que todo se debe a que ellos también son artistas, no son escultores, pero todos escriben.

“En la mayoría de las casas las peleas son por comida, por dinero, por no pagar el recibo, las de mi casa son por el arte, por quién escribe bien, o cuando a alguno se nos va un error de ortografía”, sostuvo.

Consigue su materia prima en las calles, las vías o sus amigos mecánicos y chatarreros llegan hasta su casa con elementos que saben que horas después serán obras de artes.

Su casa es visitada por  estudiantes de Corozal dos o tres veces por semana, se toman  fotografías y se asombran ante tantos elementos que a duras pena les permiten movilizarse a ella y a su hijo Anselmo que la acompaña.

‘FUERA DE LO COMUN’

“Aún no he creado la mejor pieza y si ya está no sé cuál es, muchos dicen que la mejor pieza de mi museo soy yo, voy a tener que creerles”, bromeó Clementina.

No recuerda hace cuánto empezó la construcción de su museo, cree que hace más de dos décadas, lo que sí tiene claro es que falta mucho por terminar. El primer piso de su vivienda está repleto de sus obras y cuadros que algunos amigos le han obsequiado y el segundo piso está casi por copar.

No contabiliza el tiempo que demora en una obra porque dice que cuando empieza “no titubeo, voy a lo que voy y es ya que lo voy terminando”.

Clementina sabe que es fuera de lo común y no le importa que así la vean porque ella es feliz y así lo demuestra desde que se levanta, su sonrisa decora su rostro como una multitud de perlas su cuello.

“Yo creo que soy extraterrestre, fuera de lo común, a mí las cosas me hablan, paso por un lugar y siento que las cosas me dicen que las lleve, tengo mucha percepción”, sentenció. 

Pero este museo que ha sido visitado por personalidades de la cultura y ha sido exaltado por conocedores del arte, no cuenta con ninguna ayuda gubernamental, todo lo que está ha sido conseguido y reparado con sus recursos, “literalmente por amor al arte”.

Conoce a muchas personas que trabajan la chatarra, pero ninguna que se haya dedicado de lleno a esto sin esperar nada a cambio, solo hacer la diferencia y sí que lo ha conseguido.

Anselmo aseguró que los niños del barrio les dicen a sus padres que lo lleven a la ciudad de hierro para referirse al Museo.  

Clementina es una mujer que no sigue reglas, es la creadora de su estilo, no le gusta hablar de su edad, lo considera irrelevante, y aunque piensa en la muerte eso no la desvela.

Simplemente ella es arte como sus obras y libre como las mariposas que revolotean en su andar. 

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