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Por: Juan Rincón

El juglar Lorenzo Miguel Morales Herrera, quien nació el viernes 19 de junio de 1914 en el caserío de Guacoche, solía asegurar que siempre dejaba la huella antes de poner el pie, y además cuando la inspiración lo visitaba tomaba su acordeón cantando esos vallenatos con historias calcadas en su corazón.

Luego, de tener regados los versos en su memoria tomaba una hoja de papel y escribía poco a poco. En esa hoja, la ortografía no tenía cabida porque sus estudios no fueron muchos, pero para él lo importante era entender lo escrito.

La explicación del juglar era muy clara. “Estudié casi nada y no fui un dechado con el castellano. En mi tierra Guacoche mi profesor fue Enrique Bracho, pero al poco tiempo se casó y me dejó iniciado. Se fue, y de ahí en adelante medio miraba el diccionario”. Enseguida aseveró. “Antes se estudiaba poco o nada, pero desde muy niño se aprendía a trabajar para forjarse un futuro en la vida”.

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Donde el juglar todo lo tenía definido, era estar con el oído parado y los dedos rápidos, especialmente cuando su hermano Agustín Gutiérrez Morales, le enseñó las primeras notas en el acordeón. Enseguida notó que tenía vocación y se fue solito hasta escribir su propia historia llevándolo a cosechar grandes alegrías y uno que otro tormento.

Al hablar sobre la influencia del instrumento de origen alemán y de las mujeres que conoció, señaló. “El acordeón y mi talento natural me ayudaron para la conquista de encantadoras mujeres a las que les regalé canciones. La primera se la dediqué a Paulina Calvo. Con ella estrené el amor, siendo mi novia y con la que tuve mi primer hijo de nombre Miguel Morales Calvo”.

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Canciones con nombres de mujer

Desde ese instante, las canciones con nombre de mujer se convirtieron en su carta de presentación. Eran bellos piropos cantados. Alguna vez se puso a sacar la cuenta, y no pudo verificar el número. “Con ellas salí bien librado porque las idolatré, y les entregué el corazón. Nunca las ofendí. Ellas siempre fueron la vitamina de mi vida”.

En aquella época todos sus recorridos eran por angostos caminos, yendo montado en un burro llevando los mejores mensajes cantados que trasmitía tocando su acordeón. “Tiempos bonitos donde primaba la tranquilidad y uno era bienvenido en todas partes”.

En aquel entonces, cuando sucedió el diálogo, se puso serio al preguntarle sobre alguna mujer que lo rechazó. “Sí claro, ella era de Patillal y me tenía loco. Por mucho tiempo hice lo habido y por haber, pero nada de nada quedando una canción. Ella, me trataba de mujeriego y se puso brava hasta yo tener que coger el camino sin derecho a volver”.

Esa vez como pocas, ante el amor esquivo a Moralito le tocó arar en el mar, sembrar en el viento y tocar en el desierto”. Enseguida, para recordar ese momento interpretó la canción de su inspiración, El atormentado.

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“Tengo una morenita que me tiene atormentado, pero yo por sus caricias quisiera vivir a su lado. He visto llorar a los hombres y matarse por un amor, en vez de buscar remedio, que es el camino mejor”. En esos versos descifró la manera de darle nueva salida al corazón para que aterrizara un nuevo amor.

La eterna ‘Gota fría’

También expresaba su pensamiento con una autenticidad inigualable, y nunca se le quedó callado a su compadre y amigo Emiliano Zuleta Baquero, antes y después de la composición de La gota fría, considerado el vallenato más escuchado en el mundo.

Precisamente, los dos juglares quienes fueron los protagonistas de esa famosa canción, en cierta ocasión sellaron un pacto de no tocar más el acordeón cuando alguno de ellos falleciera. Moralito, lo cumplió porque primero murió ‘El viejo Mile’, el domingo 30 de octubre de 2005.

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Ese trascendental duelo pasó a la historia y se convirtió en mito y música. La gota fría fue grabada inicialmente por Guillermo Buitrago, con el nombre de Qué criterio. Después por ‘El Doble Poder,’ Daniel Celedón e Ismael Rudas y la internacionalizó el cantante Carlos Vives. También la grabó Julio Iglesias y Paloma San Basilio, entre otros. Respecto a la canción, el investigador e escritor Ángel Miguel Massiris Cabeza, anotó que tenía 269 versiones.

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“La enseñanza más hermosa que dejó Moralito fue la humildad, la importancia de la amistad y una gama de versos y composiciones. Se hacía querer y contaba con emoción su historia musical”, señaló Carlos Vives.

Lorenzo Morales hizo alusión a la mencionada canción diciendo: “Al que le van a dar le guardan y mi compadre Emiliano se quiso salir con las suyas, pero al final yo salí ganancioso, aunque con el bolsillo pelao. Nunca peleamos, fuimos buenos amigos y compañeros de parranda. De la canción no obtuve ni un peso porque mi compadre Emiliano, no es que fuera tacaño sino olvidadizo”.