“Todo lo que sucede una vez, puede que no suceda nunca más. Pero, todo lo que sucede dos veces, sucederá, ciertamente, una tercera”, es un proverbio árabe y no tengo la menor idea si José Enamorado lo conocía, pero sí que se los recordó a los defensas del Deportes Tolima y al país futbolero.
Con un cuerpo al que no le sobran músculos, Enamorado se encontró con la inspiración corriendo a toda velocidad y lideró con sus goles y sus gambetas el título de Junior. Al lado, muy cerca de su descomunal actuación, el arquero Silveira.
En los periodos en los que los rivales superaban a Junior en el trámite y ponían en riesgo el resultado, apareció magistralmente el arquero salvando muchas jugadas de valor gol. En el cuadrangular y la final, Junior se sostuvo en un resistente carácter y un gran compromiso colectivo.
Fue un equipo con una actitud combativa, con mucha mística, que hizo del esfuerzo una constante. Que fue capaz de remontar marcadores en contra. Que tuvo la voluntad defensiva y el coraje de Peña. El sacrificio y profesionalismo de Didier. La capacidad física y táctica de Celis.
La calidad técnica de Chará y Rivas y su humildad para aceptar otras tareas. El espíritu afiliativo de Paiva, que depone la personal búsqueda de mejores estadísticas goleadoras, en favor del funcionamiento. El entusiasmo, aporte y entrega de Báez, Guerrero, Suarez, Monzón al final, Castrillón Rodríguez, Canchimbo... las puntillosas apariciones de Teófilo.
La sapiencia y la pasión que transmite el técnico Arias. Con virtudes y defectos; dominando o dominado; adelantado o replegado; jugando bien y a veces no tanto, Junior siempre tuvo en las aceleraciones y vocación encaradora de sus atacantes su valor diferencial, intimidante y lo que más contrariaba a sus rivales.
Y, además, nunca dejó de creer, de correr. Como si le diera la razón a las palabras de Marcelo Bielsa que cree que " si un equipo corre no necesariamente juega bien, pero si corre, no juega mal". ¡Felicitaciones al Junior Campeón!


























