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¿Enseñar o actuar? Fue la incógnita que invadió durante mucho tiempo la mente y el corazón de Teobaldo Guillén, uno de los pioneros del teatro en Barranquilla desde 1967.

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Envuelta en una situación de escasez y limitaciones económicas, su familia decide enviar a Teobaldo, desde su adolescencia, a estudiar pedagogía en la Escuela Normal Superior de Varones del Litoral Atlántico, gracias a una beca que obtuvo por medio del Ministerio de Educación.

Aunque inicialmente solo tenía pensado dedicarse a ser maestro, debido a la formación académica que recibió durante sus estudios escolares, al tener la oportunidad de participar en una obra teatral siendo estudiante despertó en él un gran interés por seguir haciendo teatro.

En conversación con EL HERALDO, esta figura del escenario teatral se refirió a sus inicios en las tablas y también a la forma como logró combinar sus dos pasiones al punto de lograr sobresalir en ambos campos.

Un motivo para actuar

Para Guillén, iniciar su libro contando el contexto social por el que atravesaba el país en los años 60 fue fundamental porque a partir de esa época él comenzó su vida teatral.

“Mi libro habla de que en los años sesenta hubo acontecimientos que determinaron comportamientos e influenciaron en la sociedad de las naciones de América Latina. Los jóvenes de aquel entonces iniciaron luchas para defenderse de algunas injusticias”, contó.

Entre 1966 y 1974, muchas instituciones educativas, artísticas y culturales fueron cerradas en Colombia. Era tanta la violencia de aquel tiempo, que los estudiantes terminaban muertos en la guerra.

“Fue de ese modo que quienes iniciábamos en este mundo nos preguntábamos: ¿Haremos arte al servicio de quién? ¿Para quién? ¿Cómo hacerlo? ¿Haremos arte burgués o popular?”, expresó Teobaldo.

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Las primeras obras teatrales en las que el destacado actor participó fueron dirigidas por Benjamín Barrospáez, un profesor de pedagogía de la Escuela Normal, que se llamaban ¿Qué me aconseja doctor? y El doctor bisturí cortante filo.

Le dio un sí al teatro

Luego, en 1963 trabajó como maestro de primaria en el Colegio Bolivariano de San Andrés Islas durante dos años, trabajo que consiguió gracias a que los Hermanos de las Escuelas Cristianas de San Juan Bautista de La Salle lo escogieron por ser un estudiante sobresaliente.

“Esta fue una experiencia enriquecedora, me permitió conocer la cultura de los isleños”.

Regresó a Barranquilla en 1966, para estar con su familia, pero el artista quería seguir preparándose para obtener un titulo de licenciado. Buscó cómo hacerlo, pero no logró encontrar plazas en el magisterio del departamento del Atlántico.

Es en este momento cuando Guillén decide emigrar a Maracaibo, Venezuela. Contó que fue un fenómeno social muy marcado en Colombia y en el país vecino.

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Estando en Maracaibo leyó un artículo en un periódico que llamó la atención, porque la Universidad del Zulia abría inscripciones para su escuela de teatro.

“Cuando vi esto en el periódico, corrí a inscribirme y fue cuando me di cuenta de que tenía vocación artística. Ahí duré dos años estudiando, eran tres y no pude terminar el año que me faltaba, porque mi madre quiso que me regresara, ya que acá en Colombia se presentaron algunos problemas familiares”.

El salto a las radionovelas

Al volver a su tierra natal, se da cuenta de que la situación no había cambiado mucho, por el contrario, todo iba empeorando, al menos para trabajar como maestro.

Por otro lado, en el país estaban de moda las radionovelas. El actor se arriesgó a dedicarse a actuar en las mismas, ya que tenía conocimiento en el tema.

Fui a buscar trabajo a Emisoras Riomar, que estaba ubicada en la calle 70 con carrera 46. Ahí escribía libretos para tres programas de radioteatro, se llamaban Guerra al crimen, Riomarilandia y Esta es mi vida.

La verdadera vocación teatral

Esperanzado en seguir trabajando en este ámbito, Teobaldo recurrió a su otra profesión, ya que el teatro en 1968 se hacía recurrentemente en los colegios y en las universidades públicas.
En ese mismo año, el actor comenzó a estudiar Filosofía e Idiomas en la Universidad del Atlántico y en la misma universidad tuvo la oportunidad de ser jurado en el Festival Nacional de

Teatro Universitario que se realizó en Bucaramanga en 1969, a pesar de no llevar mucho tiempo en el medio.

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También fue jurado en el Festival Latinoamericano de Teatro Universitario en Manizales. Pero después de esas dos grandes oportunidades, la adaptación de Los funerales de mamá grande del Nobel Gabriel García Márquez lo llevó a tener un éxito mayor en su carrera teatral, tanto que la prensa lo destacó con su gran actuación en el año 1968.

Él y los demás actores con los que trabaja llenaban el teatro Amira de la Rosa solo con estudiantes de colegios. Fue docente del Colegio INEM, en el que igualmente fue profesor de teatro.

“Es que el teatro era fundamental en los colegios, los estudiantes debían tener el mismo compromiso con esa materia como lo tenían con otras, finalmente en mi vida pude unificar el teatro y la educación”, expresó.

Tuvo la oportunidad de concursar en varios festivales de teatro fuera del país con los estudiantes en los que ganaron varios premios. Además, revolucionó el teatro en Barranquilla con su elenco de teatreros, ya que presentaban una obra llamada Tobías y el Ángel, en la que mostraban a una mujer desnuda, algo irreverente para aquellos años.

“Todos asistían a la obra para ver a esta mujer desnuda, y gracias a otra obra que estrenamos en 1976 recibí un premio al mejor actor por realizar la obra El rescate, ese es uno de mis grandes logros”, dijo.

Orlando Amador