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Luis Fernando Vega Polo comenzaba todos sus días laborales de mecánico a las 5 de la mañana; la disciplina de su pasado militar así se lo dictaba. Salía 45 minutos después, listo para su trabajo en un taller de mecánica.

En el camino al lugar donde tomaba el transporte en la calle 50A con carrera 8F, barrio Kennedy, alternaba en su celular los vallenatos de Diomedes Díaz y Rafael Orozco, dependiendo de su estado de ánimo.

Eran las 5:50 del lunes y el bus que esperaba aún no pasaba. Dos hombre en moto se le acercaron al joven, de 21 años. El parrillero se bajó y con arma en mano le exigió entregar el celular.

Intentó huir por un breve segundo, hasta que se percató que no tenía a dónde. Entregó el teléfono con resiliencia. 'Coge, déjame sano', dijo extendiendo su brazo hacia el agresor. Pero antes de que el parrillero lo tomara, un grito resonó por la calle de Kennedy. Le siguió una detonación.

Luis Fernando Vega Polo.

Caminó hasta la clínica

'Él me conoce. ¡Dispárale, mátalo!', exclamó el conductor de la moto, contaron testigos a familiares de Vega, quienes ayer estaban en las afueras de Medicina Legal.

El impacto le perforó al joven el tórax, a la altura del pectoral izquierdo. El parrillero, con el celular de la víctima en mano, se montó en la moto y huyó con su cómplice por la calle 50A.

Vega cayó sentado. Con su brazo derecho intentaba hacer presión en la herida. Los vecinos salieron a la calle a socorrerlo, sin embargo, él prefirió levantarse solo. Caminó hasta la esquina, con las gotas escurriéndose entre la mano que tapaba la fuente de la sangre. Paró una moto y se dirigió a la Clínica Murillo. Allí fue atendido en el área de urgencias, hasta que murió a causa de la herida a las 6 de la tarde del lunes.

Abuelo lo esperaba

Enrique Polo esperaba a su nieto en el taller. Eran las 7 de la mañana, hora en que comenzaba labores. Pero el lunes no había rastro de él, por eso llamó a la casa para percatarse de que no estaba enfermo.

Hace dos meses que trabajaban juntos y, desde el primer día, Luis Fernando había mostrado entusiasmo. Llegaba de primero al taller y se iba de último.

'Él era muy curioso, se emocionaba aprendiendo cosas nuevas', recordó el abuelo mientras esperaba para reclamar el cuerpo de quien crió desde niño.

'Era hiperactivo', añade el padre, Pedro Antonio Vega. Él y Yesenia Polo, la madre, se habían separado cuando el fallecido era solo un niño. Luis Fernando había vivido con sus abuelos desde entonces, incluso cuando años después se reconciliaron.

'Él no quería fiesta con su abuelo', recordó la madre.

Hizo sus estudios hasta primero de bachillerato, año en que le dijo a su abuelo que no le gustaba estar sentado. 'Él aprendía era con las manos'.

Esta inquietud lo llevó, hace dos años, a prestar el servicio militar en la Escuela Naval de Suboficiales. Allí hizo parte de la Infantería de Marina de Colombia hasta el pasado septiembre.

Cuando volvió, comenzó a aprender acerca de instalaciones de cableado y electricidad e incluso renovó todas las luces de la casa de su padre.

Su abuelo, quien se desempañaba como vigilante en el taller ubicado en la carrera 38 con calle 74, lo recomendó en el lugar para hacer la limpieza. En dos meses ya había escalado posiciones y comenzaba sus primeros pasos arreglando problemas eléctricos en automotores.

Esos 21 años de progreso y curiosidad fueron interrumpidos, para siempre, por un celular.

Detalle: Otra muerte por hurto

Este caso es el segundo, en menos de dos días, en el que atracadores matan a su víctima en Barranquilla. Maicol Nel Wao Suárez recibió el domingo un balazo en la espalda por parte de dos ladrones que intentaron quitarle su moto, en el kilómetro 3 de la vía entre la ciudad y el corregimiento Juan Mina. Un reporte de las autoridades indicó que 'hubo un forcejeo y uno de los agresores dispara. Al momento de impactarlo, el afectado cae de la moto, lo que le produjo una fractura en el brazo'.