Corozo, níspero, toronja y torombolo, frutas que crecen silvestres en los campos sucreños, constituyen para Rosalba Sierra Medina materia prima de una modesta industria vinícola que asumió inicialmente como emprendimiento en casa para derrotar la crisis originada por la pandemia, y que ahora es toda una empresa.
Los vinos que prepara esta psicóloga madre de tres hijos son 100% naturales, plus que le permitió contar con el apoyo del Fondo Emprender del Sena de Sucre para montar la empresa Vinos Frutos de la Sabana, que desde hace poco es una Sociedad por Acciones Simplificadas (SAS).
La idea de negocio de esta mujer, víctima de desplazamiento forzado, la plasmó en un trabajo académico que presentó en la universidad. Era un proyecto que desde hacía unos 20 años le rondaba en la cabeza.
Fue todo un reto, pues sin ser amante de esta bebida y del licor, y sin tener conocimientos profundos sobre su fabricación, se atrevió a desarrollar.
'Mi proyecto era tener un negocio propio, y me incliné por los vinos porque un familiar de mi mamá que trabajaba con unas monjas italianas aprendió con ellas la fabricación. Una vez nos trajo a casa el producto para probar, y a mí me gustó mucho. Él me enseñó, le propuse que lo hiciéramos como negocio y me respondió que no, que me enseñaba para que yo lo hiciera, y así fue', explica la emprendedora que desde hace dos años está dedicada en vida, alma y corazón a su empresa, situada en la calle principal del barrio 20 de Julio en Sincelejo.
Ventas en la Costa
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El vino es comercializado en la sede de la empresa, e incluye también centros comerciales, restaurantes y almacenes de Sincelejo. Es tal la acogida que ya envían pedidos a ciudades como Cartagena, Montería y Valledupar.
Los subproductos del proceso, es decir lo que queda tras la fermentación y demás pasos, son utilizados para preparación de carnes, tortas y abono, por eso hacen parte de la ventanilla de negocios verdes de Carsucre.
La pandemia que hoy azota al mundo entero no le ha impedido a Rosalba seguir en su trabajo, por el contrario, las labores se le han incrementado, quizá porque la familia ahora permanece más en casa y disfruta con un buen vino producido por ella misma.
'La empresa fue creada con el enfoque de venderles vinos a restaurantes, panaderías y salones de eventos, pero por los efectos de la pandemia nos fuimos al consumidor final, y las redes sociales nos sirvieron mucho para ello. Nos llamaban para pedidos que hacíamos llegar con domiciliarios', anota Rosalba, quien por cuenta de la violencia tuvo que salir hace 29 años de Pailitas (Cesar) con sus padres, sus cuatro hermanos y algunos sobrinos.
Desde entonces se radicaron en Sincelejo, por lo que ahora dice con mucho orgullo que se considera una sucreña, una sabanera más.





















