La noche del sábado 7 de junio de 2025 fue gloriosa para Ovidio Enrique Granados Melo, quien conoce los acordeones hasta por dentro y les pone la tonalidad necesaria para que cumplan su objetivo. Todo un genio para arreglar acordeones.
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“La gracia de Dios es grande y todo en su momento. Que mejor que sea en vida para alegrarme por este reconocimiento de Rey Vallenato Vitalicio, el cual agradezco a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata. Estoy feliz y este reconocimiento lo comparto con los seguidores de la dinastía Granados”, señaló el juglar nacido en Mariangola, Cesar.
Al preguntarle sobre lo que había pasado esa noche, agachó su cabeza, meditó un rato y, estando en ese trance, por su mente pasaron nostalgias primitivas que al fin y al cabo son el motivo de su vida. “Me acordé de tantas y tantas cosas y le di gracias a Dios por darme el oficio más bello del mundo, ese que tiene música tocada con acordeón”.
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Al tener el viento a su favor, contó sobre su participación en el Festival de la Leyenda Vallenata, en los años 1968, 1975 y 1983, donde se coronaron como Reyes Vallenatos Alejandro Durán, Julio de la Ossa y Julio Rojas, respectivamente. “En esas tres ocasiones ocupé el segundo puesto”.
Entonces recalcó. “Después de eso me retiré de concursar porque siempre estuve ensegundao, bien ensegundao y corría el riesgo de que me cambiaran el nombre de Ovidio Enrique, por Ovidio Segundo. Claro que, al cabo de los años, mi dinastía obtuvo diversos triunfos con mis hijos Hugo Carlos y Juan José y mi hermano Almes. Entre ellos, hay dos Reyes de Reyes”.
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Dentro del campo musical, el maestro ‘Villo’ Granados, hizo su incursión en la pasta sonora con ‘Los Playoneros del Cesar’, y también al lado de Diomedes Díaz, grabando las canciones Diana (Calixto Ochoa), Las cosas del amor (Marciano Martínez) y Palmina (Joaquín Bettín).
El taller
En un amplio kiosco de su casa ubicada en el barrio Los Caciques de Valledupar, tiene su taller de acordeones. Ese lugar, está adornado con muchos recuerdos fotográficos donde aparecen su fallecido hijo Eudes, a quien no se cansa de añorar, y su fiel compañera Nidia Antonia Córdoba Cantillo, cuya partida todavía no asimila.
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Ahora su hijo Ovidio Raúl, ‘Villito’, lo acompaña en la tarea de arreglar los acordeones, dando a conocer los elementos ocultos y descubriendo dónde está el daño. Es interesante el trabajo de entrar al corazón de los acordeones lleno de aluminio, plástico y cartón.
Pausadamente, Ovidio Granados dijo. “Cuando se partía un pito no me gustaba tocar el acordeón y entonces venía la reparación. Antes, para arreglar un pito, uno se demoraba casi un día; ahora se hace en menos de una hora. Todo ha cambiado en ese sentido, menos el precio, que sigue siendo los mismos 20 mil pesos”. Soltó una corta sonrisa.
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Consultado sobre la manera de arreglar los pitos del acordeón, habló lo necesario. “Les aplico el secreto y quedan bien. Si lo digo, perdemos el trabajo. Vea, los únicos que saben ese secreto son mis hijos, especialmente Ovidio Raúl, quien me acompaña porque sabe limar las pequeñas lengüetas de metal para que al vibrar den el sonido perfecto”.
Enseguida, contó con alegría cuando hace algunos años estuvo invitado a la fábrica Hohner en Alemania, donde se maravillaron de su trabajo artesanal. “Que dicha ir allá para ver de cerca el proceso de hechura de los acordeones. El que comenzó a elaborar los acordeones (Matthias Hohner - 1857) nunca imaginó que en Colombia le íbamos a dar el mejor uso”.
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Bendito vallenato
El desfile de acordeoneros por la casa de ‘Villo’ Granados nunca cesa. “Todos quieren que les ponga sus acordeones diez puntos, y cuando se acerca el Festival de la Leyenda Vallenata aumentan los compromisos”.
De otra parte, el viejo ‘Villo’ expresó que los mejores acordeoneros en todos los tiempos son Luis Enrique Martínez, Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez y Emiliano Zuleta Díaz. Guardó silencio y entonces anotó. “A mis hijos Hugo Carlos, Juan José, y a mi hermano Almes, no los meto en esa lista porque tocan más bonito y son unos tigres”. La sonrisa no se hizo esperar.
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Luego pasó a las canciones que más le llamaban la atención. Puso en acción su memoria y se quedó con tres. Lirio rojo (Calixto Ochoa), Inmenso amor (Armando Zabaleta), con la que aprendió a tocar el acordeón, y El cachaquito (Miguel Yaneth).
Esta última obra nació en Mariangola, “El pueblo más bello del mundo”, afirmó. Siguió hablando bellezas de su pueblo que lo vió nacer hace 83 años. Enseguida comunicó que se siente orgulloso de ser el estandarte de la dinastía Granados, padre de 12 hijos, los cuales le han regalado 24 nietos.
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