'Ay con mucho sacrificio, aquí vamos a volver… y si Dios no los permite vas a volver a nacer… con lucha y con sacrificio aquí vamos a volver, a este pueblo querido que fue el que nos vio nacer… por eso denme la mano, porque somos como hermanos, con lucha y con sacrificio aquí vamos a volver y si Dios no los permite vas a volver a nacer', canta con nostalgia Elizabeth Crespo Gutiérrez, de 57 años, al recordar a su querida Salaminita, el pueblo del que salió hace 18 años tras ser destruido en una incursión paramilitar.
La entonación de sus versos cargados de melancolía llama la atención de Martina Josefa, Víctor Padilla y Carmen Bocanegra, quienes hacen una ronda a su alrededor y deciden acompañarla con sus palmas. El sol se esconde entre un grupo de nubes que parecen sentir el dolor que transmiten sus rimas y a las 3:20 p.m. de este martes 23 de marzo, cae una leve llovizna.
Cuentan los presentes que pareciera que el cielo sacara del baúl del olvido aquel aguacero del lunes 7 de junio de 1999, cuando paramilitares al mando de alias Esteban mataron a la inspectora del pueblo María del Rosario Hernández, a Óscar Barrios y a Carlos Cantillo, crímenes que desencadenaron el desplazamiento de las 44 familias que vivían en la comarca.
A Salaminita la desaparecieron literalmente del mapa. Ese corregimiento rodeado por las veredas el Jardín y La Suiza, estaba poblada con casas ubicadas a lado y lado del kilómetro 19 entre Fundación y Pivijay.
Pero a los paramilitares no les bastó con sembrar el miedo y el terror en una población pacífica, acostumbrada a resolver sus problemas a través del diálogo, sino que derrumbaron con un buldócer sus humildes viviendas, levantadas con el esfuerzo de las personas dedicadas a las labores del campo.
'Los paras se llevaron todos los objetos de valor de la electrificadora, el techo del colegio, los muebles del puesto de salud y ni un milagro puso salvar a la escultura de la Virgen del Rosario, pues también se la robaron', contó Lucila García, durante el recorrido que se hace junto con otros sobrevivientes por las ruinas del pueblo, en compañía de la embajadora de Suecia, Marie Andersson, y el director regional de la Unidad de Restitución de Tierras, Rodrigo Torres.
Tras la partida de los campesinos, los predios fueron adquiridos por Adolfo Díaz Quintero, Vicente Rueda Acevedo y María Teresa Rueda, a quienes el Juez Segundo de Restitución de Tierras de Santa Marta les negó cualquier derecho de posesión después de un largo proceso.
'Se logró comprobar que después de los hechos del 7 de junio de 1999, los paramilitares continuaron cometiendo asesinatos a campesinos, generando así un clima propicio para materializar el despojo de tierras por parte de los terratenientes locales, a través de negocios privados sobre los predios que conformaban el centro poblado de Salaminita', explica la sentencia.

Los recuerdos de una comunidad
Emocionada por el fallo que el Tribunal Superior de Antioquia emitió el mes de diciembre de 2016, Martina García, de 80 años, asegura que nunca perdió la esperanza de regresar al sitio en donde se casó y tuvo 11 hijos.
'Aquí no había problemas y nunca nos faltaba la comida. Cazábamos venados, armadillos, conejos o si no comíamos bocachicos, bagres o sábalos, que pescaba mi marido en el arroyo de Caraballo', cuenta la mujer más longeva de esa comunidad.
Lo que más recuerda Ernelda Palmalarga, de 68 años, de Salaminita eran sus festejos. 'Nosotros éramos un pueblo alegre, en las fiestas patronales pasábamos toda la noche bailando y comiendo sancochos. Ojalá y Dios quiera nos hagan la reconstrucción'.
Lucila García camina despacio y señala lo que queda de su casa, bajo la sombra de un frondoso árbol. Con la voz entrecortada dice que su yerno Óscar Barrios llegó para pasar el día junto con su hija, pero los paramilitares lo mataron de un tiro en la cabeza. 'Él no se metía con nadie. Nos duele mucho, pero Dios nos da fuerza para ir superando todo el dolor que se lleva por dentro'.
Ahora su anhelo, como el de todos, es que los buldóceres que lleguen a Salaminita sean los del gobierno nacional para la reconstrucción del pueblo que fue erradicado de la faz de la tierra.

El apoyo de Suecia
La diplomática Marie Anderson escuchó los testimonios de las 44 familias desplazadas por el frente Pivijay de las AUC. Después de un recorrido por la zona, la embajadora sembró una planta de Crotón en símbolo del compromiso para la reconstrucción de este pueblo.
Durante el recorrido de la embajadora hubo una exposición fotográfica sobre la vida de los habitantes de Salaminita, la cual busca crear una memoria histórica, para que las futuras generaciones no olviden los padecimientos de una comarca de campesinos que fueron desplazados por los paramilitares y que vencieron a la impunidad.




















