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El cantante Ozzy Osbourne, quien murió este martes 22 de julio a los 76 años, luego de luchar contra una grave enfermedad, y días después de recibir un homenaje de despedida de la música, dejó muchas historias y anécdotas, tanto como músico como personales.

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El líder histórico de Black Sabbath murió “lleno de amor”, de acuerdo al comunicado de la familia. El autoproclamado ‘Príncipe de las Tinieblas’, que fue diagnosticado con Parkinson en 2019, dio su último concierto con la banda a principios de este mes en Birmingham, Inglaterra.

De todo lo que hizo Ozzy, quizá lo más recordado del autoproclamado ‘Príncipe de las Tinieblas’, fue la vez que en pleno escenario y durante un concierto le arrancó la cabeza de un mordisco a un murciélago.

Primero, hay que hablar de palomas. Sí, de palomas. Para poder entender el contexto. De acuerdo a medios estadounidenses el músico tenía programado una reunión con ejecutivos de CBS Records y se le ocurrió llevar tres palomas, con la idea de soltarlas al final de la junta.

El problema fue que Ozzy llegó pasado de tragos a la reunión. Después de una discusión bastante fuerte, decidió, en vez de liberarlas, les arrancó las cabezas.

“Me saqué una de esas palomas y le arranqué la cabeza de un mordisco solo para callarla. Luego lo hice otra vez con la próxima paloma, escupiendo la cabeza en la mesa… Fue en ese momento cuando me echaron”, se lee en su propia biografía, escrita por el periodista y publicista de Black Sabbath, Mick Wall.

Con este antecedente, el 20 de enero de 1982, durante un concierto en en el Veterans Memorial Auditorium (ahora el Iowa Events Center) de Des Moines, Iowa, un joven de 17 años llamado Mark Neal le lanzó un murciélago desde el público.

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Ozzy lo tomó y pensó que era de plástico, declaró en varias oportunidades después, le mordió la cabeza y le arrancó la cabeza al animal. Los presentes estallaron de la emoción.

“De inmediato todo se sintió mal. Para empezar, mi boca estaba llena de ese líquido caliente, pegajoso, con el peor sabor de boca que te puedas imaginar. Podía sentir que manchaba mis dientes y corría por mi barbilla. Entonces la cabeza en mi boca se crispó. ‘Oh, jódanme’, pensé. No me digan que me acabo de comer un maldito murciélago”, se lee en el relato del mismo Ozzy en su biografía.

Osbourne tuvo que ser vacunado contra la rabia después. Aseguró que no le gustó para nada que tuviera que ser inyectado en varias ocasiones.