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Con la voz quebrada por la rabia y el desconsuelo, Hugo González Pabón, hijo del guardia del Inpec asesinado en Montería el 9 de julio de 2023, volvió a enfrentar el recuerdo de la madrugada en que su padre, el dragoneante Hugo Alberto González Cordero, fue atacado brutalmente dentro de su propia casa.

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Dos años después del crimen, y tras la reciente condena contra su medio hermano como autor del homicidio, el joven reclama que la justicia aún le falla a su familia y rechaza que la Fiscalía evalúe otorgar un principio de oportunidad a las otras dos investigadas por el caso.

El pasado jueves 27 de noviembre, el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Montería sentenció a Jorge Camilo González Petro, hijo menor del dragoneante, a 5 años y 10 meses de prisión por homicidio preterintencional agravado y ocultamiento de elementos materiales probatorios. La decisión incluyó además el pago de 3,25 salarios mínimos legales vigentes.

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Pero para Hugo González Pabón, esa pena no representa justicia. Por el contrario, abrió una nueva grieta: la Fiscalía evalúa aplicar un principio de oportunidad —aún sin decisión definitiva— a Angélica Petro Cordero, esposa de la víctima, y a Karoll Milena Flores Cuello, esposa del condenado.

“Tenemos un código penal que favorece al bandido, al asesino en este caso”, dijo. “Imagínese, esa condena para una persona que mata a su padre por una moto, peleando una moto”.

Un hogar fracturado mucho antes del crimen

La vida familiar del dragoneante Hugo Alberto González Cordero ya estaba marcada por grietas profundas mucho antes de la tragedia. Años atrás, dejó a la madre de sus hijos mayores para iniciar una nueva relación con Angélica Petro, con quien formó otro hogar y tuvo dos hijos: Jorge Camilo y María Camila.

Aunque en apariencia convivían bajo un mismo techo, la paz era frágil y las discusiones eran frecuentes.

De acuerdo con documentos del proceso y con el testimonio de Hugo González Pabón, los conflictos entre el dragoneante y Angélica se habían vuelto habituales, al igual que las tensiones con su hijo menor.

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Uno de los episodios más graves ocurrió una tarde, cuando una discusión entre padre e hijo escaló peligrosamente.

“Mi papá estaba discutiendo con Jorge Camilo cierta tarde y al mi papá llamarle la atención y hablarle fuerte, Jorge Camilo tomó la cadena de la perra —una cadena de metal— y la cogió en las manos para pegarle a papi, o sea, para amenazar a mi papá con esa cadena”, relató Hugo. “Jorge Camilo se armó con esa cadena para pegarle a mi papá. Eso fue una amenaza”, reiteró.

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En medio de ese ambiente tan tenso, Hugo —el segundo hijo del primer matrimonio del dragoneante— mantenía una relación distinta con su padre: más distante del nuevo núcleo familiar, pero basada en el respeto y el amor.

“Yo no voy a decir nunca que siempre fui el mejor hijo o un hijo perfecto con él, porque como todo joven, como todo niño, tuve mis escenas de reproche con él, pero nunca llegué a faltarle el respeto a mi papá”, recuerda.

CortesíaHugo González Pabón junto a su padre, el dragoneante Hugo Alberto González Cordero, asesinado por otro de sus hijos el 9 de julio de 2023.

“Muchos pueden dar testimonio de que desde el minuto uno que llegaba a Chinú hasta el día en el que se volvía a ir para Montería, ahí estaba yo con él para arriba y para abajo, porque me encantaba vivir con mi papá al lado y compartir con él”, agregó.

Pero esa alegría que antes lo acompañaba cuando estaba con su padre hoy se transformó en una tristeza que carga a diario, una que se agudiza cuando menciona a quienes considera responsables de arrebatarle esa presencia. “Angélica es una de las asesinas de mi padre”, afirma sin titubeos.

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Y sobre su medio hermano, condenado por el homicidio, sentencia: “Desde el momento en que él decide atentar vilmente contra mi papá (…) deja de ser mi hermano”.

La madrugada que lo cambió todo

Según la reconstrucción del expediente y el testimonio de Hugo González Pabón, la agresión ocurrió dentro del cuarto del dragoneante, en la habitación donde este solía descansar antes de cumplir sus turnos en la cárcel Las Mercedes.

Fue allí donde, según la Fiscalía, su hijo menor tomó un bate de aluminio y le propinó tres golpes contundentes en la cabeza, impactos que le ocasionaron un trauma craneoencefálico mortal. El bate fue hallado luego detrás de las instalaciones de Veolia, en pleno centro de Montería.

El informe señala que, tras la agresión, el cuerpo del funcionario fue bajado de la cama, envuelto en una sábana y arrastrado hasta la terraza, dejando rastros visibles que permitieron reconstruir parte de la escena.

CortesíaHugo Alberto González Cordero era conocido por su trato respetuoso y cercano con la comunidad, donde muchos lo recuerdan como un funcionario servicial y dispuesto a ayudar.

La intención, según la Fiscalía, era simular un atraco callejero. Esa versión la sostuvieron durante dos años, incluso cuando los indicios demostraban lo contrario.

“Mi papá estaba agonizando ahí, en la terraza, mientras ellos ya estaban armando la mentira”, relató Hugo.

Después, Jorge Camilo y Karoll Milena habrían salido en la motocicleta del dragoneante para deshacerse de la sábana, las almohadas y los objetos personales: celular, cartera y anillos. Antes, retiraron la cédula y los documentos, lo que para los investigadores refuerza la tesis del encubrimiento.

“Esto está en el expediente”, insiste Hugo. “Karoll fue la primera que habló. Ella contó cómo había pasado todo”.

Una coartada llena de contradicciones

La primera versión hablaba de un atraco, pero las inconsistencias aparecieron desde el inicio. Los médicos señalaron que las lesiones no correspondían con un ataque callejero; los horarios no coincidían; y los testimonios se contradecían.

El análisis del CDR demostró que el dragoneante nunca salió del sector durante la noche. Llegó a su casa hacia las 5:00 p. m. y permaneció allí.

A esto se sumaron testimonios clave:

– Un vecino escuchó gritos durante la madrugada.

– El amigo Eduardo Villeras afirmó haber hablado por videollamada con el dragoneante esa tarde y que este ya estaba en casa. – Otras personas confirmaron que el funcionario estaba descansando.

“Primero dijeron que mi papá llegó herido como a la 1:00 a. m., luego como a las 5:00 a. m.”, dijo Hugo. “No se ponían de acuerdo”.

Comportamientos que levantaron sospechas desde el hospital

Mientras el dragoneante luchaba por su vida en la clínica, la conducta de Angélica Petro comenzó a despertar inquietudes entre familiares y allegados. Según Hugo, apenas unas horas después de la agresión, la mujer ya había solicitado registros civiles y documentos personales del funcionario, aparentemente para iniciar trámites de pensión y otros beneficios económicos.

A eso se sumó un episodio que, para la familia, encendió aún más las alarmas. Tras conocerse el estado crítico del dragoneante, varios compañeros del Inpec comenzaron a enviar ayudas económicas. De acuerdo con Hugo, Angélica envió a Jorge Camilo a recoger ese dinero en casa de uno de ellos, sin informar a los demás familiares, lo que fue interpretado como un intento por controlar los recursos asociados al funcionario.

CortesíaCompañeros y habitantes de Montería destacaban el carácter amable de Hugo y su compromiso con el servicio público, cualidades que lo convirtieron en una figura apreciada en la región.

La tensión creció conforme avanzaban las horas. Hugo recuerda discusiones dentro del hospital sobre quién debía tener acceso a la historia clínica, quién podía solicitar documentos y quién estaba autorizado para recibir información. “Cuando uno está preocupado por la persona que está en la clínica, no está pendiente de plata”, afirmó.

A la muerte del dragoneante se sumó otro hecho que reforzó las sospechas de la familia. Según el testimonio de Hugo González Pabón, Angélica y su hijo intentaron reclamar un seguro funerario adquirido por el dragoneante en la Funeraria Los Ángeles, en convenio con La Previsora. Los beneficiarios eran María Camila, Jorge Camilo y Tania, sus hijos.

Hugo explica: “Ellos querían cobrar todo allá sin que mi hermana Tania lo hiciera. En la Previsora les dijeron que si Tania no enviaba documentos, no podían solicitar ni cobrar ese seguro. Ellos peleaban con nosotros porque no queríamos enviarles los documentos para que ellos lo cobraran solos”. El tema generó discusiones fuertes entre ellos durante varias semanas, según su testimonio.

Una batalla que no termina

Aunque la condena contra Jorge Camilo González Petro ya quedó en firme, para la familia del dragoneante el proceso está lejos de cerrarse. Las últimas decisiones de la Fiscalía, especialmente la evaluación de un principio de oportunidad para Angélica Petro Cordero y Karoll Milena Flores Cuello, mantienen en vilo a la familia, quienes exigen que las dos mujeres respondan penalmente por su presunta participación en el crimen.

Hugo asegura que la propia fiscal del caso le explicó que quería aplicar el beneficio porque ambas mujeres “hablaron y contaron la verdad”. Sin embargo, según el joven, la funcionaria también les dijo a ellos que no tenía pruebas suficientes, que “la captura se le iba a caer” y que gracias a que ellas declararon pudo sostenerla.

Hugo afirma tener audios y mensajes de esas conversaciones. “Ella nos dijo: ‘Yo les dije a ellas que iba a ayudarles, les di mi palabra’. Entonces le respondimos: ‘Doctora, proponga una domiciliaria, pero no un principio de oportunidad’. Además, quien habla al final es Karoll, no Angélica. Y habla meses después, no el día de la captura”.

Según Hugo, la familia cuestionó a la fiscal: “Si dice que no tenía pruebas, ¿por qué pidió la captura? ¿Por qué los captura si no tiene nada?”.

CortesíaEl dragoneante recibió múltiples condecoraciones y menciones honoríficas por su destacada labor en el Inpec, donde era reconocido como un funcionario ejemplar.

Para Hugo González Pabón, aceptar un beneficio jurídico en este punto del caso sería desconocer las pruebas que, según él, demuestran que la agresión y el encubrimiento nunca fueron obra de una sola persona: “Son unos asesinos, los tres son unos asesinos porque los cómplices son tan asesinos como el que dio los golpes”, afirma.

Aunque dice no cargar resentimientos ni deseos de venganza, insiste en que ha tenido que aferrarse a su fe para no derrumbarse. “Yo decidí cortar esa conexión (…) y le entregué todo esto a Dios”, explica. Pero aclara, sin titubeos, que entregar el dolor no significa renunciar a la justicia.

Hugo asegura que seguirá acompañando el proceso, asistiendo a audiencias y presionando para que —como él insiste— se respete la memoria de su padre y se valore cada evidencia consignada en el expediente. Para él, no se trata de un acto de odio, sino de una responsabilidad moral con el dragoneante que lo crió, lo acompañó y estuvo a su lado en los momentos que hoy recuerda como algunos de los más felices de su vida. Porque aunque la violencia destruyó un hogar ya fracturado, el hijo del guardia del Inpec asesinado en Montería no está dispuesto a permitir que la verdad quede sin ver la luz.