El Heraldo
Barranquilla

El Carmen, un barrio atravesado por el ritmo

El fútbol y la rumba nocturna conviven en un barrio de tradición residencial.

Sobre la carrera 21, las casas duermen entre la música. Allí, en la esquina de la calle 47D, un bar nocturno y una discoteca marcan el ritmo de la noche en medio de un sector tradicionalmente residencial. Los bajos de la música hacen que Nelly Arenas, una abuela de 80 años, se acurruque en uno de los últimos cuartos de su vivienda y que Sharons Cabrera, de 20, aproveche para bailar.

A lo largo de la vía también se encienden los letreros de un café bar romántico y al menos dos estaderos, que conviven entre las familias de estrato medio. Al sector le llaman Corredor Musical, aunque el barrio El Carmen no se haya pensado en sus inicios para eso.

Según recuerda Arenas, una mujer delgada y de cabello blanco, quien fue una de las primeras habitantes del lugar, El Carmen comenzó a finales de la década del 50 como un programa de viviendas para docentes que “nadie quería aceptar”.

“Frente de las casas había puro monte. Era un sector enmontado y había que mandarlo a limpiar, entonces mucha gente no quiso mudarse aquí por como estaba antes. No sabían cómo se iban a transportar”, cuenta Arenas.

Su versión es complementada por la historia. Günter Mertin retrata en su libro sobre el crecimiento “moderno” espacial-urbano en Barranquilla, que casi todos los barrios del suroccidente de la ciudad se caracterizaron en sus inicios por sus “muy precarias condiciones de vida”.

Incluso, su crítica se extiende más allá. Sus textos destacan el poblamiento de barrios como El Carmen en áreas con riesgo de inundaciones y mal drenaje. 

De hecho, esa vía no solo la estremece la rumba, sino un caudaloso arroyo que, tras la lluvia, se toma la  carrera 21.

Hace más de 20 años, según los recuerdos de los habitantes, “era un arroyo que se podría cruzar”.

“Era más alto, pero no tenía tanta velocidad”, explica Hugo Arenas, un moreno musulmán, de 38 años.

“Ahora aunque está más bajo, la inclinación es mayor y el volumen es tan fuerte que si metes la pierna, el arroyo te lleva. Necesitamos que canalicen”, agrega el hombre, nacido en el popular barrio. 

Un vendedor de raspao transita con su producto granizado por la carrera 21, en el barrio El Carmen. Jesús Rico

El Carmen

El barrio colinda entre la calle 53D y la vía La Cordialidad, entre carreras 21B y 18, y está bordeado por barrios como San Isidro, Alfonso López, San José, Cevillar y Buena Esperanza.

En total hay censados unos 9.134 habitantes, de los cuales 4.121 son hombres y 5.013 mujeres, según las estadísticas de la Oficina de Participación Ciudadana, que reporta unas 1.268 casas y 667 apartamentos.

El Carmen cuenta con instituciones educativas como los colegios Sofía Camargo De Lleras, el Marie Poussepin y el Militar Inocencio Chincá, así como grandes parques, entre los que se encuentran el Samuel Polo Samudio y el Cristo Rey, entre otros. 

En materia de salud, El Carmen tiene en su jurisdicción al Camino Universitario Adelita de Char y en el campo deportivo, la popular cancha de fútbol que lleva su nombre.

La cancha de fútbol El Carmen ha sido tapete dorado de las pinceladas de jugadores  como Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, Alexis Mendoza, Víctor Danilo Pacheco, Jorge Bolaño, Orlando Ballesteros, Hayder Palacios, entre otros. Incluso, fue nido de formación para Roberto ‘El Flaco’ Meléndez, el primer futbolista colombiano contratado en el exterior.

“Es el corazón del barrio. De aquí han salido y seguirán saliendo grandes deportistas. El talento está en los barrios”, expresa el técnico barranquillero David Pinillos, quien junto con el ex técnico de Junior Miguel Ángel ‘El Zurdo’ López, observan los talentos de los jóvenes para descubrir estrellas.

Jesús Rico

Quejas y deseos

Norma Rocha dice que además de lidiar con el arroyo de la 21, “me ha tocado soportar esa música de las discotecas”.

“Si es por mí que no existan. Uno no puede dormir bien por la rumba”, es la consigna de la mujer de 65 años, que ocupa sus tardes vendiendo productos de catálogo.

Sobre la vida entre lugares de rumba, las opiniones son divididas en el barrio. Algunos como José Luis de la Hoz, músico de 26 años, opinan que “no afecta la calidad de vida”. Otros como Arenas creen que “ha sido objeto de problemas” y jóvenes como  Sharons Cabrera creen que “aporta vida al lugar”.

Si bien no hay un consenso, la discusión en el sector bajó sus ánimos en comparación a hace cuatro años, cuando la Junta de Acción Comunal hizo un reclamo formal por la presencia de los estaderos en una zona residencial.

A raíz de la situación, la Secretaría de Control Urbano y Espacio Público mantiene abiertos cuatro procesos contra dos discotecas, principalmente por uso indebido del suelo.

Actualmente, en ese sector no pueden ser construidos nuevos establecimientos, tal como lo decreta el POT.  

Entre los deseos de la comunidad, Cabrera, quien es bailarina y estudiante de ingeniería industrial, asegura que le gustaría tener “más parques” en su barrio para así “poder bailar libremente y que todos vean nuestro arte”.

Nelly Arenas, por su parte, ruega por un sector donde “los vecinos sean unidos y no tengan problemas unos con otros”. “Antes todos éramos muy amigos”, expresa la mujer.

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