En su mano derecha, Lucía Zambrano sostenía un portacomidas de poliestireno que contenía pollo guisado, arroz y frijoles, uno de los populares ‘corrientazos’ que vende en su restaurante localizado en la carrera 21B, en el barrio San Felipe. Aseguró que si ayer no trabajaba, no tendría con qué pagar deudas.
Su negocio tiene más de 20 años de tradición y la del coronavirus es la peor crisis que ha enfrentado. Luego de que las autoridades adoptaran la medida de cerrar los restaurantes y otros negocios, Lucía no sabe qué hacer. 'Es que no nos han dicho mayor cosa, solo que cerráramos, pero cómo hacemos; nosotros vivimos de esto', expresó la comerciante.
Es un restaurante pequeño, con unas ocho mesas de madera y una cocina un poco estrecha. Como es un negocio familiar, no tiene muchos empleados, pero cada uno acata las recomendaciones de las autoridades por prevención.
'Nosotros abrimos y estamos vendiendo por domicilio o para llevar, todos usamos tapabocas y guantes, pero mire que están escasos y son muy caros. El número de clientes ha bajado', expresó Lucía.
Durante el tiempo en que un equipo periodístico de EL HERALDO estuvo en ese lugar no llegó ningún comensal, y eso que era plena hora pico del mediodía.
'Hemos perdido ventas de un 60 por ciento, pero si cerramos, ¿para dónde cogemos?, ¿de qué vivimos?', dijo Lucía.
Aforo reducido
Frente al negocio de Lucía hay otro restaurante. Es más grande, con más mesas y ofrece dos ambientes, uno de estos con aire acondicionado. Al igual que el primero también vende comidas corrientes y normalmente es muy concurrido, pero ayer a la hora de almuerzo solo tenía dos clientes.
'Nosotros no teníamos claro cuál es la orden. Sabemos que no debemos atender mucha gente acá, por eso estamos vendiendo solamente para domicilios y para llevar. Pero si llegan clientes los atendemos aquí porque tenemos un espacio grande, pero obviamente no lo llenamos. Mire que solo hay una mesa ocupada', expresó Dairi Urueta, administradora del lugar.
Urueta dice que no permitirá que lleguen más de 50 personas a su negocio al mismo tiempo y que constantemente está haciendo limpieza profunda en cada área. Además, sus empleados usan todos los elementos de protección necesarios.
Aun así, el riesgo de propagación del Covid-19 existe y es por eso que las autoridades ordenaron el cierre de este tipo de negocios.
Caldo, ¿de cultivo?
Otro de los negocios que abundan en la ciudad son los llamados ‘totumazos’ o ventas de sopa en las calles. Muchos de estos no cumplen usualmente con los requerimientos legales para su funcionamiento, pero aun así son muy populares.
Ayer, varios de estos sitios estaban atendiendo normalmente.
Andrés Maldonado atiende en uno de estos lugares, localizado en la carrera 21 con calle 57, barrio Pumarejo. En la mañana sacó todas las mesas como de costumbre y se preparó para recibir a los clientes. Incluso colocó un recipiente con agua limpia y un frasco con jabón líquido para que quienes llegaran se lavaran las manos.
'Mire, el día de hoy trabajamos normal, y si vemos que la cosa se va poniendo peor, entonces cerramos. Hay que entender que si no podemos abrir, no tenemos de qué vivir', dijo el señor, quien fue apoyado por varios vecinos del barrio, sus principales clientes.
Siete mil pesos cuesta un sancocho en el negocio de Andrés, un precio que atrae a decenas de personas cada día, pero desde que el coronavirus llegó a Colombia, el número de clientes ha disminuido.
'Nosotros queremos que nos digan qué hacer, porque no sabemos qué va a pasar. No pueden decirnos que cerremos y ya, debe haber alguna solución', expresó el comerciante.
Los controles
Si bien el llamado de las autoridades es a mantener cerrados estos negocios, el alcalde Jaime Pumarejo celebró a través de su cuenta de Twitter 'la buena actitud' de algunos propietarios de restaurantes en el norte de la ciudad que propusieron trabajar solo para domicilios, en otras zonas los comerciantes aseguran que esta no es una buena opción y que deberán abrir al público.
'Nosotros tenemos el temor de dos cosas: primero de que si no abrimos estamos perdiendo dinero y nosotros somos muy necesitados, vivimos del día a día. Segundo, si abrimos y llega alguien de la Alcaldía a cerrarnos, ¿qué nos harán? ¿Nos multarán? No sabemos, por eso vivimos con la incertidumbre', expresó Lucía Zambrano.




















