A uno de los cuerpos de agua más importantes del Atlántico lo acecha una amenaza ambiental que pondría en jaque su ecosistema. Desde hace dos años, la comunidad del corregimiento La Peña, del municipio de Sabanalarga, viene alertando la filtración de aguas de alcantarillado al Embalse del Guájaro.
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Luis Arjona, director del Museo Paleontológico de La Peña y docente de la Institución Educativa Técnica de La Peña, relató que el alcantarillado, el cual fue instalado hace más de cuatro años, no está funcionando en su normalidad. Precisó que la gran mayoría de los manjoles están tapados y rebosados.
“Todas esas aguas, durante más de dos años, han sido arrojadas hacia el Embalse del Guájaro. Es un gran arroyo de aguas que, durante todo el día, toda la noche y todo el tiempo, está llegando al embalse”, explicó el habitante.
En dicho periodo de tiempo, se ha formado una “laguna de oxidación” que llega a la ciénaga, la cual sería receptor de una gran cantidad de contaminantes. Puso de presente que los entes encargados de la obra —es decir, la Alcaldía Municipal y la Gobernación del Atlántico— no previeron ni tomaron las medidas necesarias para instalar el alcantarillado y realizarle mantenimiento.

Por otra parte, las aguas negras, además de estar afectando al embalse, están impactando en la calidad de vida de los habitantes, especialmente del barrio Tamarindo. De acuerdo con el docente, este sector tiene en la orilla del embalse todas las tuberías reventadas.
“Entonces, cuando se rebosan, se produce un arroyo de toda esa cantidad de agua de alcantarilla que viene de los baños de los habitantes acá del barrio Tamarindo, que es bastante grande, y se va hacia el Embalse del Guájaro”, señaló.
De esta manera, aseveró que las personas del barrio y la comunidad en general del pueblo ya no soportan convivir con los malos olores que afectan al ecosistema del embalse, a las comunidades y al turismo del corregimiento, así como a las empresas acuícolas que utilizan el cuerpo de agua para alimentar a los peces.
En Luruaco
No obstante, al parecer esta problemática también se presenta en otros municipios del Atlántico. Humberto Currea, representante legal de la Fundación de Pescadores y Ambientalistas de Luruaco, notificó a esta casa editorial que el territorio también tiene manjoles deteriorados que afectan a la laguna de Luruaco.
Currea indicó que el servicio de alcantarillado en el municipio es de mala calidad. Detalló que se instalaron manjoles sin hacer la conexión con la tubería y que los mismos suelen desbordarse hasta llegar al ecosistema.
“Ese es el desagüe de la planta de tratamiento del acueducto de Luruaco. Esa agua viene por una tubería rectilínea y llega al arroyo Limón. Desde allí, esa agua botada llega finalmente a la laguna de Luruaco”, explicó.

La pesca en jaque
Cuando el agua recibe todos esos materiales, muchos peces se ven afectados automáticamente, tales como los alevinos, a los cuales retrasa su crecimiento o, incluso, los hace fallecer.
Miguel Cabrera, pescador del corregimiento Aguada de Pablo —del municipio de Sabanalarga—, advirtió que esta contaminación los afecta, ya que están conectados por el mismo cuerpo de agua.
Recordó que la economía de estos pueblos se basa en el Embalse del Guájaro: “Si se declara inservible, es decir, que las aguas están totalmente contaminadas, ¿qué sería de la vida de estos pueblos si toda nuestra economía depende de ahí?”.
En ese orden de ideas, realizó un llamado a las autoridades por la preocupación de perder el cuerpo de agua del que dependen.
Asimismo, advirtió que el Embalse del Guájaro ha reducido su extensión y enfrenta presiones constantes por actividades agrícolas y pecuarias cercanas, como cultivos de palma y limón, uso de fertilizantes y químicos, y galpones avícolas, cuyos impactos terminan deteriorando rápidamente la calidad del agua pese a los controles existentes.

Afectaciones ambientales
Beatriz Ferreira Tilano, quien es gestora ambiental y de sostenibilidad de la Fundación Inubac, explicó que este tipo de aguas residuales, sin previo tratamiento, generan eutrofización.
Este fenómeno ocurre con el ingreso de materia orgánica —como nitrógeno, fósforo y otros nutrientes— a un cuerpo de agua, lo que produce un crecimiento desmedido de algas que reducen los niveles de oxígeno en el agua y propicia la mortandad de peces.
“Esto afecta la seguridad alimentaria de la zona y también la calidad del agua, representando un riesgo directo para la salud pública de las comunidades aledañas que viven cerca del cuerpo de agua y, de manera directa, para las comunidades pesqueras que dependen de esta actividad”, alertó la experta.

Y añadió que las consecuencias a largo plazo que generan estos sedimentos y exceso de nutrientes es el aceleramiento de un proceso de colmatación, lo que reduce la capacidad de almacenamiento del ecosistema y lleva a que su resiliencia —o capacidad de carga— disminuya cada vez más con el tiempo.
Es de destacar que el Embalse del Guájaro, como todos los cuerpos de agua, actúa como amortiguador térmico gracias a la diversidad de fauna y flora que conlleva, lo que autorregula “el recurso hídrico local y ayuda a controlar las inundaciones durante las épocas del fenómeno de La Niña”.
Finalmente, Beatriz aseveró que es fundamental cumplir de manera obligatoria los planes de saneamiento y manejo de vertimientos, así como fortalecer la gestión integral del agua.
Desde la Gobernación
Lady Ospina, secretaria de Agua Potable y Saneamiento Básico del Atlántico, explicó que, en el caso de La Peña, el sistema de alcantarillado fue diseñado por una empresa estructuradora, financiado por el Gobierno nacional y construido por la Gobernación, para luego ser entregado a un operador comunitario, el mismo que presta el servicio de acueducto.
Durante un periodo inicial, el operador comunitario, llamado Acompe, recibió acompañamiento y capacitación para la operación del alcantarillado; sin embargo, actualmente se evidencian debilidades en el mantenimiento y sostenimiento del sistema.
“Si no se hacen los mantenimientos y no se realiza una operación adecuada, estas situaciones se van a presentar, porque tener alcantarillado no solo depende de contar con infraestructura, sino de tener un operador adecuado”, expuso la funcionaria.
Detalló que el alcalde propuso que la empresa Triple A asumiera la operación tanto del acueducto como del alcantarillado, pero la comunidad solo acepta que opere el alcantarillado, lo cual no es viable técnica ni financieramente.
De esta forma, concluyó que el control y la vigilancia sobre los operadores de servicios públicos recaen exclusivamente en la Superintendencia de Servicios Públicos, ya que ni la Gobernación ni el municipio tienen competencia directa para sancionar o intervenir, salvo en aspectos administrativos relacionados con subsidios.
En contraste, en el caso de Luruaco, el servicio de alcantarillado es operado por una empresa especializada, Aguas del Sur del Atlántico, De esta forma, la secretaria aseguró que harán llegar la información a dicha empresa para atender de inmediato la problemática.
¿Cómo nació el Embalse del Guájaro?
Según Beatriz Ferreira (Inubac), en principio, el embalse era un sistema de pequeñas ciénagas naturales que se interconectaban gracias a las conexiones que se presentaban durante las fuertes lluvias. Su transformación técnica habría comenzado a principios de los años 70 con la construcción de un sistema de diques, como las compuertas, cuyo objetivo principal era regular los niveles de agua y mitigar las consecuencias o los efectos catastróficos que podrían ocurrir por inundaciones.
De esta forma, con el paso de las décadas, se convirtió en un reservorio de agua dulce importante en el departamento. Adquirió la significancia que hoy tiene y es una de las ciénagas más importantes del Atlántico y uno de los embalses más relevantes del departamento.





















