Las penurias por lograr una penca de caña flecha para trenzarla y venderla a quienes la convierten en una artesanía quizás muy pronto serán cuestión del pasado, por lo menos para quienes hacen parte de la comunidad indígena zenú de Mata de Caña, un corregimiento de Sampués, en Sucre.
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Las mujeres artesanas de esta zona, que son todas, desde la más niña hasta la más adulta, ya no solo van a cortar, limpiar, pulir, teñir y hasta trenzar la cañaflecha, sino que también la van a cultivar.
Para este fin, que es catalogado por ellas como lo mejor que les ha ocurrido en el inicio de este 2023, cuentan con las más de 70 hectáreas que conforman la finca La Bendición que tiene agua abundante, necesaria para esta clase de cultivos que en estos tiempos se ha vuelto escaso y eso las afecta, no solo económicamente, sino también emocionalmente 'porque cuando no tenemos esto no sabemos qué hacer, nos aburrimos porque nuestras vidas han estado ligadas desde niñas a esto y a los oficios de la casa', anota Rosalba Lugo, que está próxima a celebrar su cumpleaños número 60, de los cuales 54 los ha dedicado a trenzar cañaflecha.
'Toda la vida la he dedicado a trenzar. Desde la edad de 6 años lo hago porque a eso fue que me enseñaron mis padres y mis abuelos. Todos los días trenzo', precisa Rosalba que agradece que la Sociedad de Activos Especiales (SAE) le hubiese entregado ‘La Bendición’ a Artesanías de Colombia y esta las escogiera para poner en marcha muchos proyectos con los habitantes de Mata de Caña, entre esos la siembra de cañaflecha.
'Ahora las cosas van a cambiar para nosotros. Será algo muy bueno porque nosotras mismas vamos a sembrar esta palma. Yo siempre quise tener en mi casa un pedacito para esa siembra, pero no me era posible porque en mi casa no hay espacio para nada, ni para sembrar una matica de limón. Somos muchos y todos trenzamos, hombres, mujeres y niños', puntualiza la mujer que le agradece a Dios primordialmente.
Otra que está feliz al tener un pedazo de tierra que le garantiza la tenencia permanente de la materia prima, para seguir trenzando hasta cuando Dios se lo permita, es Balvina Isabel Salgado Buelvas, quien a sus 72 años sigue trenzando. Estaba trabajando en unos lazos finos de cañaflecha que debía entregar en dos días para la elaboración de unos bolsos.
Era tanta la felicidad de Balvina que mientras trenzaba sentada bailaba moviendo sus hombros y cantando los porros que sonaron antes de iniciar oficialmente el acto de entrega provisional de ‘La Bendición’ a los representantes de la comunidad indígena de la etnia zenú de Mata de Caña, y cuando esto se produjo se puso en pie, dejó el trenzado en la silla y celebró bailando.
'Aprendí a tejer viendo a mis padres y todavía me siento firme para seguir haciéndolo. Cuando no tengo la cañaflecha para trenzar me desespero', anota.
Por su parte Enileth Martínez González trenza desde cuando tenía 7 años y hoy ya cumple 44. Al recibir ‘La Bendición’ dijo que se acabaron los problemas porque 'ya no tenemos que sufrir porque no encontramos cañaflecha, sino que la vamos a sembrar y sabremos con cuántas pencas contamos para hacer nuestros trabajos y ganarnos los chivitos [pesos] para sobrevivir'.
En la actualidad estas tejedoras compran un mazo de cañaflecha en 10 mil pesos cuando hace 2 años eran solo 3 mil pesos y cada metro ya trenzado se los compraban en tan solo $1.000 o máximo $1.200 cuando sube, dice Enileth.
'Quisiéramos que nos pagaran mejor el trabajo que hacemos [trenzar], pero la gente no nos da más; entonces, tenemos que venderlo así para poder tener dinero para mantener el hogar, porque a veces el señor de la casa se queda sin trabajo', puntualiza Emileth, que aprendió a trenzar observando a su mamá.
En la casa de Liliana Patricia González Arroyo también trenzan todos. Es una tradición que han heredado de sus ancestros y a la que ella sagradamente se dedica todos los días. En un día puede trenzar hasta 30 metros cuando tiene la materia prima y pedidos de los compradores.
{"titulo":"Dejan en libertad a Nini Úsuga, hermana de alias Otoniel","enlace":"https://www.elheraldo.co/colombia/en-libertad-queda-nini-usuga-hermana-de-alias-otoniel-jefe-del-clan-del-golfo-979019"}
Esta actividad la realiza a la par con los quehaceres del hogar, y en ocasiones no tiene dinero para comprar las pencas de cañaflecha o no las hay, se agotan, como les ocurrió hace poco que no se las habían traído de Montelíbano por el paro que había en las carreteras.
Liliana está feliz con ‘La Bendición’ porque en adelante tendrá su propia siembra de cañaflecha y ya no tendrá que depender de otros cultivadores en Sampués, Montelíbano, San Antonio de Palmito y San Andrés de Sotavento.
'Ya no vamos a tener que depender de quienes vienen de otra parte a traernos los macitos o las docenas', dice. Cada rollo puede tener hasta 20 metros.
Ribete, trenza fina y basta son las categorías en las que estas mujeres artesanas han clasificado la cañaflecha y cada una de estas tiene sus usos de acuerdo con lo que se quiera elaborar, es decir, sombreros, bolsos, zapatos, entre otros.
'La finca ‘La Bendición’ sí es una bendición que nos ha dado Dios y el gobierno porque cultivando nosotros esta palma hemos alcanzado la gloria', remata esta mujer que sueña con que tengan 20 hectáreas sembradas de cañaflecha para ayudar a otras que como ella dependen del trenzado para sobrevivir.
‘La Bendición’ antes se llamaba ‘La Mano de Dios’ y era, según la SAE, del Clan Úsuga.





















