Este martesse conmemoran 25 años del asesinato de Jaime Garzón, uno de los periodistas y humoristas más recordados por los colombianos.
En un país donde la risa a menudo se enfrenta a la censura, Garzón usó su humor mordaz para criticar las injusticias sociales, lo que lo convirtió en una figura querida, pero también en un blanco fácil. Su muerte dejó una herida profunda en el país, y su legado sigue vivo en la memoria colectiva.
Para rendir homenaje a su vida y obra, su hermano Alfredo Garzón, reconocido dibujante, y la dramaturga Verónica Ochoa han unido esfuerzos para lanzar el libro Garzón, el duelo imposible. Este proyecto, que comenzó hace cinco años, es una novela gráfica que convierte el duelo y la memoria en arte. A lo largo de las 564 páginas, el lector encontrará más de 3.000 ilustraciones, en una obra que no solo recorre la vida y el impacto de Jaime Garzón, sino que también explora el dolor de la pérdida y la lucha por la justicia.

Surgió a bordo de una chiva
Alfredo Garzón fue de los pasajeros que recorrió la noche bogotana en ‘La Prepago’, una chiva que la dramaturga y directora antioqueña Verónica Ochoa convirtió en un escenario teatral para su obra El corruptour.
En el interior de ‘La Prepago’ se subían personajes que, a través de un texto que mezclaba el teatro documental, el humor ácido y reflexiones filosóficas, se preguntaban por las causas que llevaron al asesinato del periodista y humorista Jaime Garzón, aquel 13 de agosto de 1999.
“Fue un acto de generosidad del arte de Verónica, de Felipe Vergara (director) y de todo el grupo de 16 actores. Sentí un gran agradecimiento, una gran admiración por lo que puede hacer el arte por uno y por la sociedad en un caso como estos, porque el duelo por el caso de Jaime es colectivo”, explica el dibujante Alfredo Garzón, hermano de Jaime, sobre lo que sintió aquella noche que vio la obra.
Para la dramaturga, El corruptour fue un lugar que le dio un espacio al grito, a la rabia, a la indignación, que para ella eran muy necesarios. “Yo consideraba que el teatro debía salirse de sus recintos normativos y poder ir y confrontar, movilizar, aparecer y luego desaparecer. Me dejó el aprendizaje de que los límites en el arte escénico realmente no existen”, añade Ochoa.
Gracias a ese encuentro entre Garzón y Ochoa se empezó a gestar otro proyecto artístico: la novela gráfica Garzón, El duelo imposible, publicada por el sello independiente Rotundo Vagabundo que es, a su vez, la asociación creada por Garzón y Ochoa para divulgar el ideario del periodista y humorista.
Uniendo pasiones

Verónica Ochoa contribuyó con su experiencia en la dramaturgia para darle forma a una narrativa que, aunque profundamente personal, resuena con la experiencia colectiva de un país que aún busca respuestas.
“Yo tenía muchas ideas a partir de El Corruptour, le había dicho a Alfredo que hiciéramos un álbum de laminitas de corruptos. Pero, claramente, Alfredo ya tenía una idea mucho más sofisticada dentro de su cabeza y un poco me fue llevando y dándome a conocer la novela gráfica”, añade la artista.
Alfredo Garzón, quien compartió con su hermano una estrecha relación, cuenta que encontró en el dibujo una forma de canalizar su dolor y, al mismo tiempo, rendir un homenaje a Jaime.
Cada trazo de las ilustraciones es un testimonio del amor fraternal y de la admiración por un hombre que se atrevió a decir la verdad en un país donde hacerlo podía costar la vida.
“Los jóvenes y su actividad fueron los que de alguna manera inspiraron este libro, y son, a la vez, los destinatarios”, añade Alfredo Garzón sobre la selección de este formato.
Los autores explicaron que esta nueva novela gráfica jala varios hilos para tratar de unir esa telaraña que es la historia colombiana. Desde el movimiento gaitanista, pasando por la Guerra Fría y llegando a la infancia de Jaime Garzón, su desarrollo como humorista, su asesinato y la infructuosa búsqueda de justicia.

Un legado vivo
Para Alfredo, su hermano logró comunicar a través de su humor unos conceptos complejos y sofisticados, especialmente comparados con el nivel de la conversación política en los medios. “Yo diría que hay unos elementos en el discurso y en el lenguaje de Jaime que resuenan con los jóvenes y tienen que ver con la alegría, por un lado; el humor, que es la inteligencia, y la verdad. Son unas ideas que sobreviven a los tiempos y que logran comunicarse con personas jóvenes que están construyendo sus vidas y las vidas de sus comunidades y de su país”, explica el dibujante.
Para Ochoa, aunque la realidad es compleja, ahora las apuestas apuntan a una transformación. “Con Alfredo hemos hablado un poco de que esta novela nos permitió transitar de la impotencia, de la impunidad y de la injusticia, a la potencia del arte como un lugar fértil para imaginar un futuro distinto”, finaliza la dramaturga.





















