Durante años, numerosos estudios han analizado los efectos del consumo de alcohol en la salud física, mental y social. Recientemente, expertos han planteado que existe un rango de edad en el que abandonar por completo el consumo de alcohol podría marcar un antes y un después en la calidad de vida.
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El impacto del alcohol varía dependiendo de la edad, el sexo y el estado de salud. Durante la adolescencia y los veintes, el cuerpo suele recuperarse con mayor facilidad frente a daños eventuales. No obstante, consumir alcohol desde edades tempranas puede sentar las bases de una dependencia, con riesgos que se pueden manifestar años después.
A medida que pasan los años —especialmente tras los treinta— el metabolismo cambia: el hígado pierde eficiencia, y el cuerpo necesita más tiempo para procesar sustancias. Esto incrementa la carga sobre el organismo, especialmente si el consumo es prolongado.
Algunos estudios sugieren que quienes abandonan el alcohol en la treintena logran beneficios notables: mejor salud cardiovascular, menor riesgo de enfermedades hepáticas y ciertos tipos de cáncer, así como una notable mejora en su bienestar general.
Además, dejar el alcohol desde edades tempranas parece favorecer funciones cognitivas, relaciones personales más estables, y una mejor satisfacción con la vida. Las posibilidades de recaídas también disminuyen cuando se toma esta decisión de forma temprana.
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Beneficios de frenar el consumo en la mediana edad
Quienes detienen el consumo con más años encima también pueden notar mejoras. Entre los cambios positivos más frecuentes se encuentran mejoras en la presión arterial, regulación del metabolismo, mejor calidad de sueño y menor riesgo en enfermedades crónicas.
Para muchas personas, abandonar el alcohol representa no sólo una mejora física, sino también psicológica: disminuyen los episodios de ansiedad o depresión, se reducen problemas relacionados con dependencia, y se incrementa la claridad mental.
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Aunque hay consenso en que cuanto más pronto se deje el alcohol, mayores son los beneficios, los especialistas advierten que no existe una “edad óptima” única que aplique para todos. Factores como el estado de salud, el historial familiar, hábitos de vida, y el patrón de consumo influyen en gran medida.
Dejar el alcohol —ya sea a los 30, 40 o 60 años— sigue siendo una decisión valiosa. Pero lo que sí parece claro es que mientras más temprano se abandone, mayores las posibilidades de prevenir daños irreversibles relacionados con el hígado, la salud cardiovascular y la función cerebral.




















