El Heraldo
Dos personas compran en un negocio de carnes. Algunos productos de la canasta familiar tendrían IVA de aprobarse la Tributaria. Hansel Vásquez
Política

La ley del Montes | ¡Ojo con la Tributaria...!

La reforma tributaria podría definir la suerte tanto del Gobierno como del Congreso en las elecciones del próximo año.  

No la tiene fácil el Gobierno con la reforma tributaria que presentará en los próximos días al Congreso para su aprobación. Aunque necesita con urgencia cubrir los gastos en los que incurrió por cuenta de la pandemia -que serían del orden de unos 20 billones de pesos- debe contar con el respaldo mayoritario de los congresistas, quienes ya empiezan a pensar más en el Presidente que llega en el 2022 que en el que se va. Mientras Duque se despide de la Casa de Nariño, ellos necesitan los votos suficientes para volver al Congreso el próximo año. Y en esas circunstancias nada más “antielectoral” que aprobar una reforma tributaria que le metería las manos en los bolsillos a millones de colombianos y cuyos efectos se empezarían a sentir el próximo año.

En un año preelectoral toda reforma tributaria que se presente ante el Congreso tiene pocas probabilidades de éxito, mucho más si el gobierno que la radica va de salida y tiene poca mermelada para dar, que es lo que sucede en estos momentos con Iván Duque.

Cuando existía la expectativa de la reelección –caso Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos– los presidentes tenían músculo suficiente para endulzar a los congresistas y así sus iniciativas no sufrían mayores contratiempos. Ahora es distinto. Duque tiene periodo fijo y por cuenta de ello a partir del 7 de agosto del 2022 habrá nuevo inquilino en la Casa de Nariño.

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Aprobar una reforma tributaria que se ensañe contra la clase media y mantenga los privilegios de los más ricos en materia de pagos de impuestos, sería tanto como un suicidio electoral, que acabaría con las aspiraciones de buena parte de la bancada que respalda al Gobierno.

De manera que si bien es cierto que el Gobierno tiene que pagar la deuda que asumió por cuenta del coronavirus, debe tener mucho cuidado para no producir una “matazón electoral” el próximo año, que terminaría frustrando las aspiraciones de quienes integran los partidos y movimientos que lo respaldan.

¿Qué hacer? Es indudable que por cuenta del coronavirus el Gobierno tuvo menores ingresos y mayores egresos. Es decir, la caja -que venía descuadrada- terminó descuadrándose mucho más y ahora es necesario volver a cuadrarla. Para eso es la tributaria y así lo ha explicado el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, quien cuenta con el soporte de la Misión de Expertos, que deberá decirle cuál podría ser la fórmula menos traumática.

El problema de la Misión de Expertos es que sus integrantes ignoran el clima político y electoral a la hora de hacer recomendaciones, todas ellas muy técnicas y muy bien soportadas. En cambio para el Gobierno -en estos momentos- el escenario político es fundamental, porque alborotar el avispero social podría costar muchas curules y hasta la Presidencia de la República. De ahí que el ministro Carrasquilla insista en la “concertación” con los congresistas. ¿Cómo debería ser –entonces– la reforma tributaria?

¡Olvídense del IVA a la canasta familiar!

Por más que el Gobierno diga que se les devolverá el IVA a las familias más pobres del país, ese discurso no alcanza para mitigar la indignación que produce el solo hecho de que en el Ministerio de Hacienda estén considerando ampliar el pago de dicho impuesto a varios productos de la canasta familiar.

Ampliar la base gravable de dichos productos es una monstruosidad. Punto. Meterle las manos en los bolsillos a millones de familias colombianas que apenas subsisten en medio de la peor crisis social y económica que ha vivido el país en las últimas décadas es inhumano y perverso.

La ampliación del IVA del 19 por ciento en varios productos de la canasta familiar castiga a quienes pagan el precio más alto de la pandemia, no solo en pérdidas de vidas humanas, sino con el cierre de cientos de empresas y negocios.

El Gobierno debería desmontarse de esa iniciativa que solo serviría para golpear a la clase media, incrementar la desigualdad social, estimular la evasión y fomentar la corrupción. Además, el país sigue sin establecer mecanismos eficaces para la devolución del IVA a los estratos 1 y 2. Hacerlo implicaría una inversión que resulta muy difícil en las actuales circunstancias.

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¡Tienen huevo...!

Uno de los grandes y graves problemas que ha dejado la pandemia es el de la desnutrición. Por cuenta del coronavirus, Colombia es un país desnutrido. Hay hogares –muchos de ellos en la Región Caribe– que solo comen una vez al día.

Pues bien: si en la reforma tributaria que presentará el Gobierno aprueban que huevos, leche, queso, panela, pollo, res y frijoles, entre otros productos de la canasta familiar, pasen de estar exentos (0%) a tener una tarifa de IVA del 19%, entonces la desnutrición se disparará mucho más. No solo no seremos competitivos, sino hambrientos.

Si hoy existen cientos de hogares que no comen huevos, carne y pollo porque no tienen con qué comprarlos, ¿cómo sería si dichos productos pagaran un IVA del 19%? Pensar –como creen en el Ministerio de Hacienda– que ese incremento no tendrá consecuencias sociales y económicas en la población es hacer una lectura errada de los efectos que tendría esa decisión, en caso de ser aprobada por el Congreso.

No se trata solo de incrementar el recaudo, sino de brindarles a los colombianos las condiciones mínimas que permitan su pleno desarrollo intelectual y físico. ¿Cuáles son las graves consecuencias que tiene la desnutrición en niños que asisten a escuelas primarias? ¿Quién mide la brecha que se forma entre un niño desnutrido y uno que cuenta con una nutrición balanceada? Sin duda alguna, las consecuencias de reformas tributarias tan perversas las pagarían las futuras generaciones.

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¡Quienes más tienen y más ganan que paguen más!

En lugar de fomentar un impuesto tan regresivo como el IVA, que “castiga” por igual a quienes nada tienen con quienes lo tienen todo, el Gobierno debería emplear todas sus fuerzas en lograr que se cumpla un principio fundamental de todo sistema tributario: los que más tienen y más ganan, más pagan. Así de simple.

La reforma tributaria proyectada por el Gobierno debería apuntar en esa dirección. Fomentar incentivos que solo sirven para atesorar riquezas no solo es mezquino y ruin, sino que genera más iniquidad. Acumular riqueza sin que ello se traduzca en un mayor bienestar social termina fomentando la desigualdad y creando escenarios de inconformidad social, cuyos desenlaces son casi siempre fatales.

La indolencia que muestra el Gobierno en su afán por recaudar el faltante de los 20 billones de pesos no se compadece con la tragedia que viven aquellas familias que apenas alcanzan a comer una vez al día.

El costo social y político que tendría una reforma tributaria que descargue todo su peso sobre los hombros de los más vulnerables sería enorme. Serviría para disparar a candidatos y partidos de oposición que tendrían la mesa servida para lograr triunfos electorales que hasta ahora les han resultado esquivos. Muchos politiqueros oportunistas se darían un banquete a costillas del Gobierno.

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¿Para cuándo la bajada del sueldo?

Resulta increíble que los congresistas que aprueban impuestos para todos -en especial para la clase media- no toquen sus salarios, que están entre los más altos del país. Quienes ganan sueldos superiores a 35 millones de pesos -funcionarios públicos y particulares- deberían pagar un 35 por ciento de rentas.

Como la reducción del salario de los congresistas —entre otros altos funcionarios del Estado— no ha sido posible, porque muchos de ellos no se dejan tocar sus bolsillos, entonces que paguen impuestos acordes con su salario. Así no solo se incrementaría un poco el recaudo, sino que se le enviaría un mensaje “tranquilizador” al país.

Llama la atención que muchos congresistas que apoyan de labios para afuera la reducción del salario -entre ellos varios de izquierda- a la hora de respaldar la iniciativa resultan con miles de pretextos y justificaciones.

Son buenos para exigirles a los demás, pero malos cuando se trata de ellos. Ni siquiera tiene que ver con el monto del recaudo, sino del mensaje: mientras ellos en el Congreso “abrochan” a millones de colombianos, sería muy bueno que también tengan el gesto de bajarse el sueldo.

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