En lo que va corrido del presente año, Monguí, uno de los 15 corregimientos que tiene el Distrito de Riohacha, ha producido más dulce en diferentes variedades que cualquiera de los restantes pueblos de la Costa Caribe colombiana.
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Hacer dulce no es una tradición nueva en este pueblo de unos 2.000 habitantes, localizado en la orilla de la carretera nacional que comunica a Riohacha con Valledupar. Allí se procesan dulces de todos los colores y sabores, desde el mismo momento en el que los primeros pobladores decidieron que allí estaría su sitio de vida y eso fue a finales del siglo XIX.
{"titulo":"Una penitencia por amor, salud y vida","enlace":"https://www.elheraldo.co/atlantico/semana-santa-recorrido-e-historias-de-los-flagelantes-de-santo-tomas-en-atlantico-991389"}
Ángel Acosta Medina, un abogado nacido en este pueblo y uno de los pocos que ha escrito sobre el surgimiento de Monguí, dice que alrededor de 1850 los habitantes del pueblo se dieron cuenta que había unos excedentes de leche que no deberían seguir perdiendo. Pasaron varios años cuando Odilona Griego, una visionaria del negocio, hizo los primeros dulces que fueron vendidos a trabajadores que desarrollaban obras en la zona y ella aprovechaba cuando estaban concentrados en el campamento para entregarles los mejores dulces de la región.
Un trabajo que tiene su magia
La matrona Ena Luz Camargo González, que lleva 40 de sus 75 años endulzando los paladares de los guajiros y hasta en el extranjero porque el dulce de Monguí rompió las fronteras del departamento y el país, asegura que 'hacer dulce no es solo poner un caldero y llenarlo de leche, eso tiene su magia, no son secretos pero son ingredientes y actitudes que deben ponerse en práctica mientras se revuelve la mezcla durante dos horas o más'.
Lo principal con lo que hay que rociar la mezcla con la que se está haciendo el dulce es una buena dosis de amor, hay que querer ese oficio, eso es un arte y si quieres que la gente esté contenta con tu producto, debes entregar el mejor, yo creo que he hecho bien mi trabajo porque en cinco ocasiones he sido la reina del Festival del Dulce que hacemos para el mes de diciembre en nuestro pueblo. En dos ocasiones me dieron el segundo lugar y eso muestra el amor con el que lo estoy sazonando', agregó.
Aprovechó para educar sus hijos
Ena se siente orgullosa de haberle brindado educación a sus hijos con las ganancias que obtenía de la fabricación y venta de dulces. Buena parte de sus hijos lograron estudiar carreras intermedias y así están enfrentando con éxito sus vidas.
Ella indicó que en su pueblo familias enteras logran la subsistencia con la venta de los dulces y mencionó como ejemplo a los Acosta, de quienes dice que, aunque ellos tenían otras formas de ingreso, en sus casas no era extraño encontrar algunas mujeres fabricando dulces para llevarlos a la carretera donde era común ver a mujeres pendientes del paso de buses para ofrecerles las delicias del pueblo.
Fruta que pongan en sus manos la convierte en dulce
Para Ena Luz hay una máxima y es que cada fruta que existe y es comestible tiene que generar un buen dulce. 'Yo he experimentado con muchas frutas y una de las novedades que tengo en mi cuenta es el dulce de guanábana, también hago dulce de patilla, pero tomando solo la parte blanca, es decir a la patilla no le permitimos que se quede algo sin consumir, ese dulce tiene una exquisitez única', sostuvo.
Esta experimentada dulcera dice que tiene capacidad para preparar 23 variedades de esos manjares 'y no hay uno solo por el que el comprador me haya reclamado por un mal sabor, cada fruta da algo extraordinario y yo lo se encontrar', dijo la cinco veces ganadora del Festival y Reinado departamental del dulce.
Los hombres también le meten la mano
Pero la preparación del dulce en Monguí no es una actividad exclusiva de las mujeres, pues se encuentran varios hombres que los hacen. 'Mi esposo Roberto Medina Pana, quien ahora tiene 85 años, ha sido siempre mi ayudante en la cocina, pero hay otros que están de lleno metidos en el negocio del dulce'.
Pese a este gran éxito con el producto, la voz unánime de unos 30 dulceros del corregimiento de Monguí, pueblo localizado a 35 minutos de Riohacha, es la de que necesitan apoyo oficial para poder comercializar de una manera más grande y lograr estímulos para poder competir con grandes fábricas que ponen sus productos con mayor facilidad.
'Con ayuda oficial nadie nos aguantaría el perrenque porque nuestro producto es enteramente natural desprovisto de preservativos y elementos químicos que al final causan sus efectos negativos en la salud de quienes los consumen', dice Ena, una de las cuatro primeras mujeres que se le midieron al negocio.



















