Esta semana, el director de la Policía Nacional, general William René Salamanca, desde Cartagena, dio detalles de lo que sería la nueva medida de la institución armada para contener el tráfico de cocaína por esta zona portuaria, por la de Barranquilla, desde el río, y por los otros puertos del país, con la designación de cinco oficiales de su entera confianza, en este caso otros cinco generales, para tal fin.
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La orden fue clara y, según el comandante, se planteó 'en concordancia' a la solicitud del Gobierno nacional para reducir el tráfico de estupefacientes por las terminales, con prevención, control y supervisión de los uniformados.
EL HERALDO conoció que, de fondo, se trata de una estrategia orientada por cuerpos de seguridad de los Estados Unidos como el Departamento Antidrogas, DEA; el FBI, el Servicio de Alguaciles de los Estados Unidos y la División de Operaciones Internacionales, HSI, en la búsqueda de tener manejo directo sobre los puertos para no extender órdenes entre agentes de menor rango que podrían ser sobornados como se ha visto en el pasado.
El narcotráfico en Barranquilla y en otras ciudades de la Costa históricamente ha tenido distintas dinámicas, unas basadas en la habilidad de los narcos para manejar el negocio y las otras ejecutadas por terceros para blanquear el dinero producto del tráfico de la droga. Y, frente a eso, las autoridades siempre han dado respuesta con operativos de decomisos y capturas.
Desde las décadas de los años 20 y 30, con la venta ilegal de medicamentos, pasando por el auge extravagante de la ‘bonanza marimbera’ en los 70, la aparición del Cartel de la Costa en los 80 y la presencia del paramilitarismo en los 90, hasta la actualidad, la capital del Atlántico ha visto fortalecerse y luego caer a míticas figuras del crimen.
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El Cartel de la Costa
El libro Los Jinetes de la Cocaína, del periodista Fabio Castillo, una verdadera joya que mostró en los años 80 cómo se cocinaba el negocio de la droga en todo el país, dio los primeros detalles del llamado Cartel de la Costa.
El texto se vendió como ‘pan caliente’, en sentido que, según cuenta la leyenda, los narcos y los amigos de los narcos de la época debían revisar si su nombre figuraba en esa 'biblia del crimen'. En ese entonces era una forma de saber si se estaba en el radar de las autoridades.
'A partir de la organización que tenían estructurada para el tráfico de marihuana, los clanes guajiros y barranquilleros, principalmente, empezaron a inclinarse por el de la cocaína', se lee en el documento del periodista Castillo, con relación a los inicios del temible cartel que surgió luego de la caída inesperada de los capos de la llamada ‘Bonanza Marimbera’.
El Cartel funcionó entre los años 1980 y 1998, de acuerdo con las autoridades. Y casualmente en sus inicios estuvo a la cabeza un hombre que hace unos días volvió a ser detenido por las autoridades en Santa Marta, en cumplimiento de un proceso distinto o ajeno al narcotráfico: José Rafael Abello Silva, conocido como el ‘Mono Abello’.
Registros históricos de las autoridades y de este medio lo mostraron para aquel entonces como el hombre que controlaba el comercio de drogas en la región Caribe y manejaba rutas hacia otros países del Caribe y Centroamérica. Este tenía el beneplácito del legendario Pablo Escobar y del Cartel de Medellín para transportar la coca.
Pero Abello fue capturado y extraditado a Estados Unidos, en 1987, bajo la orden del presidente de Colombia Virgilio Barco. Ahí surgió el nombre de Alberto Orlandez Gamboa, conocido como El Caracol, como su sucesor.
Tras la caída de Pablo Escobar en Medellín, Orlandez Gamboa empezó a negociar con el Cartel de Cali, de los hermanos Rodríguez Orejuela, hasta que cayó en una operación policial y tuvo la misma suerte que Abello: los Estados Unidos.
Sin embargo, en medio de la estrategia del ‘Caracol’ dentro del narcotráfico, toda Barranquilla fue testigo de la aparición del clan Nasser Arana, que logró amasar una fortuna tan grande como para quedarse mucho tiempo con el Hotel de El Prado, entre otros lugares emblemáticos de la ciudad.
Apareció también José Reinaldo Fiallo Jácome, alias el Nano, el hombre señalado por la justicia de ordenar el asesinato del cantante del Binomio de Oro, Rafael Orozco. Otro nombre vinculado a esta red fue el de Jairo ‘el Mico’ Durán, quien fue el responsable de corromper el Concurso Nacional de Belleza de 1990 en favor de la que luego fue su esposa. En su momento se dijo que ‘el Caracol’ habría ordenado la muerte de ‘el Mico’.
Libardo Parra, alias el Flaco o ‘el Guajiro’, supuesto hombre de confianza del ‘Caracol’, fue asesinado en febrero de 2021 en una supertienda Olímpica del norte de Barranquilla.
El gran Samuel Alarcón, mencionado muchas veces en las canciones de Diomedes Díaz, también se le vinculó con el Cartel de la Costa. Fue asesinado en 1995 mientras purgaba una pena en la cárcel nacional Modelo de Bogotá.
Por otro lado, lo de los crímenes selectivos, los ajustes de cuentas y las masacres no es nuevo en la ciudad. Entre los 80 y 90 se vivieron sangrientos episodios por cuenta de los enfrentamientos entre el Cartel de la Costa y el Cartel de Medellín.
Uno de esos casos fue el de Víctor Anichiárico Santrich y Emilio Abudinem, víctimas de un crimen planeado y perpetrado como si se tratara de un guión de película, después de que arribaran al aeropuerto Ernesto Cortissoz.
En su momento, EL HERALDO informó el 20 de junio de 1987 que la noche anterior una camioneta Ford Bronco estrelló el Mercedez Benz en el que se movilizaban Anichiárico y Abudinem, en la calle 30 cerca del acceso al terminal aéreo, en la salida de Barranquilla hacia el interior del país. Tras el choque, Anichiárico y Santrich quedaron heridos e indefensos. Los ocupantes de la camioneta que los embistió y otros hombres que estaban acostados en el bulevar de la vía, simulando ser indigentes, los remataron con pistolas y metralletas. El crimen fue atribuido por las autoridades al Cartel de Medellín que lideraba Pablo Emilio Escobar Gaviria. Víctor Anichiárico era hermano de Julio César Anichiárico Santrich, quien era considerado por la Policía y la DEA de Estados Unidos como uno de los hombres cercanos al círculo de Orlandez Gamboa.
Luego, unos diez años después, se vivió la famosa masacre de Champagne Vallenato, la cual dejó 7 muertos y 5 heridos. El sábado 14 de noviembre de 1998, a las 2:48 de la madrugada, varios sicarios llegaron con fusiles R-15 y dispararon contra varias personas en las afueras del establecimiento. Las víctimas fatales fueron Crusi Antonio González Peña, comerciante oriundo de La Guajira; Rangel Antonio Navarro Pérez, dueño de la discoteca, y su hermana Natalí Margarita González Pérez; Sigifredo Jesús Caballo, vigilante del negocio, Oscar Martín Polo Niño, Hernán García Escorcia y Freddy Padilla Fontalvo. Otras cinco personas fueron heridas. La Policía responsabilizó de la masacre a paramilitares de Santa Marta, cuyo objetivo principal era González, de 37 años y apodado Crusito, señalado subalterno del entonces jefe del cartel de las drogas en la Costa, alias el Caracol.
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Los paras y nuevas estructuras
Esa masacre en el negocio de música vallenata fue una especie de aviso para el venido a menos Cartel de la Costa por parte del poderoso paramilitarismo de la región Caribe y otros actores del narcotráfico.
En un documento de la violencia armada en Barranquilla, escrito por el profesor Luis Fernando Trejos Rosero, investigador del departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte, señala que en 1999 llegaron a Barranquilla los primeros hombres de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) enviados por ‘Jorge 40’. Desde ese momento en Barranquilla y el Atlántico hicieron presencia activa dos estructuras del Bloque Norte de las AUC, más precisamente el 'Grupo Atlántico' entre los años 2000 y 2003 y el Frente José Pablo Díaz (en adelante FJPD) entre los años 2003 y 2006.
'La importancia de Barranquilla en el despliegue de las AUC en el Norte de Colombia quedó en evidencia en la versión libre ante la fiscal de Justicia y Paz del segundo hombre de las AUC en el norte de Colombia, Rodrigo Tovar Pupo (Jorge 40), en la cual afirmó que el objetivo central de todas las acciones político-militares del Bloque Norte de las AUC era la captura de Barranquilla. Según Tovar Pupo, meterse en el departamento del Atlántico era una obsesión de la casa Castaño. Es necesario aclarar que en Barranquilla la presencia de los paramilitares no obedeció a un objetivo contrainsurgente, ya que las organizaciones guerrilleras nunca han tenido una presencia activa en la capital del departamento, por el contrario su expansión está ligada a las raíces históricas que los unen con el narcotráfico y al crimen organizado', se lee en el documento.
Tras su desmovilización en 2006, de acuerdo con lo expresado por Trejos, no dio por finalizado el fenómeno paramilitar ni de todas sus redes de ilegalidad en la ciudad de Barranquilla, sino que, por el contrario, dio inicio a una compleja trama de reconfiguraciones y mutaciones de las estructuras delincuenciales ligadas directa e indirectamente a este, ya que algunos se rearmaron y otros emergieron.
En ese tiempo hicieron presencia en la ciudad grupos criminales o bandas criminales como ‘los Paisas’, que fue una facción de la temible Oficina de Envigado de Medellín; ‘Los 40’, que fue un reducto de las AUC y unos hombres vinculados a las Fuerzas Militares; ‘las Águilas Negras’ y ‘los Rastrojos’.
Para la época, la presencia de tantas organizaciones y el mando de muchos hombres, dio pie a que estructuras del crimen también usaran la Costa para el tráfico de coca en grandes proporciones hacia Centroamérica, Estados Unidos y Europa.
Ahí cabe señalar que el 25 de octubre de 2008 se dio en Barranquilla el histórico decomiso —incluso no ha podido ser superado— de 10,5 toneladas de cocaína que se transportaban en dos camiones con dirección al puerto de la ciudad.
Para aquel momento, de acuerdo con información de la Policía, 'la mercancía iba a ser camuflada en un cargamento de plastilina y se dirigía al puerto mexicano de Veracruz, donde sería recibida y enviada al mercado de Estados Unidos'. Se informó que la droga, avaluada en ese momento en unos $390 mil millones, pertenecía al grupo de Daniel ‘el Loco’ Barrera, cabecilla del Cartel del Norte del Valle, hoy preso en Estados Unidos.
Frente al panorama actual del crimen, el profesor e investigador Trejos ha insistido en la interacción de distintas violencias en ciudades portuarias como Barranquilla.
'Si uno pudiera graficarlo en una especie de pirámide criminal en la cúspide están organizaciones criminales con presencia nacional, que hacen presencia en varios departamentos, que están vinculadas al crimen transnacional y esas son las que exportan clorhidrato de cocaína. Por debajo de esa pirámide, en la zona media, hay otras organizaciones cuya presencia es más local y ellos le prestan servicio o son subcontratadas por las organizaciones nacionales, en el caso de Barranquilla son ‘los Costeños’ y ‘los Rastrojos Costeños’. Ellos no están vinculados al crimen transnacional, sino al control de rentas ilegales dentro de los territorios por vía de extorsión, por vía de microtráfico y control del microtráfico'.
Sobre estos dos últimos grupos, como ya sucedió en el pasado, la Policía ha logrado poner tras las rejas a sus máximos cabecillas. No obstante, el problema radica ahora más en la corrupción dentro de las cárceles, que bien merecería otro capítulo.
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