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Los violentos disturbios ocurridos este miércoles en el estadio de Independiente de Avellaneda, en Argentina, son los segundos que protagonizan este año hinchas chilenos después de que en abril hubiera de suspenderse igualmente el choque entre Colo Colo (Chile) y Fortaleza (Brasil) por la invasión del césped.

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Se da la coincidencia de que en ambos encuentros el árbitro era el uruguayo Gustavo Tejera, protagonista accidental de los dos duelos más trágicos de los últimos tiempos en copa Sudamericana, la segunda competición de clubes más importante de la región tras la Copa Libertadores.

Y en ninguno de los dos partidos tuvo culpa el juez, ya que el juego se desarrollaba sin incidencia en el terreno, pero con el ánimo muy caldeado en las gradas.

En el caso del Colo Colo-Fortaleza, que supuso la eliminación de los chilenos por el resultado pero también por el castigo disciplinario, el origen fue la muerte en los minutos previos al encuentro de dos hinchas del cacique atropellados por un vehículo de la policía local que había llegado a las inmediaciones del estadio para reprimir a un grupo de aficionados que la parecer se habían reunido para forzar el ingreso son la entrada correspondiente.

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Cuando se supo la noticia, con el choque ya en juego, miembros de la ‘Garra Blanca’ comenzaron protestar contra las fuerzas policiales y a romper las vallas acrílicas del estadio, sin que la seguridad lo impidiera.

A mitad de la segunda parte, lograron quebrar la barrera y saltar a la cancha con palos y otros objetos, obligando a los jugadores a buscar refugio en el túnel de vestuarios y a Tejera y a Conmebol a suspender el partido.

En el desalojo del estadio se repitieron los incidentes entre radicales y policía, con el resultado de varios heridos y detenidos. Colo Colo fue duramente sancionado por el ente rector del fútbol sudamericano con la pérdida de la eliminatoria, una sanción económica y el cierre del recinto para los siguientes compromisos internacionales.

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En Avellaneda, se investiga aún lo sucedido pero las primeras versiones apuntan a que fueron los aficionados radicales de la Universidad de Chile los que habrían iniciado los incidentes al lanzar los asientos y otros objetos contundentes a los seguidores de Independiente que estaban en la tribuna inferior.

Imágenes de la televisión muestran que como el público del “Romántico Viejo” incluso prendió fuego en las gradas y blandían palos y barras de hierro.

Las imágenes más terribles se sucedieron, sin embargo, después del descanso cuando una vez desalojada la afición visitante, la policía argentina al parecer se retiró y permitió con ello que ultras de “el Rojo” accedieran a la grada donde quedaban algunos chilenos y los agredieron con saña.

Diversas fuentes informan de que hasta el momento hay tres aficionados chilenos graves, uno de ellos en estado crítico, decenas más con heridas de diversa consideración y más de un centenar de detenidos, la mayoría aficionados del equipo visitante.

Conmebol, que como ocurriera en el partido de Colo Colo y Fortaleza, suspendió el duelo tras aplicar el protocolo interno por razones de “inseguridad”, afirmó este miércoles que abrirá una amplia investigación y aplicará las medidas disciplinarias necesarias, mientras que los presidentes de ambos clubes se responsabilizan mutuamente de la sangrienta pelea.

La violencia es uno de los problemas más graves que tiene el fútbol chileno, sumido desde hace años en una profunda crisis deportiva, económica y de gestión, tanto a nivel de clubes, como de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), las instituciones municipales y de gobierno y las fuerzas del orden, incapaces de trabajar en sintonía para acabar con esta lacra.

Casi todas los meses, se producen hechos de violencia tanto a nivel profesional como a nivel amateur y en los categorías inferiores de formación, en un contexto en el que los clubes no solo no actúan contra las barras bravas, si no que las financian con entradas y otros beneficios.

La situación es tan grave, que hay clubes como la propia U de Chile que no tienen estadio propio porque las municipalidades no quieren albergar recintos futbolísticos.