Después del exgrandesligas Édgar Rentería, en Montecristo idolatran a un amateurista de 71 años, pensionado y de cabello blanco, que juega parqués casi todos los días. Dicen que se adjudicó hace más de cuatro décadas el record del home run más largo en la historia del béisbol aficionado del Tomás Arrieta. Ese domingo Rafael Peña bateó tan alto que la pelota cayó fuera del estadio.
Algunos creen que la bola terminó en el patio de un colegio cercano. Otros tienen la idea de que rompió el vidrio de una estantería de fritos. Lo que es cierto es que alcanzó unos 474 pies y que hablar del tema pone nostálgico a Peña.
Desde la terraza de una casa ubicada en la calle 49 con carrera 56, el exbeisbolista hace figurar su estrategia con los juegos de mesa. Sobre el tablero colorido caen las hojas secas de un árbol de mango. Peña lanza los dados, juega su turno y asegura no acordarse de ese día. 'Eso es mentira', le dice un compadre. 'Aquí todos se saben ese cuento porque somos por excelencia beisbolistas', agrega
En Montecristo los que menos saben de béisbol juegan chequita. Eso dice Juan Carlos Manjarrez para confirmar que el barrio donde vive es de deportistas. Por eso enumera los escenarios que rodean a su vivienda: tiene el Tomás Arrieta, ahora conocido como Édgar Rentería; el Coliseo Humberto Perea, las instalaciones de Indeportes y la piscina Olímpica.
'Aquí todo queda cerca, hasta tenemos la Cárcel Modelo, pero menos mal no andamos en esas', bromea Anuar Mendoza, un profesor de educación física que en su juventud jugó fútbol profesional con el Sporting de Barranquilla.
El barrio
Montecristo, ubicado en la localidad Norte Centro Histórico, va de la calle 58 entre carreras 62 y 58 hasta la Vía 40. Además de los templos deportivos, cuenta con el emblemático Teatro Amira de la Rosa, la Sociedad de Mejoras Públicas, la Alianza Francesa, el Cuerpo de Bomberos e instituciones educativas como la Corporación Universitaria Latinoamericana y Universidad de la Costa.
Tiene un total de 4.420 habitantes, de acuerdo con las estadísticas de la Oficina de Participación Ciudadana del Distrito, que contabiliza 435 casas y al menos 278 apartamentos.
Sus habitantes lo describen como un barrio donde los vecinos le ayudan a barrer a otros, donde las familias se sientan en la terraza de su casa, donde cada vivienda tiene un árbol, donde 'nos gusta el sancocho servido en totuma y con cuchara de palo'.
Su nombre se debe a una finca que hace más de 100 años se adueñaba de ese predio. Le llamaban ‘La Cueva de Montecristo’, y fue hogar de refugio para cientos de barranquilleros que huyeron de una epidemia en ese tiempo. Según cuenta Orlando Barranco, un historiador del barrio, 'en este entonces la ciudad estaba invadida por la tuberculosis, enfermedad que hizo que muchos buscaran vivir entre la vegetación, los cultivos de hortalizas y el matarratón'.
'En 1916 el sector estaba tan poblado que fue considerado un barrio y los habitantes eligieron entre tres nombres: Montecristo, La Lechuga y Once de Noviembre', cuenta Barranco, de 63 años.
Según el hombre, que usa sombrero vueltiao, hay dos cosas que caracterizan al barrio: 'somos querendones y nos gusta el deporte'.

La chequita
Mientras juegan parqués, los vecinos recuerdan cuando, luego de ver un partido de béisbol en el diamante del Tomas Arrieta, buscaban los palos de escobas de sus casas y las tapas de gaseosa para jugar a la pelota caliente con chequitas. 'Esa es una tradición que aquí se mantiene. Lo hacemos esporádicamente', asegura Anuar, ganador del primer torneo de Chequita realizado oficialmente en Barranquilla.
Chequita no es una palabra que aparezca en el diccionario. Está más bien en el dialecto costeño y en la esencia del barranquillero. En Montecristo está incrustado, como lo está la bola 'e trapo, el dominó y el totumazo.
Anuar, quien también es secretario de la Junta de Acción Comunal del barrio, asegura ser pioneros en los torneos de bola 'e trapo. Recuerda que en 1996, hace 20 años, lograron la hermandad entre equipos de Barrio Abajo, Barlovento, Modelo, San Roque, Boston e Hipódromo.

'Somos tremendamente competitivo. Podemos pasar más de 15 minutos discutiendo por quien lo hace mejor. Eso sí, de eso no sale ninguna trompada', complementa Juan Carlos, mientras juega con los dados.
Explica que, con esa actitud, la gente del barrio se defiende en las artes. Montecristo se engalana en las festividades con los bailes de la Comparsa Cipote Marimonda, Marimondas Quilleras y las tradicionales Negritas Puloy, entre otros.
'Después de cada desfile lo hablamos. Que nosotros bailamos mejor, que las niñas y los niños lo hicieron más lindo y etcétera', agrega entre risas.

El popular totumazo
En Montecristo, el sabor en las danzas seguro se parece al de la gastronomía. En el barrio dicen que allí se cocinan 'los mejores sancochos del mundo' y que están a la vuelta de la esquina.
En la calle 49 con carrera 56 hay seis ollas de sopa y del otro lado de la calle hay ocho más. Unas hacen parte del popular restaurante ‘El Totumazo’ y las otras del establecimiento de ‘El Pen’. De acuerdo al menú, las hay de mondongo, patica de cerdo, trifásica, de pescado y guandú.
'Aquí vienen de otras partes del mundo y quedan wao', es la consigna de Roberto Pardo, mejor conocido en el sector como ‘El Pen’, porque en vez de vender los totumazos a $8.000, él asegura que cuestan '$8 pen'.
'Nada más bacano, después de un partido, un sancocho con guarapo'. Con ese sabor se quedan los del barrio Montecristo, quienes entre tradiciones esperan seguir, como Rafael Peña, ‘sacándola del estadio’.









































