En el segundo piso de una bodega en el Centro de Barranquilla –que alberga numerosas cajas con kilos de distintos tipos de nácar y piedras semipreciosas que provienen de diferentes países– se encuentra un taller en el que cinco artesanos elaboran complejas piezas de arte predominantemente sacro, que han viajado a salas de exposición en Europa, Medio Oriente y el Vaticano. Y también a diversos palacios presidenciales de América Latina.
Se trata del Taller Palestina, un espacio creado por Enrique Yidi Dacarett, ingeniero, empresario, artesano y entusiasta del arte que ha dedicado más de dos décadas al estudio de la técnica del trabajo en nácar, material utilizado tradicionalmente para la elaboración de piezas de arte sacro católico y cristiano, costumbre que, según Yidi, se extinguió completamente en Palestina.
'En un viaje a Belén me entrenó uno de los últimos maestros vivos en este tipo de arte. Él tenía 82 años y su taller ya estaba cerrado, pero me permitió entrar y aprender con él. Además de traerme sus técnicas, le compré sus herramientas y planos', expresa Yidi, quien habla sobre el ruido que producen las máquinas que sus cinco compañeros de trabajo –provenientes de Usiacurí (Atlántico), San Agustín (Bolívar), Plato (Magdalena) y de la misma Barranquilla– utilizan para pulir las piezas que, unidas por medio de diferentes técnicas, conforman complejas y delicadas piezas de arte de exportación.
La historia del nácar
Cuenta Yidi que este tipo de arte en nácar de alta complejidad desapareció en Palestina debido a las migraciones y a la adversa situación económica que se desprendieron de las guerras que azotan este territorio.
'En esta región solía haber alrededor de ocho prestigiosos talleres, pero con el paso del tiempo y con la complejidad de la situación, estas familias decidieron mandar a sus hijos a otros países y estos no continuaron con el arte', explica el autor del libro El arte palestino de tallar el nácar, investigación publicada en 2005 junto a la administradora y también estudiosa del arte Karen David Daccarett y a la historiadora Martha Lizcano Angarita.
Así, explica Yidi que lo antes solía ser una serie de procedimientos para crear piezas de la más refinada elaboración 'dio paso a la producción de piezas turísticas más sencillas'. Después de establecer el taller en Barranquilla, Enrique se encargó de encontrar a los artesanos que trabajarían con él. Tendrían que ser personas con grandes habilidades para la pintura, el dibujo y la escultura. Y también, dotados de una enorme paciencia.
'Este es un arte muy minucioso. En un broche pequeño puede haber hasta 500 perforaciones. Una pieza pequeña puede significar hasta cinco horas de trabajo, por eso es muy importante que, además de talento, la persona tenga una gran paciencia y que no espere que los resultados sean rápidos, como muchas cosas hoy en día', expresa Yidi mientras sostiene una de las piezas en la que trabaja uno de sus artesanos.
Mezclando estilos
Posterior a su aprendizaje en Belén y con el Taller Palestina establecido en Barranquilla, Yidi percibió que les hacía falta mayor variedad en las técnicas que trabajaban, motivo por el cual viajó a otros países del mundo para enriquecer el conocimiento sobre estos procedimientos.
Fue así como inició una peregrinación por Europa recopilando el estilo de diferentes talleres de arte. En el noreste de Milán, Italia, en la ciudad de Bérgamo, entró en contacto con los hermanos Carigi, cuatro hombres que tenían un taller de restauración de piezas de nácar. Con ellos permaneció durante varias semanas, después de lo cual estos viajaron a Barranquilla para dictarles clases a los artesanos que trabajan en el taller Palestina. Otros viajes por países del sudeste asiático le permitieron al entusiasta Yidi conocer otras técnicas que combinó con su amplio conocimiento de las conchas y moluscos marinos, un aprendizaje que había acumulado desde su niñez por el interés innato que tuvo sobre estos.
Con este conocimiento empezaron a trabajar con 22 nuevas especies de nácar, caracoles y conchas y con 40 tipos de piedras semipreciosas. Originalmente el trabajo en nácar solía ser monocromático, y 'el que nosotros hacemos posee muchos colores. Algo que indistintamente marcó el estilo de la producción del taller Palestina fue el arte sacro con el propósito de mantener el legado que dejaron en Belén los antiguos maestros palestinos', expresa.
De exportación
En los 18 años de existencia que lleva el taller en Barranquilla, el trabajo que han realizado ha sido enviado en su mayoría a otros países. Por ese motivo, solo hasta hace pocas semanas realizaron su primera exposición en la ciudad, con una muestra de alrededor de 40 cruces y retablos en nácar con madera de olivo que se encuentra estos días en la Galería de La Aduana.
El primer gran trabajo que realizaron fue para el entonces presidente Andrés Pastrana. Elaboraron un gran escudo de Colombia en nácar que aún permanece en la Casa de Nariño. La obra llamaba poderosamente la atención de los diferentes mandatarios que visitaban el lugar, por lo que muchos de estos empezaron a contactar a Yidi y a sus artesanos para hacer sus propios pedidos, según cuenta el también empresario.
'Después nos contactó Hugo Chávez cuando era presidente de Venezuela. A él le hicimos unos 7 u 8 trabajos que en algunas ocasiones él le obsequió a algunos mandatarios en Medio Oriente que tenían relación con él en ese momento. También le hemos hecho trabajos a presidentes de turno de Panamá, Chile Perú, Argentina y Brasil', expresa Yidi.
Otro lugar al que ha llegado su arte es el Vaticano, a donde enviaron una cruz tríptica y un cofre. Allá, Yidi dictó durante una semana un taller de restauración en nácar a los restauradores de la ciudad. Les enseñó cómo limpiar y darle brillo a este material, además de cómo retocar la madera. 'Allá existen muchas piezas de este tipo de arte que fueron desarrolladas por la orden de los franciscanos en Tierra Santa, padres que apoyaban a las escuelas cristianas en lugares como Líbano, Jordania, Siria', explicó.
El museo de Cupra Marítima, en Italia, también tiene una pequeña colección de sus cruces, al igual que el Museo de Mónaco, el Museo de Belén, el patriarca de la iglesia ortodoxa y varias colecciones privadas en España, país al cual también han realizado trabajos de restauración.
Así, motivado por el deseo de mantener una tradición que se había extinguido, Yidi y sus artesanos continúan esforzando sus manos y sus ojos –que ya muestran signos de deterioro por el minucioso trabajo de las elaboradas piezas– para seguir produciendo obras de arte sacro con calidad de exportación, cuyo precio más económico es de 2000 dólares. Mientras, Barranquilla goza de su propia exposición por estos días, y un Museo de Nácar poco conocido, al interior de la Iglesia San Nicolás.





















