Inmortalizado como Vito Corleone en El Padrino, o como el coronel Walter E. Kurtz en Apocalypse Now, Marlon Brando delineó la historia del cine en Hollywood al ser considerado uno de los mejores actores de todos los tiempos, y a 100 años de su natalicio su grandeza y contradicciones aún resuenan con fuerza.
El mundo ha vivido casi veinte años de ausencia de Brando, quien falleció el 1° de julio de 2004 a causa de una fibrosis pulmonar, pero el público sigue evocando su existencia a través de obras cinematográficas con las que marcó un estilo interpretativo único que marcaría un punto de inflexión en la industria y que sería adoptado por sus contemporáneos.
Actores como James Dean, Paul Newman, Al Pacino y Robert De Niro emularon su técnica: 'No hay nadie antes, ni después como Marlon Brando. El don era enorme e impecable, como Picasso', dijo su amigo Jack Nicholson un día después de su muerte.
Rebelde, talentoso, camaleónico e irreverente, Brando nació el 3 de abril de 1924 en Omaha, Nebraska, y aunque recibió el mismo nombre que su padre, el productor de Sombras de sospecha, su madre, la actriz de teatro Dorothy Julia 'Dodie' Brando, fue su gran musa, pero ambos fueron también la fuente de su tormento.
Brando eligió el camino de la actuación pese a la inconformidad de su padre. Se preparó en Nueva York y su carrera despegó en el teatro.
Fue alumno de Stella Adler, de quien aprendió la técnica del director escénico y pedagogo teatral ruso Konstantín Stanislavski conocida como 'el método', que más tarde él mismo popularizaría en Hollywood, que se caracterizaba por el intenso acercamiento psicológico de los intérpretes con sus personajes.
El talento de Brando se hizo evidente en 1946 cuando sin ser un actor de renombre impactó a la crítica de cine Pauline Kael en la obra Truckline Cafe. Un año más tarde la potencia de su técnica en A Streetcar Named Desire (Un tranvía llamado deseo), dirigida por Elia Kazan, lo posicionó en Broadway y calentaría los motores para conquistar la meca del cine.
Su primer papel en la gran pantalla fue en The Men (1950), cinta en la que dio vida a un veterano de guerra y en 1951 repitió el éxito que obtuvo en Broadway en la película A Streetcar Named Desire, con la que recibió su primera nominación al Óscar.
Dos películas más le fueron suficientes para lograr su calidad de leyenda: ¡Viva Zapata! (1952), al encarnar al icónico revolucionario mexicano Emiliano Zapata, y Julius Caesar (1953), en la que inmortalizó al Marco Antonio imaginado por Shakespeare.
El Óscar llegó con su interpretación del boxeador Terry Malloy en On the Waterfront (1954), y tras su actuación en Sayonara (1957), también nominada por la Academia de Hollywood. En 1972, tras un periodo de papeles poco relevantes revolucionó la industria del cine junto a Francis Ford Coppola con el estreno de The Godfather (El Padrino).
Un genio absoluto
Lograr trascender la barrera del tiempo está al alcance de pocos. Y en la manera que lo hizo Marlon Brando aún menos. Su forma de actuar marcó una época en el cine. Partió en dos su profesión. Su nombre está escrito en letras doradas.
Gran parte de eso se debe a su formación y de acuerdo con Julio Lara Bejarano, docente de la Universidad del Magdalena y de la Uniautónoma y crítico de cine, antes de la aparición de Brando los actores solo hacían eso: actuar, representar y Marlon cambió ese paradigma.
'Marlon Brando enseñó a vivir, no simplemente a interpretar. Eso es lo que lo hace trascendente. Él reevalúa las posibilidades de representación histriónica que hasta ese momento estaban en juicio con su con su arte, con su posibilidad de vivir el personaje. Él es capaz de revaluar el paradigma de la interpretación hasta la época por provenir de la escuela de Estela Adler, de haber adoptado para sí el método'.
Entre esas cosas que destacó Bejarano se encuentra su relación con los objetos, por ejemplo, en manos de él como actor, apropiándose ya de esa utilería, que es parte de un diseño de producción, de una dirección de arte, de una caracterización tal que le da contexto a la escena, al lugar, a la locación, y de la cual participa el actor cuando interactúa, cuando ya eso no es decorado, sino utilería.
'En las manos de Brando eso se convertía también en más. En la capacidad de evocar y ayudar a esa construcción de lo externo, a lo interno, de manera que un momento fuera totalmente creíble'.
Por su parte, Óscar Arias Díaz, Doctor en Comunicación, cineasta y docente de la Universidad del Norte y Universidad Minuto de Dios, añadió que la autenticidad y entrega con sus papeles hacía que este actor pudiera entrar en la piel de sus personajes desde el método de Stanislavski bajo la guía de Stella Adler y el Actor’s Studio de Lee Strasberg con Elia Kazan mostraba un rigor en el estudio del arte dramático.
'Este actor tenía las herramientas para desarrollar un personaje que permitía generar una potencia narrativa en la historia que buscaba desarrollar', destacó.
‘Queimada’ y su activismo
La carrera de Marlon Brando pasó por distintos momentos. Unos buenos otros no tanto. Pero, si hay algo que resaltó siempre de su forma de ser fue las curiosidades en cuanto a la actuación, una de ellas que lo llevó a esta parte del mundo, al Caribe colombiano, a Cartagena.
Finalizaba la década de los años 60 y el director portugués Gillo Pontecorvo rodaba una épica película de un mercenario profesional que instiga una revuelta de esclavos en la isla caribeña de Queimada para mejorar el comercio de azúcar para los británicos, solo para más tarde ser enviado a acallarla.
El elegido para protagonizarla, quién más sino él, fue Marlon Brando y por varios años vivió en Cartagena. En esta cinta compartió con el actor palenquero Evaristo Márquez con quien tuvo una gran afinidad debido a que si había alguien que luchara por los derechos de los afro era justamente Brando.
Para Julio Lara Bejarano en Queimada él interpreta cosas con las cuales no comulga por el activismo, pues si hay algo se puede distinguir de su vida y obra es que él fue un activista en una época en la que serlo no estaba de moda.
'Entonces a Marlon Brando lo terminamos viendo por ejemplo con Las Panteras Negras (partido político comunista). Lo terminamos viendo sufrir por la muerte de Martin Luther King y en Queimada, que él es simplemente un colono explotador, interpreta algo en lo que no cree, pero que es capaz de interpretar con esa posibilidad dramatúrgica que él tiene', destacó.
'Se ‘volaba’ a Barranquilla'
Por otro lado, esa vida díscola de Brando, agregó Lara, llegó hasta Barranquilla. 'Los excesos lo vinculan con las voladas de rodaje que él se pegaba de Cartagena hacia Barranquilla para quedarse aquí en un hotel y negarse a salir forzando al director Gillo Pontecorvo a venir por él. Uno podría poner en duda si no tiene más evidencia que simplemente el chismorreo urbano, pero entiende uno que no es algo extraño viniendo de alguien que como él'.
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Por su parte, Óscar Arias Díaz, indicó que fue una suma de esfuerzos por parte de los realizadores y tener de escenario a Cartagena lo que permitió y sigue consolidando a la capital de Bolívar como un sitios de interés para cualquier producción cinematográfica.
'Hay que decir que desde esta película la ciudad ha tenido altas y bajas con una lucha por parte de los productores y realizadores, tratando de ordenar la casa para consolidar a Cartagena como una locación y escenario atractivo para la construcción de un ecosistema global audiovisual en el Caribe Colombiano'.




















