CortesíaEl Bienestar Familiar está haciendo un acompañamiento a la mamá, una menor de edad.s

Las dos niñas: Amalía* de once años y su hija, con apenas seis días de nacida, se encuentran en perfecto estado de salud gracias al servicio oportuna entregado en la clínica y al monitoreo que se hizo previo al nacimiento. Sin embargo, hay un grave problema, la bebé no tiene padre y el menor de 15 años al que la familia había identificado como quien mantenía relaciones con Amalia y que probablemente era el papá, ya dijo que “ese hijo no es suyo”.

Así lo reveló un familiar de la recién parida en una de las salas de la clínica Renacer, en donde fue atendida y en la que esperaba la llegada de representantes del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar,ICBF, a quien es le entregarían a Amalia y su hija, para que estos a su vez la dieran, cumpliendo todos los protocolos de usos y costumbres de la etnia wayuu a la autoridad tradicional de la ranchería Oporomana, sitio en el que ella vive con su familia, entre las poblaciones de Manaure y Uribia.

Por el momento la participación del ICBF en este caso se ha limitado al acompañamiento de la menor y recibirla cuando fue dada de alta en la clínica, pero ante la gravedad del hecho no tener un padre esta bebé, ya requiere una participación más directa en la solución, pues se trata del cumplimiento de la Constitución Nacional en donde se indica que todo colombiano tiene derecho a un nombre y una familia.

Es un mundo solo de ellos

Para el ginecólogo Fabio González Pitit, profesional que labora para la EPS Anás Wayuu, en la que está afiliada la niña- madre, se trata de un problema de gran profundidad, pues mientras una relación sexual con un menor de 14 años entre los occidentales es considerada una violación, la cosmogonía del wayuu no lo contempla así y solo hay la necesidad de pagar una dote, especie de derecho ancestral para hacer efectiva la convivencia entre la pareja.

Le vamos a enseñar cómo amamantar

El ginecólogo afirma que las restantes EPS, sobre todo las que tienen gran número de afiliados indígenas deberían iniciar un trabajo como el que su empresa hace y es el de llegar hasta los sitios más recónditos de la geografía de La Guajira para ubicar a los pacientes e identificar sus necesidades. “Fue así, llegando a las rancherías, como pudo ubicar a Amalia y entregarle el tratamiento que necesitaba porque ella es una niña sin ninguna experiencia, casi ni habla, solo le he escuchado unas pocas palabras en wayunaiki y ninguna en español. Nos falta mucha pedagogía, sobre todo lo concerniente a la educación sexual y salud reproductiva, se le debe invertir mucho a esta parte específicamente”, dice el médico.

*nombre cambiado.
 

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