La última vez que Yulis, la esposa del patrullero sucreño Rafael Enrique Anaya Almanza, uno de los 13 policías que perdió la vida en el ataque al helicóptero la mañana del jueves 21 de agosto habló con él fue el miércoles.
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En medio de su dolor la joven mujer contó que antes de la tragedia que la deja viuda y huérfano a un niño de 4 años, ella tuvo un mal presentimiento. Razón por la que el miércoles le escribió muchas veces con la intención de saber de él, y su preocupación se incrementó porque el patrullero no le respondía.
Sin embargo, antes de que finalizara el miércoles Anaya Almanza le respondió diciendo que estaba bien, que ya había llegado a la base. Ella dice que aprovechó ese momento para decirle que se cuidara porque tuvo un mal presentimiento.
La mañana del jueves transcurría tranquila para la joven en su casa del barrio la Candelaria, en el municipio de San Marcos, al sur del departamento de Sucre. Estuvo en los quehaceres propios de una ama de casa hasta después de las 3:00 de la tarde cuando un cuñado, hermano de su esposo Rafael, la llamó a darle a conocer la dolorosa noticia que desde entonces la tiene sumergida en el más profundo dolor.
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Yuli y Rafael se habían casado y de esa unión nació un niño que hoy tiene 4 años. El patrullero, que tenía 29 años, llevaba seis en la institución, incluido el año de escuela. La última vez que había visitado a su esposa, su hijo, sus padres y demás familiares en su natal San Marcos había sido 25 días antes.
Compartió con ellos durante las dos semanas que tuvo de descanso.

Estaba adscrito a la especialidad de antinarcóticos y por eso laboraba en diferentes partes del país. Últimamente se encontraba en una base en Antioquia.
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Héctor Anaya, uno de los tíos paternos del patrullero Rafael Enrique, lo recordó como un “joven de muchos amigos, una persona divertida, un padre divertido”.
Agregó que desde niño le gustó estar en la Policía Nacional, y recordó que la última vez que los visitó fue hace unos 20 días y en ese momento, como siempre ocurría, hubo mucha felicidad por la forma de ser de él que los congregaba a todos.
Recuerda el tío de Rafael que el joven patrullero tenía muchos anhelos de continuar en la institución para seguir ayudando a los suyos, en especial a su mamá, a quien le remodelo su casa del barrio San Rafael I, donde creció.
“Lamentamos mucho el deceso de él”, dijo el adolorido tío en medio de lágrimas, y a su vez le pide a los autores de este cruel hecho y de otros más en el país que “frenen ese terrorismo porque así como sufre esta familia están sufriendo muchas otras en el país. Queremos vivir en paz”, puntualizó Héctor Anaya.
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