De forma perversa, malintencionada y falaz Gustavo Petro se ha propuesto reescribir los hechos del Palacio de Justicia. Lo hace 40 años después del holocausto de la Rama Judicial, que ocurrió por cuenta de la toma a sangre y fuego realizada por el grupo guerrillero M-19, al que perteneció el hoy presidente de la República. Petro pretende imponer una narrativa contraria a la verdad, desconociendo hechos evidentes, que señalan al M-19 de ser el principal autor de la masacre de los magistrados de las altas cortes, entre ellos el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la época, magistrado Alfonso Reyes Echandía, así como el magistrado de la Corte Constitucional Manuel Gaona Cruz.
Reescribir la historia con base en mentiras, sesgos y graves omisiones no hace que los hechos cambien. Petro cree que con su versión amañada y ruin de lo sucedido podría imponer una narrativa benévola con la organización terrorista a la que perteneció, algo que –obviamente– no sucederá.
Llama la atención –eso sí– que la mezquindad y la falta absoluta de sentimiento patriótico haya llevado a Petro a desaprovechar la gran oportunidad histórica para pedirle perdón al país por el holocausto del Palacio de Justicia, originado por la toma demencial realizada por el M-19, grupo criminal al que perteneció.
La pretensión de Petro de justificar la actuación terrorista de quienes eran sus jefes y compañeros en armas en 1985 solo habla de la falta de grandeza de quien hoy tiene sobre sus hombros la jefatura del Estado. Si había un momento para hacer una alocución presidencial para pedirles perdón a los colombianos por la masacre del Palacio de Justicia era el 6 y 7 de noviembre pasado, al conmemorarse 40 años del acto de terror más despiadado sufrido por Colombia en su historia reciente.
Un presidente que abusa de las alocuciones televisivas no encontró un momento para hacer un acto de contrición y reconocer ante el país su responsabilidad por los hechos ocurridos. Después de leer sus trinos y sus pronunciamientos entendemos por qué guardó silencio: Petro cree que el M-19 no tiene que pedir perdón por el holocausto del Palacio de Justicia. Petro considera –aunque lo niegue– que se trató de una “genialidad”. O algo mucho más grave: cree que se trató de un “acto heroico” realizado por el M-19.
Pero los hechos son tozudos sobre la responsabilidad del M-19 en la planeación y ejecución de la toma del Palacio de Justicia. Múltiples investigaciones lo demuestran. La más contundente de todas es el informe de la Comisión de la Verdad, integrada por los expresidentes de las altas cortes Nilson Pinilla, José Roberto Herrera y Jorge Aníbal Gómez. Las conclusiones de la misma son demoledoras. Veamos algunas:
¿Qué pasó con los dos millones de dólares que Pablo Escobar entregó a Iván Marino Ospina, jefe del M-19?
¿Qué otros hechos contiene el informe de la Comisión de la Verdad sobre la estrecha relación del M-19 con el Cartel de Medellín? Iván Marino Ospina, antes y después de su expulsión como jefe del M-19, mantuvo una gran amistad con Pablo Escobar. La relación se truncó con la muerte de Ospina en agosto de 1985. El entonces comandante del M-19 contaba con la aprobación de otros comandantes de ese grupo guerrillero para hablar con Escobar.
Al igual que los capos del Cartel de Medellín, Ospina también sostenía que “por cada colombiano extraditado, será asesinado un estadounidense en Colombia”. Se trataba, pues, de negocios, pero también de afinidades ideológicas y políticas. Álvaro Fayad –sucesor de Ospina– retomó los reencuentros con Pablo Escobar. Ello ocurrió a mediados de 1985, pocos meses antes del holocausto del Palacio de Justicia.
Con el reencuentro se reactivaron las acciones delictivas conjuntas por parte de las dos organizaciones criminales. Múltiples testimonios –recogidos por la Comisión de la Verdad– así lo señalan. Es decir, hay evidencias contundentes que demuestran el “maridaje criminal” entre el M-19 y el Cartel de Medellín. No se trata de rumores o chismes de pasillo. Son hechos irrefutables y objetivos. Punto.
¿Qué pasó en el encuentro entre Pablo Escobar, Fidel Castaño y Carlos Pizarro, comandante del M-19?
Ante la avalancha de demoledoras evidencias, Petro decidió creerle al “exnarco” Carlos Ledher –que niega los vínculos del Cartel de Medellín con el M-19– y desdeñar del testimonio de alias Popeye, mano derecha de Escobar, quien reconoció ante la Comisión de la Verdad del Palacio de Justicia que el capo le entregó dos millones de dólares a Iván Marino Ospina poco antes de la toma del Palacio de Justicia. Esa plata nunca apareció, puesto que al morir Ospina también se perdió el rastro del multimillonario aporte.
Según Popeye, Escobar hablaba abiertamente de ese episodio. Pero hay más: Carlos Castaño en su libro Mi confesión afirmó que Escobar lideró la entrega de la plata al M-19 para que se tomaran el Palacio de Justicia y “borraran” los expedientes de los jefes narcotraficantes.
“Nos encontramos en la obligación de hacer algo para salvarnos”, habría declarado Escobar, según Castaño. En un encuentro con Carlos Pizarro –uno de los comandantes del M-19– Fidel Castaño ofreció suministrarles las armas a los guerrilleros para la toma del Palacio de Justicia, mientras Escobar se comprometió a poner la plata para la operación. “Yo pongo unos fusiles para lo que sea”, habría dicho Fidel Castaño, según su hermano Carlos, presente en la reunión. “Yo pongo la plata”, habría afirmado Escobar.
“Las armas que puso Fidel Castaño para la toma del Palacio de Justicia las entregué yo”: Carlos Castaño
De acuerdo con Carlos Castaño en su libro Mi confesión, el entonces comandante del M-19 Carlos Pizarro habría pedido un millón de dólares por la eliminación del presidente de la Corte Suprema, magistrado Alfonso Reyes Echandía, y otro millón de dólares por la desaparición de los expedientes contra los jefes narcotraficantes. El abogado de los narcos –Guido Parra– habría indicado a los del M-19 el lugar y la ubicación de los expedientes en el Palacio de Justicia.
“Las armas que puso Fidel Castaño las entregué yo: se les dieron dos metralletas, un MP5, un M16 y otros fusiles. Escobar puso las armas cortas”, relató Carlos Castaño. El ex presidente de la Corte Suprema, integrante de la Comisión de la Verdad del Palacio de Justicia, Nilson Pinilla, declaró de forma contundente, a raíz de los 40 años del holocausto: “La misión de los del M-19 era asesinar a los magistrados de las dos salas, porque para eso les pagó Pablo Escobar”.
Aún así –con tantas evidencias sobre los estrechos vínculos del M-19 con el Cartel de Medellín- Petro insiste en reescribir la historia de esos hechos lamentables y luctuosos. Su afán por lavarle la cara a la organización terrorista a la que perteneció muestra –por desgracia– su verdadero talante.
¿Cuántas acciones criminales conjuntas realizaron el M-19 y el Cartel de Medellín?
Múltiples testimonios de protagonistas de primer orden no dejan dudas sobre la participación del Cartel de Medellín en la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19. Evidencias testimoniales probarían el pago de 2 millones de dólares por parte de Pablo Escobar a comandantes del M-19 –entre ellos Carlos Pizarro– para que destruyeran los expedientes contra jefes narcotraficantes, quienes estaban en espera de ser extraditados a los Estados Unidos.
Hay pruebas de las amenazas proferidas por “Los Extraditables” en contra de los presidentes de las altas cortes, luego de que emitieran conceptos favorables para la extradición del capo Carlos Ledher, en diciembre de 1984. La Comisión de la Verdad –cuyo informe final se dio a conocer en 2006– constató que entre 1984 y 1985 miembros de la dirección del M-19 se reunieron en Medellín con Pablo Escobar para actuar en forma mancomunada.
En esa oportunidad los jefes guerrilleros recibieron dineros del capo del Cartel de Medellín para realizar “acciones criminales conjuntas”. Es imposible que Petro no haya conocido estos hechos contenidos en el informe de la Comisión de la Verdad. La pregunta es: ¿por qué –conociéndolos– pretende ahora como presidente de la República imponer una narrativa contraria a la verdad? ¿Por qué busca –contra toda evidencia– lavarle la cara a quienes fueron sus jefes y compañeros de armas? ¿No es mejor admitir los errores y contar la verdad?















