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Mientras Gustavo Petro inventa mil formas de evadir su responsabilidad como Presidente de la República, cada una más estrafalaria que la anterior, el país se rompe en mil pedazos. Ya Petro no habla de una consulta popular –que no tenía ni pies de cabeza, pero que le sirvió para “chantajear” al Congreso, que cedió ante su chantaje– sino que pretende embarcar al país en la aventura de una Asamblea Constituyente que –como la consulta popular– tampoco tiene fundamentos constitucionales. Se trata de otro estropicio más, producto de la mente calenturienta de Petro. Ya no sabe uno si tomarlo en serio o –como sucede con los loquitos de nuestros pueblos– seguirle la corriente.

Pero mientras Petro divaga en sus sueños autoritarios y estrambóticos, el país que gobierna está vuelto añicos.

Petro –al igual que José Manuel Marroquín, el presidente más incompetente que habíamos tenido, hasta el momento– está a punto de entregar no un país, sino varios. “De qué se quejan –dijo Marroquín en 1903– si recibí un país y entrego dos”. Así justificó la pérdida de Panamá, después de la guerra de Los Mil Días. En el caso de Petro –cuando salga de la Casa de Nariño, el próximo 7 de agosto– dirá con cinismo: ¿De qué se quejan si recibí un país y les entregué varios?

No nos llamemos a engaños, todos los inventos de Petro –la mayoría de ellos verdaderos torpedos contra la Constitución del 91, incluyendo la delirante Constituyente– tienen el firme propósito de evadir su responsabilidad como Presidente. Petro lo que no quiere es rendir cuentas sobre su desastroso mandato, su absoluta incompetencia y su monumental ineptitud.

El último año de los presidentes en Colombia había sido destinado para la entrega de obras, todas ellas contratadas y ejecutadas durante el periodo presidencial. El último año era, pues, para que los presidentes posaran para la foto, mientras cortaban la cinta en las obras que entregaban. Esa costumbre se acabó con Petro: por increíble que parezca, en estos tres años de mandato, Petro no ha entregado una sola obra. Ni aeropuertos, ni puertos, ni carreteras, ni trenes aéreos, ni colegios, ni hospitales… Nada. Absolutamente nada. Las pocas que ha entregado fueron contratadas en el gobierno de Iván Duque.

En el caso de la Región Caribe la situación es mucho más dramática: las obras que habían sido contratadas y adjudicadas, como la restauración del Canal del Dique, mega-obra que beneficia a más de 20 municipios y tres departamentos, tienen un futuro incierto. Semejante obra de ingeniería podría naufragar en la maraña de licencias ambientales represadas en las oficinas bogotanas, a la espera de que un burócrata que posa de ambientalista le dé el visto bueno. Mientras tanto, cientos de miles de millones de pesos –de quienes creyeron en el proyecto– podrían echarse a la caneca de la basura. De igual manera, millones de habitantes de los pueblos que se beneficiarían del Canal del Dique –incluyendo Cartagena– seguirán perjudicados por la sedimentación y el daño ambiental. Las obras del Canal del Dique muestran lo que han sido estos tres años del gobierno Petro: una calamidad, un verdadero desastre.

La Mojana –otra tierra olvidada por Petro y sus ineptos burócratas– sigue a la espera de la redención prometida. A la hora de entregar cuentas, los funcionarios que tienen la obligación de gestionar recursos y ofrecer soluciones concretas, como Carlos Carrillo, flamante director de la UNGRD, salen con el cuento de que “allá lo que hay son ganaderos de Fedegan”. Así gobierna Petro: con funcionarios con sesgos ideológicos, cuya ineptitud es del tamaño de su prepotencia.

En materia de orden pública, la situación es mucho más grave: La Guajira, César, Bolívar, Chocó, Guaviare, Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Norte de Santander, todos ellos tienen comprometida la soberanía territorial, puesto que se encuentra en disputa entre las organizaciones criminales y las Fuerzas Armadas. El gobierno de Petro ha sido incapaz de garantizar la integridad territorial en esas zonas y departamentos. Es decir, el Estado colombiano no ejerce soberanía en buena parte de nuestro territorio.

¿Vale la pena que Petro embarque al país en sus sueños autoritarios, mientras la soberanía territorial está comprometida, por cuenta de su desgobierno y la grave alteración de orden público?

Mientras Colombia arde, Petro delira

El más reciente consejo de ministros muestra el desvarío de Petro. “¿Por qué me tienen así al Chocó tan abandonado? Como si ustedes fueran Duque. Yo no resisto un gabinete así, traicionando al presidente todo el tiempo. Yo no puedo seguir así”. Con estas palabras regañó Petro a sus ministros, por cuenta del abandono al Chocó. Pero a Petro hay que decirle que quien tiene abandonado al Chocó es él, no sus ministros. Es él quien debe responderle al Chocó, puesto que sus ministros dependen directamente de él. Él es su jefe. ¡Presidente, deje de ser cínico y caradura y asuma su responsabilidad! No descargue su ineptitud en otros. Deje de señalar a Duque, Santos y Uribe por su fracaso. ¡Gobierne, presidente! Asuma sus responsabilidades y deje de seguir inventando peligrosas aventuras, como esa tal Asamblea Constituyente carente de todo tipo de sustento. Sea serio y dedíquese a gobernar durante este último año de mandato que le queda. Deje de echar tanta carreta, como si fuera candidato y no presidente. No sea irresponsable con la suerte de Colombia. Deje de creerse el “último Aureliano”, que Colombia no es Macondo, sino un país real que requiere con urgencia soluciones concretas y reales. ¡Bájese de las galaxias en las que vive y gobierne, Presidente!

¿La Guajira y el Cesar en manos del ELN?

Mientras Petro delira con asambleas constituyentes, el ELN campea por todo el territorio nacional. ¿De qué paz total habla Petro? El jueves en la noche, el ELN dinamitó el peaje Alto Pino, en La Guajira, y mató al operador de grúa Kerry Mercado y a la recaudadora Liseth Orozco. ¿Quién responde por sus vidas? También el ELN asesinó a los agentes de Policía Herney Ospino y José Daniel Pedraza, en Río de Oro, Cesar. Ese grupo guerrillero tiene azotado al sur del Cesar, que sufre las consecuencias de la arremetida guerrillera, sin que ninguna autoridad nacional –ni Ejército ni Policía– esté en capacidad de garantizar la vida de los habitantes de la zona. Al perder control territorial en el Catatumbo, el ELN se fortalece en el Cesar. Estos problemas reales son los que Petro no quiere asumir. Por eso los evade con sus delirios de consultas populares y asambleas constituyentes. En lugar de ponerse al frente del orden público y ejercer su mando como Comandante Supremo de las tropas, prefiere saltarse la Constitución Nacional con sus iniciativas antidemocráticas.

Barranquilla sigue imparable a pesar de Petro

El contraste entre lo que hace el alcalde de Barranquilla, Alex Char, con lo que deja de hacer el presidente Petro a nivel nacional es monumental. Mientras Char anuncia todos los días obras en distintos sitios de la ciudad –en especial en las zonas más deprimidas– Petro se la pasa hablando carreta y prometiendo lo que no podrá cumplir. No hay día en que Char no anuncie –o entregue– una obra en Barranquilla. La más reciente es la construcción de una estación de Policía en Caribe Verde, la canalización de obras pluviales y un nuevo parque lineal en ese sector de la ciudad. En total se invertirán 20.000 millones de pesos, que saldrán de los bolsillos de los barranquilleros, porque en estos tres años de gobierno, Petro no le ha entregado un solo peso a la ciudad, para obras de infraestructura. “A Barranquilla, ni un peso”, responde Petro a quienes llegan con planes y proyectos para la ciudad. Aún así, Alex Char sigue haciendo obras. Medellín y Antioquia –también odiados por Petro– continúan haciendo obras contra la voluntad del presidente. El gobernador de Antioquia acaba de anunciar que a finales del próximo año entrará en funcionamiento la última fase del túnel del Toyo, el megaproyecto que los antioqueños sacaron adelante, aún con la férrea oposición de Petro. Petro no solo no da un peso, sino que les quita a quienes osan contradecirlo o no gozan de sus afectos. Petro sería feliz viendo a Barranquilla, Medellín y Antioquia paralizadas. Se quedará con las ganas, porque eso no ha ocurrido, ni ocurrirá. Punto.

Petro, un proyecto político fallido y un sueño frustrado

Petro debería dedicarse a gobernar en este año que le queda de mandato. Buena parte de su proyecto social fracasó, por cuenta de su incapacidad para generar acuerdos y buscar consensos. El intransigente es él. Petro pudo quedar en la historia como el gran transformador social del país, pero prefirió apostarle a ser un mandatario déspota y autoritario, incapaz de tender puentes con sus contradictores. Los pocos que construyó en su primer año, los dinamitó con furia al año siguiente. Petro echó por la borda el sueño de la izquierda democrática nacional, a la que terminó despreciando para darle entrada a los bandidos y corruptos que siempre han gobernado en el país. Sin pudor los acogió y enalteció. Sin vergüenza alguna los tiene comiendo en la mesa a su lado. Los luce y muestra con orgullo. ¡Quién lo creyera: Petro se rodeó de corruptos para combatir la corrupción! Y algo peor: pensó que semejante estolidez podía salir bien. Petro es hoy por hoy un proyecto fallido, un sueño frustrado. Lo dicen quienes se desgañitaban por él. Hoy –ya de salida, aunque se resista– con premura diseña vías de escape, como la tal Constituyente. Para ello contrata “mercenarios jurídicos”, capaces de diseñarle “vestidos constitucionales a la medida”. Piensa que el problema está en el vestido y no en quien lo usa. Cuando le falta un año para entregar el poder, Petro cree que el problema está en la Constitución y se resiste a creer lo que ya todos sabemos: que el problema es él. Punto.