La Ley del Montes | Mala salud

La decisión de los jefes de los partidos Liberal, Conservador y La U de no respaldar el proyecto de reforma a la salud, que promueve el Gobierno nacional, tiene a punto de hacer fracasar la iniciativa y de paso volver trizas la coalición conformada por el presidente Gustavo Petro para tener mayor gobernabilidad en el Congreso de la República.

Por cuenta de la inconformidad y el malestar de los jefes de los partidos políticos, esa gobernabilidad está seriamente comprometida. Ello pone en peligro no solo la suerte de la reforma a la salud, sino que compromete las demás iniciativas, entre ellas las reformas pensional y laboral.

Es decir, las leyes estructurales del Gobierno podrían fracasar en el Congreso, si el Ejecutivo no logra acuerdos con quienes pactó respaldo a cambio de burocracia. Son los mismos partidos a los que Petro llamó 'corruptos y politiqueros', durante la campaña presidencial, cuando aspiraba a llegar a la Casa de Nariño.

La incertidumbre de la reforma a la salud en el Congreso tiene al Gobierno cometiendo todo tipo de torpezas. Una de ellas es la de pedir la renuncia de aquellos funcionarios que fueron nombrados como cuotas de los partidos que acaban de anunciar que –si no hay modificaciones a la reforma– ellos no respaldarían la iniciativa.

Esta nueva crisis, como todas las anteriores relacionadas con la reforma a la salud, tiene como gran protagonista a la ministra Carolina Corcho, quien una vez más dejó en evidencia su intransigencia, testarudez y falta de sentido político.

La rebeldía de los partidos políticos podría llevar al Gobierno a perder el respaldo mínimo que requiere en el Congreso para sacar adelante todo el paquete de ambiciosas reformas que radicó una vez Petro llegó a la Casa de Nariño. Se trata –sin duda– de la peor crisis de gobernabilidad que ha tenido que afrontar la coalición de gobierno desde que está en el poder hace ya ocho meses. ¿Qué futuro le espera a dicha coalición y cuál sería la suerte de la reforma a la salud en el Congreso?

La ministra Carolina Corcho ha tenido que desempeñar, sin tener que hacer grandes esfuerzos, la verdad sea dicha, el papel de la 'villana de la película' de la reforma a la salud.

La ministra Corcho 'engavetó' la mayoría de ellas y las excluyó del texto que deberá ser debatido a partir del próximo martes. Ese hecho, torpe y grosero con quienes tienen en sus manos el futuro del proyecto de ley, llevó a los jefes de esos dos partidos –Efraín Cepeda y Dilian Francisca Toro– a anunciar que no apoyarán la propuesta del gobierno. Eso significa que sin ese respaldo y sin el apoyo de los opositores –Cambio Radical y el Centro Democrático– el Gobierno no tendría las mayorías para la aprobación del proyecto. Es decir, se hundiría, que es todo lo contrario de la aspiración de Petro y Corcho.

La ministra Corcho no puede hacer todo lo que hace si no cuenta con el pleno respaldo de Gustavo Petro, su jefe. Si Petro no estuviera de acuerdo con el proceder de su ministra ya la habría sacado del gabinete. Punto.

Corcho hace lo que hace porque Petro la autoriza. ¿Qué ocurre? Que Petro pretende asumir el papel del bueno de la película –cuando se reúne con los jefes de los partidos y se muestra dispuesto a acoger sus proposiciones– mientras deja que Corcho sea la villana. Para decirlo en plata blanca: quien en realidad excluyó la mayoría de las 133 proposiciones fue Petro, no Corcho, aunque el agua sucia le caiga a la ministra. Otro caso: Alejandro Gaviria salió del gabinete, no por cuenta de Corcho sino de Petro, quien dirimió el conflicto de sus dos ministros –Corcho y Gaviria– a favor de la primera. Con la salida de Gaviria, el Gobierno perdió no solo una voz autorizada en materia de salud, sino un funcionario escuchado con respeto por sectores distintos a la izquierda radical, que son los que están jugados a fondo con Corcho, como sucede con las organizaciones sindicales.

Un gobierno construye sus mayorías en el Congreso a partir de acuerdos programáticos, no a punta de compromisos burocráticos. Son los programas los que les dan solidez a las alianzas políticas en cualquier país del mundo. En Colombia no ocurre así. Aquí los acuerdos entre el Gobierno y los partidos políticos se logran con la nómina oficial sobre la mesa. Así ha sido siempre. Pero Petro hizo campaña diciendo que en su gobierno esa práctica perversa de comprar respaldo con puestos no ocurriría.

Pues mintió, porque eso mismo fue lo que hizo una vez ganó. Si no fuera así, hoy no estaría amenazando a los partidos que lo apoyan con retirar de sus cargos sus cuotas burocráticas, entre ellos los viceministros que representan a los partidos Conservador, Liberal y La U. Ese comportamiento chantajista habla muy mal de quien dijo que acabaría con la corrupción política. ¿Son corruptos los partidos por aceptar las ofertas burocráticas de Petro, pero no es corrupto Petro por hacerles los ofrecimientos? En palabras de Sor Juana Inés de la Cruz, vale la pena preguntarse: ¿Quién es mas culpable? ¿La que peca por la paga o el que paga por pecar? En términos de corrupción, ambos son igualmente corruptos.

Gustavo Petro no debería pedirles las renuncias a los viceministros y a los funcionarios de medio nivel que ocupan cargos a nombre de los partidos Conservador, Liberal y La U. A quienes debería pedir la renuncia es a los ministros que están allí a nombre de esos partidos y que son los jefes de los mandos medios que van a ser despedidos.

Es el caso de Guillermo Reyes, del Partido Conservador, y Néstor Osuna, del Partido Liberal. Ambos llegaron a sus puestos a nombre de los partidos que hoy anuncian que no apoyarán al gobierno en su reforma a la salud.

Pero en lugar de sacar ministros, Petro prefiere descabezar viceministros. En realidad lo que debería ocurrir –si el asunto fuera serio– es que los ministros renuncien, porque si sus partidos no respaldan una de las principales reformas del Gobierno, ¿qué sentido tiene que permanezcan en el Gobierno? La figura de los 'ministros a título personal' suele ser muy débil a la hora de los debates de control político, como podría ser una moción de censura.