El Heraldo
La Guajira

No hay bóvedas en el Cementerio Central de Riohacha

Es el único camposanto oficial con el que cuenta la ciudad de Riohacha  fue creado a mediados del siglo pasado.  

El cementerio central de Riohacha atraviesa una de sus peores emergencias en plena pandemia de Covid-19 cuando los casos en la capital de La Guajira y el resto del departamento van en aumento.

El camposanto al que acuden en su mayoría  las familias riohacheras raizales fallecidas, ya no tiene bóvedas disponibles para sepultar muertos por coronavirus o por otras causas.

Así lo señaló Sonia Bermúdez, quien desde febrero de 2020 tiene la administración del cementerio.

“Si hoy llega una persona a buscar un servicio de bóveda tenemos que hacer esfuerzos para conseguir familiares de difuntos con más de tres años que autoricen la exhumación para llevar esos restos a un osario y poder  depositar un nuevo cuerpo y eso no es fácil”, expone.

Sin recursos

Aclara que no es que no se puedan sepultar a los que fallezcan en los próximos días, sobre todo con esta emergencia por el Covid-19, sino que “mucha gente que muere no deja un seguro, no están afiliados y las empresas privadas tienen muchos lotes y bóvedas, pero también tienen costos que muchas familias no están en capacidad de pagar y es allí donde se presenta el grave problema”, indicó.

No hay espacio

Recordó que desde hace varios años el cementerio tiene problemas administrativos.  “No tenemos idea del número de restos que allí reposan“, asegura.

Sonia también sostiene que recuperar las bóvedas tardaría tres años, pero tampoco hay espacio para construir nuevas.

Hasta el pasado año, el Cementerio Central fue administrado por la iglesia católica que se lo entregó a la administración distrital y esta a su vez se lo dio a Sonia Bermúdez, la misma persona que es fundadora del Cementerio Gente como Uno en el que son sepultadas personas de escasos recursos económicos, migrantes o sin identificar.

Sin embargo, en el Distrito funcionan otros campo santos privados y otros satélites que son de indígenas wayuu que en su cultura no construyen cementerios colectivos, sino familiares.

“Ese es otro problema, no sabemos cuántos cementerios hay, ni el estado de salubridad en el que se encuentra cada uno de ellos, lo cierto es que muchos no tienen los permisos de las autoridades competentes”, sostiene la mujer.

El investigador Carlos Gómez Pimientra dice que si bien una cruz indica que el cementerio fue creado en 1.954, los primeros cuerpos fueron sepultados por fuera de esa área. “Era mucho terreno y los administradores eran muy estrictos sobre quiénes podían ser sepultados allí”.

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