Con una misa solemne oficiada por monseñor Víctor Tamayo, obispo auxiliar de Barranquilla, Palmar de Varela despidió a los tres niños muertos, el miércoles en la noche, en una tragedia enluta no solo a una familia sino a un municipio que ve cómo la vida de tres inocentes se apaga con violencia.
Cuando el reloj dio las 3 de la tarde, se inició el cortejo fúnebre y los tres ataúdes fueron llevados primero a la Iglesia para ser despedidos como ángeles.
Rumbo a su destino final, el silencio retumbó en las calles. Los palmarinos se asomaban a las ventanas y al paso era evidente el dolor de ver tres ataúdes blancos.
Unas 200 personas acompañaron la despedida, entre familiares, autoridades locales y la comunidad palmarina, que todavía se pregunta el porqué de la tragedia.


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