En Colombia, la falta de oportunidades, las malas condiciones de vida y la ausencia de un constante apoyo por parte de una figura responsable que aconseje sobre qué es lo bueno y qué lo malo ha dado pie a que miles de niños, adolescentes y jóvenes terminen siendo arrastrados por las garras de un constante guerra invisible que parece no tener fin.
Es así como cabecillas de los Grupos Delictivos Organizados (GDO) y Grupos Armados Organizados (GAO), han tocado las puertas de muchos de estos hogares destruidos, la mayoría de veces de barrios subnormales, en búsqueda de menores para ofrecerles “trabajos sencillos” como entregar panfletos extorsivos, realizar robos a personas e incluso, y más preocupante, perpetrar atentados sicariales.
Pero, ¿cómo es posible que un adolescente logre empuñar un arma de fuego para atentar contra otra persona?, la respuesta es tan sencilla que incluso da miedo.
El dinero
Aprovechando la condición vulnerable en la que muchos de estos niños viven su día a día, los líderes de las bandas criminales empiezan describiéndoles sutilmente la vida que pueden llevar si se enrolan en las filas del crimen y las ‘enormes’ ganancias que pueden adquirir al cumplir con los recados que les impongan.
El pago que pueden recibir estos menores por estar vinculados y cumplir con dichas misiones resultan bastantes prometedoras como para negarse.
Las recompensas pueden llegar hasta un sueldo mensual de $2 millones, una motocicleta, un arma para cometer crímenes y defenderse, estupefacientes y hasta una novia. Esa cifra y todas esas prebendas son mucho más elevadas que las ofrecidas por el Ejército Nacional, para que los jóvenes se entusiasmen a prestar el servicio militar.
El caso más reciente y que ejemplifica de mejor forma este terrible panorama, ha sido en el intento de homicidio del candidato presidencial y senador, Miguel Uribe Turbay, tras ser atacado a bala por un menor de 15 años que le disparó en dos ocasiones a la cabeza el pasado 7 de junio mientras participaba de un conversatorio en la localidad de Fontibón, Bogotá.
El menor no aceptó los cargos que le imputó la Fiscalía General de la Nación por tentativa de homicidio y porte ilegal de armas, pero luego de la audiencia se conocieron otros detalles sobre el hecho.
Al joven, que fue trasladado al Búnker de la Fiscalía, donde seguirá el proceso judicial en su contra, le habrían ofrecido 20 millones de pesos por atentar contra el precandidato presidencial. La orden era asesinarlo.
El adolescente también reveló en la audiencia, de acuerdo a lo citado por el medio de comunicación, que el dinero se le iba a transferir después del suceso, aunque no dijo cómo iba a recibirlo, si era en efectivo o por medio de un giro.
Otros detalles que se revelaron luego de la audiencia de imputación de cargos son que el menor tiene anotaciones judiciales, una por presuntamente ser cómplice de un homicidio y otra por hurto.
La razón por la cual el adolescente no aceptó los cargos es que por medio de su defensa busca un principio de oportunidad con la Fiscalía. La idea es que el menor pase a ser testigo clave para establecer la identidad de los autores intelectuales del atentado.
Cifras alarmantes
Así como el caso del joven que atentó contra la vida del senador Miguel Uribe, existen muchos más que, por plata fácil y una buena vida, distinta a la vivida, toman la decisión de embarcarse en este truculento viaje del crimen.
Sin embargo, también existen otras historias aún más trágicas de jóvenes que son arrebatados a la fuerza de sus hogares por las garras de la violencia y, al no ceder, son asesinados a sangre fría.
Lo que sí está claro es que la carrera de la criminalidad puede ser tan fugaz como el fuego de un fósforo. Sin previo aviso, ante cualquier soplo de aire o una fuerte corriente, se apaga.
De acuerdo con las estadísticas del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre los años 2023 y 2024 se registraron 1.201 homicidios de niños, niñas y adolescentes.
De estas alarmantes cifras, en el año 2023 murieron 607 menores, 512 eran hombres y 92 mujeres. La ciudad de Bogotá ocupó el primer puesto registrando 48 muertes, mientras que Barranquilla ocupó el segundo lugar con 18 muertes.
Seguidamente, en el 2024 fallecieron 594 menores, dejando entrever una leve reducción de las muertes a nivel nacional, 501 hombres y 92 mujeres. En ese entonces la capital registró nuevamente el primer puesto con 46 muertes, Barranquilla alcanzó el segundo puesto con 27 decesos.
Ahora bien, en lo que va del 2025 con fecha límite del mes de abril, el reporte indica que se han registrado 209 muertes, 165 han sido hombres y 44 mujeres. El primer lugar lo ocupa Bogotá con 17 muertes, el segundo es Cali con 16 y Barranquilla se lleva el tercer lugar con 10 casos.
Entrenamiento de ‘cachorros’
En Barranquilla y el área metropolitana se vive una situación que a través de los años ha permanecido como una constante altamente preocupante. Dos de los principales culpables de que la juventud en la ciudad se esté descarrillando en los malos pasos tienen nombre y son perfectamente conocidos por las autoridades, estos son: ‘Los Pepes’ y ‘Los Costeños’.
Estas dos estructuras criminales son conocidas no solo por ordenar masacres, asesinatos contra comerciantes y la venta de estupefacientes en varias partes de la ciudad, sino también por el reclutamiento de jóvenes para que se unan a una causa de la que muy pocos logran salir con vida: la delincuencia.
El modus operandi de estos rapaces lobos resulta interesante, ya que inicialmente los llamados ‘jefes de zona’ de barrios populares como: Rebolo, La Chinita, La Luz y demás, se encargan de ubicar a los jóvenes que podrían ser presas fáciles para, en un primer contacto, tratar de convencerlos de se unan al grupo criminal.
En una segunda instancia, si el joven acepta, este será automáticamente entrenado o bien, instrumentalizado, para cometer hechos delictivos, practicando todo tipo de escenarios tales como disparos a botellas, lanzamiento de granadas, hurto a vehículos, entrega de panfletos y así.
Tras completar un sofisticado entrenamiento, el niño de la guerra está listo para ; extorsionar, intimidar, vender droga, amenazar y asesinar a todo tipo de objetivo que se le indique.
Para estos grupos delincuenciales es importante tener menores dentro de sus filas puesto que son juzgados bajo otras condiciones completamente diferentes a las leyes para los mayores de edad, logrando así burlar a la ley bajo enmiendas y con un buen comportamiento, los pequeños criminales vuelven a las calles para hacer de las suyas hasta que sean nuevamente aprehendidos.
Los jóvenes en conflicto
En una guerra como la de ‘Los Pepes’ y ‘Los Costeños’, es de vital importancia para los ‘cabecillas’ de ambos bandos que sus tropas custodien cada uno de los rincones en la ciudad de Barranquilla y el resto de municipios del Atlántico.
Fue así como en el punto más álgido de este conflicto se registró a comienzos de este año, cuando el departamento del Atlántico cerró el mes de enero con 92 casos de homicidios, la mayoría de estos por los mismos enfrentamientos a bala entre ambos grupos armados.
Ante los negativos números rojos, la Policía Metropolitana de Barranquilla ordenó, en cabeza del Comandante Edwin Urrego, una redada contra los principales sicarios, logrando así la captura de ocho peligrosos criminales, entre ellos alias Gordo 40, capturado en tierras antioqueñas tras huir de Barranquilla al ser blanco de un violento atentado sicarial.
Estos detenidos estarían involucrados en por lo menos 50 homicidios, aseguraron en ese momento las fuentes policiales.
La incorporación de cachorros a las filas de ‘Los Costeños’ vendría por una simple necesidad de ‘Castor’: aumentar el pie de fuerza en la ciudad y renovar su nómina de sicarios, la cual se ha vio reducida en dichas redadas.
Fue así como en la madrugada del 3 de marzo, cuatro sujetos armados ingresaron hasta las instalaciones del Centro de Reeducación ‘El Oasis’ para liberar a siete menores de edad que integraban las filas de ‘Los Costeños’.
Esta casa editorial conoció dentro del grupo de los adolescentes fugitivos se encontraba alias El Bebé, un joven de 16 años señalado de haber cometido no menos de 11 homicidios en el municipio de Soledad.
Sin embargo, las autoridades lograron recuperar a estos menores en un tiempo de 2 meses, trasladándolos a centros especializados del ICBF en el Quindío y Cali.
¿Una salida?
El pasado mes de mayo, el presidente Gustavo Petro desde el Paseo Bolívar, el histórico punto del progreso de la capital del Atlántico, abrió la puerta a un eventual inicio de diálogos con los temibles grupos criminales que operan en esta jurisdicción. Su intervención fue en el marco de los cabildos populares convocado por el propio Ejecutivo y con los que se buscan impulsar distintas propuestas.
“Que hagan la paz, que no ataquen a su vecino, que no ataquen al otro joven, que dejen de prestarle servicio al traqueto y al político…”, “que empiecen con nosotros la formación del liderazgo popular. A sus presos en las cárceles los vamos a escuchar. Vamos a pacificar Barranquilla”, expresó el mandatario de los colombianos.
Ante el anuncio, analistas consultados por este medio advirtieron sobre los enormes desafíos estructurales, la falta de coordinación institucional y la proximidad del cierre de gobierno para llevar a cabo una misión tan delicada como esa.
Según los expertos, Petro habló de entablar conversaciones con ‘bandas criminales juveniles’, lo cual podía llegar a ser confuso, ya que estas bandas no representan una dimensión real del crimen organizado en Barranquilla. Es decir, no se citaron estructuras criminales como Los Costeños, Los Pepes o Los Rastrojos Costeños, que son los que controlan las economías ilícitas en la ciudad, que se encuentran en una disputa abierta por el control territorial y son las que terminan reclutando a los menores.