Vanessa Mendoza llegaba a estudiar a la universidad deslizándose sobre las ruedas de unos patines que cargaba a todas partes. Los zapatos, en cambio, iban guardados en el maletín. 'Yo era la loca de los patines', recuerda. Era una época en que ella y sus amigas, todas adolescentes, salían a explorar la ciudad rodando y saltando y dejando que el viento les golpeara en la cara. Ahora Mendoza tiene 40 años, un trabajo, unos hijos, y sus patines... sus patines no los ha olvidado.
Ruedan frecuentemente por el Malecón del Río, la vía 40, el parque boulevard Buenavista, la calle 72 y la vía a Puerto Colombia. Pasean por toda la ciudad y van siempre acompañados de decenas de otros patines en un plan que cada vez toma más fuerza en la ciudad.
'Nosotros no somos patinadores profesionales, somos patinadores de la calle. Fuimos niños que empezamos a patinar en las cuadras de nuestras casas y ahora nos encontramos para seguir con una pasión que nos saca de nuestra rutina', dice Mendoza, líder de Rollers Barranquilla (@rollersbq), uno de los grupos que se han creado y consolidado con el único propósito de programar salidas a patinar.
De vuelta a los patines. La historia de Mendoza, que lleva 30 años patinando, que conformó un grupo que ya cumple cinco años y tiene más de cien personas, no es el común denominador de estos aficionados al patinaje. La historia de la mayoría es la de quien olvidó, cualquier día, sus patines en algún rincón y mucho después se antojó de volver a probarse.
'¿Será que me acuerdo?', se preguntó Augusto Barthel, que decidió regresar a patinar hace unos dos meses y que tenía más de 20 años sin subirse en unos zapatos con ruedas.
'Eso no se olvida. Al principio tenía mucho miedo de caerme por la pena de ser un adulto y que otros me vieran cayéndome, pero luego uno toma confianza y le coge el ritmo de nuevo', asegura Barthel mientras se ajusta los patines.
Rutas para todos
Aprender a patinar, recordar cómo frenar, deslizarse sobre rampas, reconocer los riesgos de rodar en la ciudad. Todo lo que es importante para quien patina tiene una ruta o escenario ideal.
En Barranquilla, los parques y el patinódromo son la sede más recomendable para los principiantes, pues la superficie plana les permite practicar esta disciplina con mayor comodidad. El reto, el gusto, para muchos con más experiencia, está en explorar las calles de la ciudad. Y aquí, las rutas tienen nombres de jugos.
'Existen muchas rutas pero todas, al final, terminan en disfrutar de alguna bebida, sea agua de coco, jugo de pomelo, patillazo o uvazo', cuenta entre risas Isabel Gutiérrez.
La ruta del coco, por ejemplo, parte desde la Clínica Porto Azul y finaliza en la Y de los chinos, en la vía a Puerto Colombia; mientras que la ruta del patillazo comienza en el parque de la electrificadora y culmina en la calle 76 con carrera 43 (Ver recuadro)
Ejercicio y terapia
Isabel es arquitecta, Augusto es ganadero y Vanessa es administradora. Su día a día se carga por la rutina, dicen, así que una buena forma para salir de ella es a través del patinaje.
'Me permite desestresarme y sentirme como si fuera una niña otra vez. Con la gente que patina se crea una hermandad, un ambiente muy amigable que ayuda a olvidarse de todo y disfrutar', dice Isabel. 'Para mí es una terapia... uno es más feliz', añade.
Fortalecer las piernas, la resistencia y el tono muscular se suman a los beneficios de una actividad como el patinaje. Los aficionados que ruedan por la ciudad, aunque cuestionen que la ciudad no está debidamente preparada para ellos, solo tienen un mensaje para los que les gustaría aprender o regresar a los patines: 'después uno no se los quiere quitar'.





















