Varias libras de café, diez libros sellados, un par de zapatos y seis artesanías quedaron en la habitación 1310 del hotel donde se hospedó el docente chileno de historia y geografía Johan Manuel Ponce Villarroel quien murió en extrañas circunstancias al caer al vacío la madrugada del pasado 21 de septiembre.
Solo hasta el viernes en la noche la madre del profesor de historia, Palmenia Villarroel Castillo, decidió abrir las bolsas y los suvenires que su muchacho habría comprado y rompió el silencio para precisar de manera categórica que su hijo no se suicidó.
En medio de una travesía que los trajo desde la región de Calama, en Chile, esta madre viajó junto con su otro hijo, Braulio Ponce Villarroel hasta Cartagena para reclamar el cuerpo y comenzar labores y pesquisas con las que se pudiera aclarar lo que ocurrió el amanecer del jueves 21 de septiembre.
Hasta el momento, esta mujer asegura, en medio del llanto, que todo sigue siendo un misterio en el que aún no hay nada claro pero aguardan ir decantando las versiones para establecer a ciencia cierta lo que pasó.
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Asegura que su hijo no se quitó la vida y la razón es que el entusiasmo lo evidenció en las múltiples compras que hizo y que tenía en la habitación del hotel.
'Una persona que se va a quitar la vida no piensa en comprar tantos obsequios para la familia y esto lo que nos hace pensar es que a mi hijo le dieron algo en la bebida o en una comida', expresa Palmenia mientras tiene en sus manos una de las tantas artesanías que mira fijamente.
El cuerpo del docente será repatriado a tierra chilena sin que hasta el momento, sus familiares tengan en sus manos la billetera de Johan y, de esto, no les han dado información ni en el hotel, ni en Fiscalía, ni en la Policía y mucho menos en Medicina Legal. Solo se van con la cédula y un acta del momento del levantamiento en la que describieron y apuntaron las autoridades legales cada uno de los elementos que tenía el docente en su habitación.
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Esta familia chilena llegó a la capital de la República y, tras un dolor en el alma que no lograban superar, les ayudaron para que en otra aerolínea pudieran llegar a Cartagena y poder darle cristiana sepultura a su ser querido.
Aún Palmenia y su otro hijo no logran reponerse de lo que han venido escuchando y coinciden en decir que se llevan de él los más gratos recuerdos que vivieron juntos en Chile.
Ella, señala que llevaba casi un año sin verlo y estaba esperando que llegara de Cartagena a Santiago para poder pedir las vacaciones en su trabajo para el mes de octubre e ir a visitarlo y poder dedicarle el tiempo que se merecía.
Un viaje de estudios
Recordó que su muchacho le dijo que viajaría a Bogotá entre el 11 y el 16 de septiembre para adelantar unos estudios superiores tras una invitación que les hiciera la Universidad Autónoma de Colombia.
Con él viajarían cinco personas, entre ellos se encontraban la señora Marcela Arabena, Héctor Cataldo, Jaime Donoso y Javier Zúñiga quien era el jefe inmediato del docente Ponce Villarroel.
La última vez que Palmenia esuchó la voz de su muchacho en Chile fue el 10 de septiembre a las 4:00 de la tarde para despedirse. Asegura ella que estaba muy entusiasmado porque, entre otras cosas, dice, él era una persona dedicada a sus estudios y con objetivos y metas claras en su vida.
Este año concluía un magister en ciencias políticas y anhelaba visitar Europa en un tour.
Lo que había prometido era que una vez llegara de su recorrido por Colombia iría a visitarlos a Calama.
Con el celular en sus manos, Palmenia ve las fotos que su hijo alcanzó a enviarle estando en Bogotá donde visitó varios museos y sitios culturales. Una vez termina su periplo en la ciudad de Bogotá deciden entonces trasladarse a la ciudad de Cartagena, a donde llegó en compañía de Javier Zúñiga y su esposa.
Tras la tragedia, fueron varias las llamadas de la Universidad de Arcis, de donde era egresado Johan, que le hicieron a Palmenia a su celular. Ella no podía contestar porque se encontraba trabajando y las pocas veces que contestó no le respondían.
Fue entonces cuando decidieron llamar Braulio y le avisaron que Johan había tenido un accidente y había fallecido. Ella no daba crédito entonces a lo que le estaba comentando su muchacho e intentó comunicarse con varias personas del alma mater sin que pudiera lograrlo.
La noticia sobre la muerte de Johan la dejó casi que sin palabras y con la obligación de emprender un viaje a una tierra que por primera vez venían a visitar.
Llegan a la Fiscalía
En cuanto llegaron a Cartagena comenzaron las diligencias a fin de lograr que en la Fiscalía se les entregara una carpeta en la que se pudiera obtener las líneas de la investigación que se venían adelantando por parte del ente investigador.
La idea, según ellos, es poder hacerle un seguimiento al proceso desde Chile. Lamentablemente, en este momento, no se pueden llevar ningún documento pues todo hace parte de una investigación por parte de la fiscal Carmen Arias quien tiene en sus manos todas las pruebas y evidencias.
En tres meses se espera se puedan conocer los resultados de los estudios y así determinar que elemento se encontraba en el organismo del docente chileno.
Las múltiples versiones que se escucharon tienen confundidas a la familia Ponce Villarroel y ninguna determina a ciencia cierta lo que ocurrió. Palmenia señala que una versión fue la que les entregaron en el hotel, otra la que les dijo el jefe del joven Javier Zúñiga y una más por parte de algunas de las personas a las afueras del hotel.
Ninguna coincide y todas conducen a la familia a un laberinto sin salida.
Todo parece indicar, según explica la familia, que la noche del miércoles 20 de septiembre Johan departió alegremente con su jefe en un sitio de la ciudad.
A las 2:40 de la mañana del jueves deciden salir para el hotel pero, al parecer, el profesor de historia se quedó fuera un momento.
Las versiones dicen que desde el lobby del hotel el docente llamó varias veces a su jefe para que siguieran bebiendo. Hay quienes dicen que tras las múltiples llamadas que hizo a la habitación el joven lloraba desconsoladamente.
Luego, dicen, subió a la habitación y tras activar los extintores contra incendios, se lanzó al vacío acabando con su vida.
Los familiares de Johan piensan que aún hay mucha tela por cortar en todo esto y la verdad aún no ha sido develada. Aguardan que todo se pueda esclarecer y que la muerte del turista que ocupó la habitación 1310 deje de ser un misterio.





















