Barranquilla respira arte en voz alta. Y lo hace desde los callejones, en las fachadas que se han convertido en lienzos, en las puertas abiertas de las casas distritales y en los pasos firmes de jóvenes que toman la ciudad como taller.
En esta ciudad, la cultura se ha vuelto un motor social que genera identidad, empleo y esperanza, por lo que el alcalde Alejandro Char le apuesta a convertir cada esquina, cada callejón y cada pared en una posibilidad.
Y es que la cultura que transforma no se queda solamente en las grandes obras: se planta en las casas. Las Casas Distritales de Cultura funcionan como escuelas barriales de formación gratuita: talleres de música, danza, artes plásticas y teatro que acercan herramientas a niños, jóvenes y adultos en las cinco localidades de la ciudad.

Para muchos jóvenes, esas casas son la primera experiencia con la práctica artística organizada: un lugar donde el talento recibe guía, ensayo y la posibilidad de vincularse a circuitos más amplios. Son nodos de comunidad que permiten que la política cultural deje de ser un anuncio y se vuelva práctica cotidiana.
Zenith María Gutiérrez Fontalvo es una de las beneficiarias y ahora orientadora de las Casas Distritales de Cultura. Ella lleva más de 15 años vinculada a las Casas Distritales de Cultura de Barranquilla. “Entré desde niña, en los talleres de danza, y crecí hasta convertirme en orientadora, enseñando a más de 300 jóvenes en toda la ciudad”, contó con orgullo Gutiérrez Fontalvo.
A lo largo de su vida artística también estudió en la Escuela Distrital de Arte y Tradiciones Populares (EDA) y ha representado a Barranquilla en competencias internacionales.
Así como las Casas de Cultura, los murales han transformado barrios enteros en museos a cielo abierto. En El Prado, los callejones se han llenado de historias pintadas: jóvenes artistas locales han intervenido fachadas y pasos peatonales, contando memoria barranquillera, figuras populares y escenas cotidianas que antes estaban escondidas tras el polvo.

En Barrio Abajo, la apuesta fue más ambiciosa: la Alcaldía construyó lo que han llamado un “museo a cielo abierto”, con murales que homenajean tradiciones, personajes y juegos populares, y que buscan conectar el patrimonio material y la memoria oral de la ciudad con el paseo urbano. Estas intervenciones —además de embellecer— generan sentido de pertenencia y atraen visitantes, microeconomías y cuidado ciudadano.
Así lo entiende Luis Fernando ‘Luifer’ Guarín, muralista del Barrio Abajo, de 30 años. “Pinto murales hace alrededor de unos 10 años y anteriormente pintaba en formato pequeño… y un día decidí probar en un formato más grande… y bueno, aquí estamos, cada vez aprendiendo un poco más”.
Entre su trabajo se destaca el mural sobre Shakira, que más que embellecer Barrio Abajo, ayuda a reconectar con lo que los identifica y une como comunidad.
Luifer relató que, durante cuatro tardes, bajo un sol inclemente, plasmó su obra en la pared, pero desde el segundo día “comenzó a tomar forma y los vecinos enseguida identificaron al personaje”.
Asimismo, la Fábrica de la Cultura y la Escuela Distrital de Arte son ejemplos de cómo la política pública puede multiplicar oportunidades: programas que abren plazas, talleres, residencias y formación técnica para cientos de jóvenes. Muchas de estas iniciativas se han traducido en empleo directo o en oficios creativos que ayudan a reducir la vulnerabilidad, generando además procesos colectivos (colectivos culturales, grupos de barrio) que rompen el aislamiento y fomentan la participación ciudadana.

El Carnaval de Barranquilla —esa enorme manifestación cultural que nos congrega a todos— también ha sido objeto de políticas que reconocen a quienes sostienen la fiesta. A través del Portafolio de Estímulos y convocatorias específicas, la ciudad y los organizadores han fortalecido apoyos económicos a los hacedores del Carnaval: recursos dirigidos a directores de grupo, creadores de disfraces, artesanos y gestores que preservan saberes y generan empleo.
Además, el Museo del Carnaval y otros espacios museográficos ayudan a institucionalizar la memoria de la fiesta, asegurando que la tradición no sea solo espectáculo, sino patrimonio con derechos y reconocimiento.
Lo más estimulante es ver que, detrás de estas políticas, hay rostros jóvenes que hacen la ciudad: grafiteros que antes pintaban clandestinos ahora lideran procesos de formación; agrupaciones musicales que surgieron en salones comunales hoy tocan en plazas; gestores culturales que aprendieron en las Casas Distritales dirigen proyectos colaborativos que articulan barrios con festivales. Ese ecosistema —colectivos, empresas culturales emergentes, microemprendimientos creativos— es la tracción social que empuja la transformación urbana. Aquí, el arte no es un accesorio: es empleo, salud mental comunitaria, turismo y experiencia urbana.

La evidencia local y las convocatorias públicas muestran aumentos en apoyos y programas dirigidos a impulsar estos actores. Uno de esos casos es el de Matilde Herrera, docente y folclorista palenquera que agradeció a la Alcaldía de Barranquilla, a Carnaval de Barranquilla y al SENA la oportunidad de certificar a los hacedores, ayudándolos a formalizar sus conocimientos como Técnicos en Ejecución de la Danza.
“Me siento muy feliz porque yo quería tener algo que dijera que me dedico a la danza. Estudié danza en la escuela de Carlos Franco y no tenía certificación; entonces, para mí es un honor tener el diploma y, sobre todo, que le abre las puertas a uno en el mundo. Gracias por pensar en nosotros los hacedores”, dijo.

Y la cultura también está presente en la palabra: en el infinito mundo de los libros que abre el conocimiento. La Feria Internacional del Libro de Barranquilla FILBAC 2025 fue una muestra del auge cultural de la ciudad. Y la palabra actuó como fuerza transformadora.
La feria ofreció una programación diversa, combinando literatura, arte y pensamiento. Este trascendental evento cultural se hizo posible gracias al firme apoyo institucional de la Alcaldía de Barranquilla —a través de su Secretaría de Cultura y Patrimonio—, la Gobernación del Atlántico y el Ministerio de las Culturas. FILBAC 2025 no solo reafirmó que la lectura construye ciudadanía e identidad, sino que también sirvió como un espacio abierto e incluyente que acogió más de 200 actividades.
En este impulso que se ha dado desde el gobierno de Alejandro Char a las manifestaciones culturales en el Distrito de Barranquilla, hay que destacar el esfuerzo por la construcción del Museo de Arte Moderno (MAMB), que simboliza la apuesta de la ciudad por las expresiones culturales.

Hace apenas unos días, el alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, recibió en el Museo de Arte Moderno de Barranquilla (MAMB) la obra “Las cosas del aire”, del pintor Alejandro Obregón, la cual pasará por un proceso de restauración para ser instalada en el lugar. La obra es considerada una de las creaciones más importantes del artista en el espacio público de Barranquilla.



















