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El barrio El Rosario de Barranquilla es como el hermano de una reconocida estrella de rock. De alguna forma, la vida resultaría ‘emocionante’ para sus habitantes por los emblemáticos que tiene de lado y lado, el tradicional Barrio Abajo y el Centro. Sin embargo, visto de otra perspectiva, le resta brillo a su esencia, puesto que la mayoría de sus ciudadanos creen vivir en los otros dos barrios, menos en El Rosario.

Desde su casa cural, el párroco William Acosta se pregunta por qué si la iglesia se llama El Rosario, muchos de los fieles le preguntan 'qué barrio es ese'.

'Eso pasa todo el tiempo aquí. Si es del Rosario, pues queda en El Rosario, pero como no somos tan conocidos como los barrios que nos rodean, entonces parece que no hubiese sentido de pertenencia', explica el sacerdote, encargado hace cuatro años de la tercera iglesia más antigua de la ciudad. La primera es la de San Nicolás de Tolentino y la segunda, San Roque.

En lo anterior coincide el magíster en Historia Contemporánea Jorge Villalón, quien expresa que 'no se ve ninguna diferencia' entre Barrio Abajo y Centro con El Rosario, al considerar que se trata de 'una división más bien administrativa'.

'Desde el punto de vista arquitectónico se concibe como Centro y nadie piensa en otro barrio porque hay espacio. Es probable que simplemente se haya dado otro nombre por cuestiones de predial', expresa el experto.

Giovanny Escudero

De antiguedad

El Rosario es un barrio primigenio del Centro Histórico de la ciudad. Su nombre rindió honor a su parroquia y a partir de ella, comenzó a desarrollarse un nuevo concepto urbano residencial. Sus inicios datan aproximadamente de 1880, cuando el padre Carlos Valiente entrega la nueva iglesia a la comunidad, tras una iniciativa de los Hermanos de la Caridad, un grupo conformado por masones, católicos judíos, entre otros religiosos.

Desde su funcionamiento, la iglesia sirvió como hogar de una amplia feligresía de celebraciones patronales, iniciativas de la comunidad del Centro y Barrio Abajo. Tiempo después se le da nombre al barrio, tal cual lo reseña en documentos historiadores de la Universidad del Norte.

En un recorrido por El Rosario, resalta a la vista el amarillo pálido de la arquitectura tradicional de su iglesia y colegio.

Este último fue bautizado en 1891 como San Miguel del Rosario, luego de que el padre Valiente decidiera aportar en la ampliación de lo que era una pequeña escuela.

Hoy día el Rosario sigue siendo religión y educación, pero con tinte adicional. El barrio es reconocido, además, por una extensa oferta industrial y motelera.

El barrio consta de unas 6.496 personas en 16 manzanas y cuenta con alrededor de 355 casas y 1.042 apartamentos, según estadísticas de la Alcaldía de Barranquilla, a través de su Oficina de Participación Ciudadana.

Es atravesado por la calle 45 (Murillo) y se encuentra limitado entre la calle 38 y calle 53, así como entre la carrera 38 y carrera 46. De El Rosario hacen parte la Gobernación del Atlántico, la Biblioteca Departamental, el Banco de Bogotá, la Cámara de Comercio, la Policía Metropolitana de Barranquilla e, incluso, Parque Central.

Giovanny Escudero

Moteles vs. Iglesia

Una sola cuadra puede llegar a tener hasta siete residencias para encuentros amorosos, de acuerdo a lo precisado por una propietaria de motel, en la calle 42 con carrera 44.

Sin embargo, pese al contraste de parroquia vs. taberna, el padre William Acosta considera que 'la presencia de estos lugares le da una sensación de seguridad a la comunidad'.

'Es extraño, pero la gente se siente más segura con esos moteles. En cada uno de ellos hay un vigilante, entonces muchos sienten que pueden caminar más tranquilos por esas calles', manifiesta.

La inseguridad, en este caso, es una de las luchas principales del barrio. Alejandro Kallil, uno de sus habitantes, cuenta que 'es común ver cada mañana excrementos en la calle que dejan algunas personas'.

Advierte que son obras de algunos habitantes de la calle desadaptados, que ‘ensucian’ la imagen de un barrio que 'quiere tener una identidad'.

'Nosotros queremos que nos conozcan por las buenas obras y no porque hay atracos o basura y excremento tirado', expresa Kalill.

El hombre de 50 años, de origen costeño y libanés, lidera uno de los proyectos del Rosario para llevar diariamente el almuerzo a cerca de 130 niños de Barlovento, actividad que se realiza en la capilla Santa María Madre de Dios.

'Es una labor muy bonita que hacemos con la iglesia y que acerca a esas pequeños a Dios', cuenta.

En compañía del párroco, también invitan a aquellos habitantes de la calle, provenientes principalmente del Centro, para que asistan a las eucaristías.

'Son nuestros hermanos y por eso los recibimos con los brazos abiertos. Queremos que se conviertan en guardianes del barrio y no que le hagan daños', expresa el sacerdote Acosta.