Entre las agonías del siglo XIX y las primeras décadas del XX, Colombia construyó destinos desiguales para sus diferentes regiones.
Y las construyó mediante políticas públicas que dispusieron beneficios diferentes para unos colombianos y otros. Inútil añadir que establecieron además quiénes asumirían las cargas, tribulaciones y desventajas.
Adolfo Meisel, miembro de la Junta del Banco de la Republica, economista e historiador con muchos pergaminos y postgrados de las mejores universidades, autor de innumerables libros y ensayos sobre el tema, ha documentado esa brecha casi irreductible de inequidad y desigualdad. Ese despojo en recursos cuasifiscales, como él los llama, fue, es, un hecho gravísimo que, sin embargo, se asume como simplemente contingente. Le propusimos un diálogo sobre este tema y el resultado es lo que sigue a continuación.
Pregunta: A veces tengo la impresión de que, al analizar el destino desigual de las regiones colombianas, usted hace unas aseveraciones gravísimas que, sin embargo, el país las recibe como un simple diagnóstico histórico desde la economía. Antes de ir al epicentro de esa inequidades, le propongo analizar cómo y por qué se dio la aparición, a finales del siglo XIX y durante el XX, de un Estado sustituto que quebró de manera gravísima los postulados del imperio de la ley y de los de la república.
Pregunta: En esta situación de desigualdad regional hay, como en todas, una confluencia de variables de toda índole. Pero, sin duda, la más conspicua, severa y efectiva de todas es que esa situación se creó mediante políticas públicas. ¿Qué permitió, a su juicio, que esto fuera posible? ¿Y qué determinó la pasividad y resignación de las regiones perjudicadas?
Pregunta: Hablemos un poco sobre el carácter irreductible de ciertas desigualdades. Esas enormes brechas económicas y sociales que se abrieron entre las regiones colombianas como resultado de políticas públicas, (yo diría que adoptadas con alevosía y premeditación), se ampliaron, se expandieron, se multiplicaron, por un proceso de reiteración de mecanismos desiguales de apropiación. ¿Usted diría que ése fue nuestro caso? ¿Esas desigualdades fueron o son estructurales?
Pregunta: ¿De qué tamaño fue esa brecha en los tiempos en que se configuraba? ¿Es posible acaso tener una idea de cuánto le costó a la Costa Caribe su propia desigualdad?
Pregunta: Buena parte de los ingresos del Estado por impuestos varios al café, que pagamos todos los colombianos, no entraron al 'tesoro' nacional, sino que se invirtieron en educación, electrificación, vías y servicios públicos en la zona cafetera. La administración de esos recursos fue transferida a una entidad gremial/regional, configurándose nítidamente un Estado sustituto no sometido al postulado esencial de toda república: la igualdad frente a la ley. ¿Considera usted que mientras duró esa situación inconstitucional, el Estado colombiano convivió con un régimen de facto?
Pregunta: Con frecuencia, las poblaciones más vulnerables son sindicadas de su propia situación. Los pobres son pobres porque lo merecen. Porque con sus prácticas, su indolencia, su conformidad y su ignorancia se apartan de las posibilidades de apropiación disponibles. No es cierto que la mejor dotación para el estudio y el trabajo sea la única explicación del desarrollo y el progreso. Simplemente esa ventaja es, en mucho, una construcción social y no solo un logro individual. Usted le ha enseñado al país desde sus libros y escritos, que esa es una infamia. No es cierto que nuestro patrimonio cultural y social sea la causa de nuestras contingencias.
Pregunta: Es obvio que el discurso que estigmatiza a las víctimas de una situación cualquiera busca borrar las huellas de las relaciones de poder que sostienen la desigualdad. Es de allí de donde surge la 'verdad' de lo negro, de lo indígena, de lo flojo, de lo fiestero, de lo no moderno. De alguna manera esa es la fábrica donde se producen y reproducen individuos desiguales. ¿Es posible, o forzoso, ver todavía el futuro de lo caribe con ese pesimismo de lo irreductible?
Pregunta: ¿Qué cosa podría reducir efectivamente y en el menor tiempo posible esa desalentadora sensación de que no es verosímil, o lo es en unos tiempos insoportablemente largos, quebrar las lógicas de unas redes económicas y simbólicas que sostienen el mundo de las desigualdades?
Pregunta: ¿Cómo ha sido la relación entre las regiones dominantes y periféricas en cuanto al manejo del poder del estado? ¿Se han dado cambios a través del tiempo en esa dinámica del control del Estado por parte de estas?



















