Hace apenas dos meses que los esposos Ana Rocío Castro Carrillo –de 62 años– y Alfredo Valencia –de 57– emprendieron una nueva vida frente al mar, alejada de la fría Bogotá donde nacieron y vivieron toda la vida. Un moderno multifamiliar en Puerto Colombia, desde donde aprecian las colinas y se regodean con los atardeceres brillantes, se convirtió en su nuevo hogar.
Ana Rocío, tras una larga y exitosa carrera como empleada financiera de la tecnológica Dell, decidió con su esposo cumplir el sueño dorado de su padre, el también pensionado Luis Armando Castro, quien a sus 90 años y tras una vida entregado a la medicina por fin iba a cumplir su sueño de vivir en Barranquilla, frente al mar y muy cerca de su otra hija, Juanita, quien ya lleva muchos años radicada en el Atlántico por trabajo.
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Por eso fue que hace casi cuatro tomó la determinación: empacar todo y reinventar su vida: “Fue cuando decidí que era tiempo de cambiar, también mucho por mi papá. Le encantaba venir, ver el mar, porque tengo una hermana que vive aquí ya hace más de veinte años y veníamos a visitarla todos los años. A mi papá le encantaba vivir aquí en Barranquilla, por el clima, por todo, entonces decidimos que era momento de cambiar ya de locación, una vez que obtuve mi pensión”.
Poco a poco comenzaron a planearlo todo, buscaron un proyecto adecuado y cuando uno les convenció en Puerto Colombia decidieron que ese sería su nuevo hogar.
“Bogotá es una ciudad, obviamente, también muy linda y todo, pero es agotadora, todo lo que haces, porque, pues, por sus vías, supercongestionada. También por el aire que se respira aquí en Barranquilla, allá está más contaminado todo. Y fue una decisión ya de retiro, como de que ya este estrés de estar con el ‘corre-corre’ todos los días, pues, no era igual para la salud de mi papá”, resumió.
El tiempo no alcanzó

Hace unos meses, al doctor Luis Armando sus hijas y familiares lo llevaron unos días a celebrar su cumpleaños 90 en Santa Marta. De regreso a Bogotá, solo una semana después, un ataque al corazón lo terminó llevando al descanso eterno. Pero para Ana Rocío y Alfredo ya la decisión estaba tomada.
“Tomamos la decisión, miramos por internet y se empezó a pagar la cuota inicial sin ver el apartamento. Nos enamoramos de la idea, miramos cómo estaban los planos, se veían bonitos. Lamentablemente mi papá ya no está con nosotros, no alcanzó a llegar. Sí logramos que viniera a ver el apartamento modelo”, recordó.
El vuelco a sus vidas ha sido total desde ese momento: “Están totalmente cumplidas las expectativas, muy contentos”.
Por su lado, Alfredo se siente pleno habiendo abandonado el estilo de vida capitalino, por la forma en que se vive en el Atlántico, yendo y viniendo entre Puerto Colombia, Barranquilla y Cartagena: “Pues es que es totalmente diferente, o sea cuando uno llega aquí a esta zona, la tranquilidad es brutal. Pero en Bogotá es un acelere terrible. Un ejemplo nomás es el tema del tráfico. O sea, si yo necesito ir de aquí a una distancia a 20 minutos, debo irme dos horas antes porque el tráfico no me va a dejar llegar antes”.
Él, que se dedica al negocio de la construcción, pero ya está añorando llegar a la edad de pensión, manifiesta que se sienta cada mañana desde el balcón a contemplar las colinas: “La paz y la tranquilidad que se viven acá es totalmente diferente. La tranquilidad, el clima que siempre está soleado, siempre hay calorcito. Hermano, el frío de Bogotá es terrible”.
Economía de la longevidad
La barranquillera Ana Eloísa Zuñiga es comunicadora social y periodista, speaker y escritora. Desde los cinco años se fue a vivir a Bogotá y mientras realizaba una visita familiar en 2020 estalló el confinamiento por la pandemia de la covid-19.
Redescubrió su ciudad, se enamoró de ella, se quedó a vivirla y hoy estudia el llamado fenómeno de la economía de la longevidad, uno que explica lo sucedido con Ana Rocío y Alfredo al abandonar su tierra natal por el Atlántico.
Para ello fundó el Movimiento Perennial y es la actual presidente de la junta directiva de la Asociación Nacional de Economía de la Longevidad, volviéndose una referente para el tema en Latinoamérica.
“La economía de la longevidad es un concepto novedosísimo en Colombia, pero que ya viene de Europa ampliado, porque resulta que la demografía ha cambiado. Te voy a dar unas cifras, en un contexto global, el mundo está envejeciendo y ya lo que llamamos economía de la longevidad representa hasta el 30 % del PIB de muchos países desarrollados. En América Latina apenas estamos llegando. Para el 2030, es decir, en cinco años, una de cada cinco personas en América Latina tendrá más de sesenta años”, describe.
En ese marco mundial, es cuando territorios como Atlántico se transforman en puntos clave: “Para ello, tanto las ciudades como los estados tienen que prepararse para esta transformación que se está dando. En Barranquilla y en el Atlántico tenemos un grupo de centenarios grandísimo, es decir, personas que pasaron los cien años. Lo primero que hay que entender es que el retiro no significa inactividad. Barranquilla tiene una combinación muy atractiva, y es que tiene calidad de vida, acceso a servicios de salud, vivienda más asequible que en otras regiones y una cultura abierta, alegre y social que facilita la integración, quienes buscan esta nueva vida vital. Vital quiere decir activos, quiere decir siendo parte de una sociedad aportando y, obviamente, moviendo la economía”, resaltó.
Así las cosas, según explica Ana Eloísa, la tendencia mundial es que el futuro de la sociedad estará depositado en aquellos que tienen mucho pasado vivido: “Cada persona que decide venir a retirarse aquí en Barranquilla trae consigo, primero, poder adquisitivo. Segundo, consumo. Tercero, puede tener emprendimientos y experiencia de su labor profesional o de su oficio. Hay una gran parte interesante y es que personas que ya están retiradas o jubiladas, que son inversores, pueden ocupar su tiempo como mentores, y eso lo que hace es que dinamiza la economía local”, cerró.
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Mientras las cifras se siguen ajustando, el Atlántico se está perfilando cada día como un destino ideal para aquellos que en la etapa final de su vida buscan la reinvención y continuar aportando a la construcción de una sociedad dinámica y sostenible en un contexto mundial.

















