Durante años fue una historia puesta en duda. Hoy es una voz que busca abrirse camino entre los miembros de su dinastía y todo el ‘diomedismo’. Se trata de Sielva María Díaz, la única hija venezolana reconocida de Diomedes Díaz, quien falleció un día como hoy, hace 12 años.
En diálogo exclusivo con EL HERALDO reconstruye el romance de sus padres, además de revivir los encuentros que marcaron su identidad y habla del legado que desea sostener desde la música.
Por décadas, el nombre de Diomedes Díaz ha sido sinónimo de gloria, controversia y devoción popular. El Cacique de La Junta, además de dejar un cancionero que atraviesa generaciones, también creó una familia numerosa, diversa y dispersa, unida por el mismo apellido. En ese mapa familiar hay una historia que cruzó fronteras y silencios, la de Sielva María Díaz, nacida y criada en Maracaibo, Venezuela, lejos de los escenarios, pero cerca de la leyenda.

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La historia comienza a principios de 1990, en Paraguachón, en la frontera entre Colombia y Venezuela. Silvia Salcedo, maracucha y seguidora del vallenato, asistió a un concierto de Diomedes sin imaginar que aquella noche cambiaría su vida. Según recuerda Sielva María, su madre siempre contó que fue invitada a la tarima por el acordeonero Juancho Rois. “Cuando mi papá salió a cantar y la vio, quedó impactado por su belleza. Se quedó mirándola, se le fue la música”, relata la joven.
Al día siguiente, varias camionetas llegaron a la casa de Silvia en Maracaibo. Diomedes había preguntado por ella, consiguió la dirección gracias a unos conocidos del barrio y fue a buscarla. La invitó a una parranda en una finca y allí comenzó una relación que se mantuvo en medio de viajes, conciertos y largas distancias. “Mi mamá no podía tener hijos y no quería ilusionarse. Mi papá sí quería un hijo con ella. Hubo tratamientos médicos, exámenes, un proceso largo. Yo fui muy buscada”, afirma Sielva María, desmintiendo los rumores que durante años minimizaron su origen.
Dos años después, el 23 de junio de 1992, nació en Maracaibo la única hija venezolana reconocida del Cacique.
Entre silencios y ausencias
Los primeros recuerdos de su padre son fragmentados. “Yo tenía cinco o seis años cuando llegó a mi casa. Había mucha gente, todo era un alboroto. Mi mamá me dijo: ‘Ese es tu papá’”, recuerda.

Poco después, la vida de Diomedes entró en una etapa oscura marcada por problemas judiciales y de salud. El contacto se perdió y Sielva María creció lejos de él, cargando una historia que muchos no creían. “En el colegio me hacían bullying. Me decían que era mentira, que yo no era hija de Diomedes. Eso marcó mucho mi infancia”, confiesa.
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El reencuentro que selló su historia ocurrió en un concierto íntimo en el Bingo Maracaibo, cuando ella era adolescente. Decidida a hacerse visible, escribió en una cartulina: ‘Papá, soy tu hija. Sielva María Díaz, hija de Silvia Salcedo’.
“Me puse de primera, pegada a la tarima; cuando él leyó el cartel, me subió sin pensarlo. Me presentó al público y dijo: ‘Ella es mi hija’”, cuenta emocionada.
Hubo abrazos, bendiciones, lágrimas y una certeza pública que nadie volvió a cuestionar. Al día siguiente compartieron en el hotel: hablaron de estudios, de sueños, de la vida. “Después de tantos años de dudas, ese momento me sanó”.
“Esta es su hermana”
A los 18 años, contra el miedo de su madre, Sielva María decidió viajar sola a Colombia para conocer a su familia paterna. Llegó a Barranquilla y encontró a varios de sus hermanos reunidos por un cumpleaños de Diomedes.
“Cuando me vio, me abrazó, me dio la bendición y delante de todos dijo: ‘Esta es su hermana, ella es venezolana’. Desde ahí me sentí parte de la dinastía Díaz”, recuerda sobre aquel gesto que abrió las puertas a una relación cercana con sus hermanos, especialmente con Martín Elías, quien la apoyó en momentos clave.
Uno de los episodios más difíciles llegó con el proceso de pruebas de ADN. Desde Venezuela, con dificultades económicas y emocionales, Sielva María viajó a Valledupar. La espera fue angustiante. “Me dijeron que había salido una prueba negativa y pensé que era la mía. Dudé de todo, hasta de mi mamá”, confiesa.
Días después llegó la confirmación: resultado positivo. “Sentí que por fin sabía quién era. No era por herencias ni dinero. Era por identidad, por dignidad”.

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Hoy, Sielva María asegura que ser hija del Cacique es una bendición. “Mi papá no fue perfecto, pero la mejor herencia que nos dejó fue el amor de la gente. Donde uno llega, te reciben como si fuera él”.
Confiesa que mantiene una relación estrecha con sus hermanos y actualmente se desempeña como secretaria de la Fundación Diomedes Díaz, participando en proyectos conmemorativos y en la organización de homenajes, como la renovación de la tumba del artista en Valledupar que será revelada este lunes ante los ojos de sus más fieles seguidores.
Una voz que pide pista
Radicada recientemente en Montería, Sielva María es madre de una niña de 7 años, trabaja en marketing digital y se ha consolidado como creadora de contenidos, con un crecimiento acelerado en redes sociales.
Pero hay un sueño que la acompaña desde siempre: cantar. Ya grabó un cover de Ilusiones y ahora se prepara para iniciar clases de técnica vocal.
“No quiero aprovecharme del nombre, quiero estar preparada, hacerlo bien y representar mi legado con respeto”, afirma.
Entre las canciones de su padre que más la conmueven menciona Ilusiones, El esqueleto y Cuna pobre. Además, guarda en su memoria una frase que a diario la estremece, esa que ‘El papá de Los Pollitos’ le dijo al verla llorar cada vez que se encontraban: “Mija, no llores, usted es rica”.
Años después entendió su significado. “Rica por el amor de la gente, por las puertas que se abren y por el cariño que nos dejaron”.





















