Diciembre transforma la rutina. Las calles se llenan de luces, los calendarios se desaceleran y las mesas vuelven a ocupar un lugar central como espacio de encuentro, conversación y reencuentro. En ese espíritu, Buffalo Grill presenta una nueva carta pensada para acompañar las celebraciones de Fin de Año desde un lugar sencillo pero profundo, el placer de compartir buena comida sin prisas.
La propuesta surge en una temporada marcada por los abrazos largos, los brindis y las historias que se repiten año tras año. Más que una renovación gastronómica, el menú busca rendir homenaje a ese ritual tan cotidiano como esencial: sentarse a la mesa con familia y amigos. Sabores intensos, preparaciones cuidadas y platos pensados para disfrutar lentamente son el hilo conductor de esta experiencia.
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Según Lucía Miranda, chef de Buffalo Grill, la carta fue concebida para responder a distintos gustos sin perder una idea común. “Queríamos que cada persona encontrara algo que le guste, pero que todos pudieran compartir el momento. La comida tiene que acompañar la conversación, no interrumpirla”, explica.

Entre las novedades se destaca la ampliación de cortes de carne, con referencias clásicas de la tradición argentina como el ojo de bife y el bife de chorizo, reconocidos por su jugosidad y carácter. A ellos se suman opciones de cocción lenta, como la sobrebarriga y el morrillo, preparaciones que privilegian el tiempo y el cuidado, y que evocan comidas hechas sin afán, como las de casa.
El menú se completa con platos como el churrasco de res, el cowboy de cerdo y el New York de Buffalo, pensados para poner en el centro la experiencia colectiva: probar, compartir y conversar alrededor del plato. “Son opciones que invitan a servirse entre todos y a descubrir sabores juntos”, añade Miranda.
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Fiel a su identidad, el restaurante mantiene sus clásicos a la parrilla, incluyendo las costillas insignia, hamburguesas y platos de cocina tradicional. Además, cuenta con un menú infantil que integra a los más pequeños a la experiencia, reforzando su carácter familiar.

Más allá de la propuesta culinaria, el ambiente, la música y la atención construyen una sensación de cercanía que resulta clave en estas fechas. En tiempos donde reunirse es casi un acto simbólico, la mesa vuelve a ser el lugar donde se cruzan las historias, se alargan las sobremesas y se celebran las pequeñas cosas.
Así, en esta Navidad, la experiencia no gira únicamente en torno a lo que se sirve, sino a lo que ocurre alrededor del plato: el encuentro, la palabra y la alegría compartida, recordando que muchas de las memorias más valiosas de Fin de Año nacen, simplemente, al sentarse a la mesa.





















