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El influencer alemán Moe Haa decidió comprobar por sí mismo qué ocurre realmente con la ropa que los ciudadanos depositan en los contenedores de donaciones, muy comunes en Alemania.

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Para ello, escondió un AirTag de Apple dentro de una vieja zapatilla, la introdujo en un contenedor de la Cruz Roja Alemana (DRK) en Starnberg y comenzó a seguirle la pista.

Lo que descubrió fue inesperado, pues su zapatilla, supuestamente donada para personas necesitadas, acabó a la venta en un mercado de segunda mano en Bosnia y Herzegovina, a más de 800 kilómetros de distancia.

Gracias a la app Buscar del iPhone, Moe pudo rastrear el recorrido de su prenda. La zapatilla pasó por Múnich, cruzó Austria, Eslovenia y Croacia, y finalmente se detuvo en Bosnia. Aunque el AirTag no ofrece una ubicación en tiempo real, actualiza su localización cada vez que se conecta con otro dispositivo Apple cercano, lo que fue suficiente para seguirle el rastro.

Intrigado, Moe viajó hasta la ciudad señalada. Allí, en un mercado de segunda mano, encontró su zapatilla exhibida en una estantería a la venta por 10 euros.

X @GabrielCastroOKLa zapatilla donada acabó a la venta en un mercado de segunda mano en Bosnia y Herzegovina

Sin revelar su identidad, el influencer preguntó por el origen del calzado. La dependienta aseguró que era ropa importada desde Alemania, pero negó que se tratara de donaciones. La contradicción no hizo más que alimentar las dudas.

Ante la polémica generada por el video, la Cruz Roja Alemana reaccionó con un comunicado en su cuenta oficial de TikTok. En él aclararon que no toda la ropa donada se entrega directamente a personas necesitadas.

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Señalaron que prendas en buen estado se destinan a donación directa dentro del país, y la ropa que no cumple ciertos estándares se vende a empresas de reciclaje textil, que a su vez pueden revenderla en otros países.

Según la organización, los ingresos obtenidos por esas ventas no representan beneficios comerciales, sino que se reinvierten en proyectos humanitarios.

X @GabrielCastroOKEn un mercado de segunda mano, encontró su zapatilla exhibida en una estantería a la venta por 10 euros.

Sin embargo, los seguidores manifestaron que la idea de que una prenda entregada con buena intención termine en una tienda de segunda mano, lejos del lugar donde se donó, genera desconcierto. Más aún si quienes la compran desconocen su origen.