La ley del Montes | 10 lecciones de una derrota
¿Qué enseñanzas dejó la goleada de Uruguay a la Selección Colombia?
1. Dejemos de personalizar las culpas
Señalar culpables después de una derrota es lo más fácil. Descargar nuestra ira y nuestra impotencia en una persona para generar contra ella un sentimiento colectivo de rechazo es no solo injusto, sino peligroso en un país con tan pocos niveles de tolerancia como Colombia. Yerry Mina hace parte de un equipo que se llama Selección Colombia, que nos representa a todos. En el pasado Mundial, el mismo Yerry que hoy es objeto de todo tipo de burlas, señalamientos y reproches nos produjo grandes alegrías con sus goles. La crítica deportiva tiende a ser muy pasional y encuentra en las equivocaciones individuales un buen pretexto para soslayar los defectos colectivos. Antes de buscar culpables de forma individual es bueno analizar en qué está fallando todo el equipo. No podemos convertir los triunfos en logros colectivos y las derrotas en fracasos individuales. Cuando se trata de un equipo, los triunfos y las derrotas son el resultado de aciertos y errores de todos.
Al ganarle de forma muy cómoda a Venezuela en la primera fecha y luego empatar en Santiago contra Chile, muchos colombianos pensamos en comprar de inmediato los pasajes para viajar al mundial de Catar en el 2022. Ahora por cuenta de la derrota del viernes ante Uruguay –triste y lamentable, sin duda– no solo rompemos los tiquetes, sino que calificamos a la Selección Colombia como la peor que hemos tenido en mucho tiempo. Ni lo uno ni lo otro. Punto. Ganarle a Venezuela en Barranquilla está siempre en nuestras cuentas a la hora de planificar la clasificación a un mundial, al igual que empatar en Chile. Lo que no estaba en las cuentas era perder y –peor– por goleada con Uruguay en la “Casa de la Selección”. De hecho, nunca habíamos sido derrotados en Curramba. El técnico Carlos Queiroz y su equipo tomarán las decisiones para enderezar el camino. Tanto el exitismo como el derrotismo son los peores consejeros no solo en el deporte, sino en la vida misma. Nunca hay que dejar de luchar.
Si nosotros no creemos en nuestras capacidades es muy difícil que los demás lo hagan. Para vencer a los demás primero tenemos que convencernos a nosotros mismos. Si los colombianos dejamos de creer en nuestra Selección, ¿quién apostará por ella? La gran mayoría de nuestros futbolistas juegan y se destacan en las ligas más exigentes del mundo, como la inglesa, la italiana, la española, la argentina o brasileña, entre otras. ¿Por qué allá son figuras y en la Selección no brillan? El mismo James Rodríguez al que le llueven elogios en Inglaterra fue el que jugó de forma muy modesta el viernes en el Metropolitano de Barranquilla. Igual pasa con Ospina, Cuadrado, Barrios, Muriel, Zapata, Cardona, Murillo, Mina y todos sus demás compañeros. Los jugadores que hoy criticamos son los mismos que elogiamos cuando juegan en sus equipos. Debemos seguir creyendo en sus capacidades y su talento, mucho más ahora que el equipo sufrió el más duro revés contra Uruguay y a pocos días de enfrentar a Ecuador en Quito.
De la mano de José Pékerman Colombia se convirtió en protagonista de primer nivel del fútbol latinoamericano y mundial. En el Mundial de Brasil 2014 la Selección ocupó el quinto lugar y James Rodríguez fue el goleador del campeonato. De ahí James salió a ponerse la 10 del Real Madrid. En Rusia 2018, la “Selección de Pékerman” fue eliminada en octavos. Con Pékerman, Colombia volvió a un Mundial de Fútbol después de 16 años de ausencia. Es necesario que Carlos Queiroz trabaje sobre todo lo bueno que dejó Pékerman. En otras palabras: debe construir sobre lo construido. No puede llegar al fútbol colombiano ese defecto perverso de algunos gobernantes que sufren del “complejo de Adán”, pues creen que todo comenzó con ellos y que antes de ellos no había nada. Su prepotencia y egoísmo no les permite reconocer los logros de quienes les antecedieron. Eso no puede ser así. Hay que trabajar sobre lo construido por otros y darle continuidad a lo bueno que hicieron. Y en el caso de la Selección Colombia está visto que Pékerman levantó muchos y sólidos cimientos que deben ser aprovechados por Queiroz.
Aunque no es fácil en estos tiempos de pandemia y cuarentena, no podemos perder la alegría que nos caracteriza a quienes hemos tenido el privilegio de nacer y vivir en nuestro Caribe inmenso. Barranquilla irradia con su espíritu festivo a todo el país. Los caribes –hombres y mujeres– somos optimistas por naturaleza. Somos luchadores. Nada nos entristece, ni nos acongoja. Tenemos la capacidad de superar todas las dificultades por grandes que parezcan. Debemos contagiar a la Selección de nuestra alegría y nuestro optimismo, aunque la pandemia nos tenga muy golpeados. La Casa de la Selección es Barranquilla y aquí nuestros jugadores deben sentirse alegres y contentos. El que canta sus penas espanta, decían nuestros abuelos, pues llegó la hora de espantar las penas y ponerle buena cara al mal momento. Una derrota no nos puede quitar la alegría natural que nos caracteriza. La eliminatoria a Catar 2022 apenas comienza. Solo se han jugado tres partidos y es mucho el terreno que falta por recorrer. No podemos amargarnos por una derrota imprevista. ¡Arriba ese ánimo muchachos, que Barranquilla –alegre y festiva– siempre estará con ustedes!
Los colombianos somos extremistas, tanto en los triunfos como en las derrotas. Las celebraciones de los triunfos nunca se acaban y las lamentaciones de las derrotas parecen eternas. Resulta, sin embargo, que en el deporte como en la vida misma, unas y otras deben tener un tiempo moderado para disfrutarlas o padecerlas. La eliminatoria al Mundial de Catar obliga a las selecciones a jugar dos partidos en muy pocos días. Colombia debe enfrentar este martes a Ecuador en Quito. La derrota ante Uruguay en Barranquilla es pasado. Con lamentaciones y reproches no ganamos nada. Después de aprender las lecciones que dejó la goleada del viernes, esa dolorosa página debe pasarse cuanto antes. Hay pocos días para planificar el partido contra Ecuador, para tratar de obtener un buen resultado en Quito. Ello es así porque los números indican que hoy por hoy la Selección está por fuera del Mundial de Catar 2022. Los tres puntos que se perdieron el viernes hay que recuperarlos por fuera y ojalá sea en Quito para “cuadrar caja” cuanto antes.
Esta bien que el técnico de la Selección Colombia, Carlos Queiroz, asuma la responsabilidad de la derrota ante Uruguay. Pero está muy mal que no reconozca que el equipo no jugó bien el pasado viernes. Admitir los errores y las equivocaciones nos ayuda a crecer y a superar las dificultades. Así como no es buena la autoflagelación –que nos lleva a lamentarnos por siempre por lo que pudo ser y no fue– tampoco es sana la carencia absoluta de autocrítica. Que a la Selección Colombia en Barranquilla le metan tres goles tiene que ser motivo de una reflexión profunda sobre el mal comportamiento colectivo del equipo línea por línea, que va mucho más allá del simple señalamiento de errores individuales. Y el llamado a liderar esa reflexión es el propio Queiroz, director técnico del equipo. Es el técnico quien debe dar ejemplo de autocrítica y reconocer en qué pudo haber fallado.
Aunque obligado por las ausencias de Santiago Arias y Stefan Medina, por lesiones, la pregunta que surge es: ¿poner en su lugar a Juan Guillermo Cuadrado fue la mejor decisión de Queiroz? ¿No hay en el país un lateral natural para reemplazar a Arias y Medina? Con Cuadrado de lateral el equipo perdió salida y James Rodríguez estuvo mucho más aislado, porque ni Wílmar Barrios, ni Jefferson Lerma, ni Matheus Uribe lo acompañaron. Al estar solo, James debió bajar a buscar la pelota que no le llegaba. De hecho, el error del segundo gol de Uruguay nace de una pérdida de balón de James a poca distancia del área. Al sacar a Barrios y meter a Luis Díaz, Queiroz quiso recomponer la figura, pero tampoco le funcionó. Improvisar a Cuadrado en una posición que no siente, aunque en la Juventus de Italia ocupe ese lugar, no fue la mejor decisión de Queiroz. Los buenos resultados tanto en la vida como deportivos son producto de la planificación y la constancia, no de la improvisación. Mientras los triunfos de la improvisación son efímeros y volátiles, los de la constancia son perdurables y duraderos.
Aunque podrían ayudar, ni el calor ni la humedad de Barranquilla ganan partidos. Eso está demostrado hasta la saciedad. La propia Selección de Uruguay padeció en otras oportunidades la tortura de jugar en Barranquilla a las 3 de la tarde. En una de las recientes goleadas que sufrió el equipo charrúa en Barranquilla se observa un video en el que un jugador le dice a su compañero: “¡Esto es un infierno...!”. El pasado viernes el equipo de Óscar Washington Tabárez demostró de forma inobjetable que aprendió de las derrotas del pasado. El equipo dosificó sus fuerzas, presionó cuando tenía que hacerlo y atacó en el momento preciso. Cuando Tabárez vio que los “veteranos” Edinson Cavani y Luis Suárez, mostraban fatiga los sacó y puso a los más jóvenes.
No es fácil contar con un líder tanto en la cancha como fuera de ella. El líder deportivo inspira y motiva a sus compañeros. Los obliga a dar mucho más de lo que ellos creen posible. Los lleva al límite de sus fuerzas. Él con su ejemplo les demuestra que si es posible dejarlo todo en la cancha. Colombia lo tuvo hasta hace algunos años y desde entonces su ausencia se siente cada día más. Ese líder no era otro que Carlos ‘el Pibe’ Valderrama. De la mano del Pibe, Colombia logró grandes triunfos, como el 5-0 contra Argentina y el 1-1 contra Alemania en Italia 90. El aspecto motivacional es fundamental en el deporte de alto rendimiento. El fútbol se juega más con la mente que con los pies. Nadie discute las inmensas calidades y cualidades de James Rodríguez o de Falcao García, son extraordinarios atletas y su talento deportivo no se discute.