El Heraldo
Mauro Henry ayuda a organizar elementos de cocina de su negocio Bocagrande. Luis Rodríguez
Barranquilla

“No podemos vivir sin el Cabrito Express”

Habituales y nuevos comensales del tradicional plato no pudieron llevar a cabo su ritual gastronómico ayer • Luego del traslado a los nuevos locales, junto a la Intendencia, los propietarios no habían reanudado el servicio.

Mientras los propietarios y trabajadores le daban los últimos retoques a los cuatro negocios, las caras de desencanto aumentaban entre los clientes. Muchos de los compradores llegaron hasta la nueva sede del Cabrito Express en busca de su ‘dosis personal’, pero los anafes estaban apagados y los pescados en la nevera. “No podemos vivir sin el Cabrito”, dijo Julio Rivera, uno de ellos.

Mauro Henry, propietario de Bocagrande, según él, uno de los dos negocios pioneros del Cabrito Express, dijo que aunque faltó un poco de planificación por parte de las autoridades, están felices con  las nuevas instalaciones.  Ayer no pudieron ofrecer el servicio porque no les habían conectado el agua y el gas.

“Mi mamá, Julia Vega, lo fundó hace casi 40 años, fue una de las pioneras junto a Ligia Lara. Esto hace parte de la cultura gastronómica de la ciudad, por eso le pedimos a todos que tengan paciencia. Esperamos empezar mañana (hoy) a atender a nuestros clientes”, explicó.

No hay como Dios, El Moscón de Morgan y Donde Mayo completan la lista de las tradicionales ventas de cabrito, negocios que fueron reubicados junto al restaurado edificio de la Intendencia Fluvial. Allí compartirán el espacio con 15 locales de venta de cerveza que antes funcionaban  en La Islita, a un lado del demolido San Andresito. Todo dentro del plan de recuperación de espacio público de la Alcaldía Distrital.

Con acento argentino

Debido a la escasez y a los altos precios del bocachico criollo,  la mayoría del que se comercializa en el Cabrito Express  es de origen argentino.

Un de esos cabritos extranjeros, listo en el plato para el consumo, oscila entre 18 y 20 mil pesos. En cambio el criollo puede llegar a 35 mil, según Henry.

José Betancur fue otro de los clientes que sufrió una gran decepción cuando supo que no había servicio. Para él es un ritual casi diario, un encuentro sensorial con el bocachico y el bagre guisado.

“Los clientes estamos felices con el traslado pero creemos que hace falta más dragado del caño”, dijo sobre la reubicación este hombre que “invierte” 45 mil pesos a la semana comiendo en Bocagrande.

Edison Vergara, un empleado público, es otro miembro de la ‘legión del cabrito’. Tres días a la semana, como mínimo, llega por su dosis de pescado, pero ayer tuvo que “resolver’ con otra cosa.

“Acá todo está más elegante, mejorará todo. Lo que falta es que le pongan más seguridad y realicen más obras alrededor”, señaló resignado, pero aclaró que mañana (hoy) volverá sin falta.

La esencia del carbón

Aunque ahora contarán con el servicio de gas natural, Henry dijo que es imposible dejar el carbón, ya que para él hace parte de la esencia de la preparación. Un pescado fresco, un buen adobe, el relleno de vegetales y el carbón a ‘fuego lento’ son los elementos necesarios, que según los miembros de esta legión no pueden faltar en este banquete criollo.

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