Las víctimas que más sufren a veces son las más pequeñas.
En el barrio Pinar del Río, en medio de una leve llovizna que quedó tras la fuerte lluvia que arreció sobre la ciudad de Barranquilla, hubo una familia que lloró el asesinato de uno de los suyos en medio de la violenta masacre que se perpetró en el interior de una peluquería del sector.
Se trató de los Villegas Ramírez, quienes lamentaron la trágica y repentina muerte de Jeferson Isacar, una de las víctimas fatales del triple homicidio que se perpetró durante la tarde de este viernes 3 de octubre.
EL HERALDO entrevistó a la progenitora del hombre, de 31 años, quién afirmó entre lágrimas que su hijo era un hombre honrado y muy querido por sus amigos.
“Mi bebé era un hombre bueno, quiero ir a verlo y darle un beso, esto es un dolor muy fuerte que solo Dios conoce... Tengo el corazón hecho pedazos”, afirmó.
De acuerdo con el testimonio de la mujer, Jeferson Isacar se desempeñaba como mototaxista y ahora trabajaba como cobradiario bajo una ruta de cobro a bordo de su motocicleta.
“Él siempre estaba pendiente de todos, trabajaba para mantener a sus hijos y a su mujer, Jeferson se había mudado recientemente a una nueva casa con su familia, pero era muy trabajador”, contó entre sollozos la madre.
La progenitora reveló que, minutos antes de que se registrara el atentado sicarial, su hijo había acudido a la peluquería para cortarse el cabello, sin saber que jamás regresaría a su hogar.
“Jeferson fue hasta la barbería para acicalarse, cómo el siempre me decía. Lo más triste fue que ahí fue donde mataron a mi pelaíto…No me dejan ir a verlo y yo quiero estar con él ya”, expresó.
La mujer detalló que la última vez que cruzó palabras con su hijo había sido en horas de la mañana, cuando lo saludó con un beso y lo persignó.
“La última vez que hablé con él fue esta mañana…ahorita en la tarde me llamaron y me dieron esta terrible noticia…no se la deseo a nadie”, sentenció.
A un costado de su abuela, estaban dos pequeños niños cuyas edades oscilaban entre los 8 y 10 años de edad, uno sollozaba y daba alaridos, mientras que el menor simplemente lo abrazaba e intentaba calmarlo.
Eran los dos pequeños hijos que ‘Jefry’ había dejado y que hoy, sus lágrimas, se mezclaban entre la lluvia que iba amainando poco a poco hasta que cesó, pero la noche y la pesadilla aún seguían ahí.
El más grande, ahora abrazado con fuerza por uno de sus familiares, intentaba correr y subir hasta el segundo piso donde se encontraba el cuerpo de su padre, para tratar de darle un abrazo.
“Quiero ver a mi papá… quiero ver a mi papi…déjenme ir a verlo”, exclamó el menor entre lágrimas mientras intentaba zafarse de los brazos que lo retenían.
Sin duda, aquellos que más sufren en los conflictos son los pequeños, quienes son absorbidos por una tormenta de emociones irracionales que no les permite comprenden los horrores a los que son expuestos en su corta vida.