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Cinco rostros de la tinta en Barranquilla

Hiperrealismo, ‘lettering’ o ‘new school’ son algunos de los estilos que con aguja, máquina y talento quedan tatuados en la piel de muchos barranquilleros. Aquí, algunas historias de los que los ejecutan.

Dicen que detrás de todo gran tatuador hay, al menos, un tatuaje “muy feo”. Y casi siempre es el primero, que se obsequia a algún amigo valiente y se graba con alguna máquina casera en medio de nervios. Cuestión de ensayo-error. Pero todo puede mejorar (así como corregirse el tatuaje mal hecho): los temores se pierden y el trazo se perfecciona. El tatuador novato encuentra su estilo, comienza a ser recomendado, asiste a convenciones nacionales e internacionales y solo recordará ese primer tatuaje para medir cuánto ha evolucionado.

Pero, ¿quién quiere un tatuaje mal hecho o no acorde a sus expectativas? Grabarse para siempre un dibujo en la piel no es algo para tomarse tan a la ligera. Y después de estar listos para dejar pasar la aguja por el cuerpo, escoger al artista que utilizará nuestra piel como lienzo, así como escoger el diseño de ese tatuaje (sea el primero, el décimo o el número cien), resulta fundamental si no queremos identificarnos con la historia anterior, la del “amigo valiente” y su tatuaje defectuoso.

Por eso, El HERALDO se tomó la tarea de contactar y visitar algunos de los tatuadores más reconocidos de la ciudad para conocer sus estilos, trabajos, propuestas, conceptos y, ¿por qué no?, dilemas. No se trata de hacer una lista de los mejores, pues existen tantos estilos (realistas, old school, new school, neotradicional, puntillismo, etc) que medir su trayectoria o talento no resultaría ni justo ni posible. En cambio, aquí hay una guía práctica para conocer algunos de los rostros detrás de la tinta sobre la piel en Barranquilla. 

Manuel Kiroz

A Kiroz lo ubican en la cúspide de tatuadores especializados en realismo a color de Barranquilla e incluso de Colombia. Y sus obras dicen tanto como los títulos que ha ganado (tiene más de 50 premios entre nacionales e internacionales), trofeos que exhibe en los estantes del estudio Loko Tattoo, donde trabaja. Lleva diez años tatuando y estudiando el retrato fotográfico, por lo que sus tatuajes logran un efecto hiperrealista que da cuenta de su trazo como pintor.

Comenzó explorando el acrílico y óleo sobre lienzo hasta que cambió los pinceles por las agujas. En ese entonces, Kiroz era ayudante de una obra en construcción y aprovechaba los descansos para tatuar a sus compañeros. Una vez, cuenta, la obra se detuvo por cuatro meses en los que él se dedicó solamente al tatuaje. Así descubrió que, en un par de días, podía ganar más de lo que obtenía en la construcción. 

“Con el tiempo, con la práctica, empecé a comprender con la aguja lo que había hecho en el lienzo. En el tatuaje uno no puede devolverse ni aplicar blancos para enmendar un error como sucede en la pintura”, explica Kiroz. Por eso, sus esfuerzos se concentran en un tatuaje realista limpio y libre de errores. 

Joan ‘El loko’ Angulo

De Joan Angulo lo primero que se debe saber es que no le dicen ‘El loko’ por ningún tatuaje que se haya salido de control. Joan tiene más de 15 años tatuando y es el dueño de Loko Tattoo, un reconocido estudio ubicado en el norte de Barranquilla. Sus primeros tatuajes fueron para sus amigos del barrio Chiquinquirá, aunque ‘El loko’ reconozca que quedaron “un poco mal”. Sin embargo, al ver que había interés y talento, su madre le prometió obsequiarle una máquina de tatuajes apenas lograra viajar a Estados Unidos. Joan no estaba convencido de que eso fuera posible hasta que su madre le cumplió y le envió su primera máquina. Y desde entonces se dedicó a ser un especialista del realismo en blackwork. “Soy un obsesionado por las sombras y por los tatuajes bien limpios. Me gusta que los negros queden bien divididos, todo impecable”, dice Joan. Lo que más disfruta dejar sobre la piel: retratos y animales. 

Gustavo Patternina

Gustavo Patternina lleva nueve años tatuando. Es el creador de Tatto Galería en Barranquilla y es experto en ‘lettering’, tribales maoris y tatuajes geométricos. Tavo, como es conocido, incursionó en el tatuaje mientras prestaba el servicio militar, donde tatuaba a sus amigos con una máquina casera. Con el tiempo, perfeccionó su trazo y encontró en el tatuaje un estilo de vida más que una profesión, por lo que su discurso es tan radical y directo como su ‘black work’ (hecho en tinta negra). “El tatuaje lo es todo para mí”, dice Patternina, quien asegura que no tatúa por arte, sino por estética. A Tavo le interesa grabar dibujos en la piel, no para imprimirles su propio ‘arte’, sino porque cree en el tatuaje como reflejo del punto de vista del otro, que “no necesariamente resulta arte”. Él pone su ejemplo, tiene cerca de 120 tatuajes y uno de ellos es un inodoro que “no tiene que significar nada”. “Tatúo lo que sea, pero me importa que ese tatuaje sea fiel a la persona y no simplemente un cliché”.

Jefrey Malagón

Jefrey Malagón es un tatuador particular al que no le gusta tatuarse (le tiene miedo a las agujas). Solo tiene un tatuaje muy pequeño en un lugar poco visible. Empezó a tatuar hace apenas seis años, pero es uno de los tatuadores más cotizados del realismo a color y a blanco y negro en Barranquilla, pupilo de Manuel Kiroz. El joven de 22 años comenzó siendo un artista plástico empírico. Jefrey se desvelaba dibujando desnudos en acrílico, óleo y carboncillo, hasta que descubrió que también podía tatuar. Es el tatuador predilecto de muchos músicos y productores de reguetón de la ciudad, que ven en él un trazo con fuerza en los acabados. Jefrey ha participado en convenciones internacionales en Italia, España, Alemania, Bélgica, entre otros países. Su único “pero” a la hora de tatuar: “no me gusta copiar otros tatuajes”.  

‘Pollito’ Alzate

Ramiro ‘Pollito’ Alzate es un tatuador venezolano experto en el estilo ‘new school’ (nueva escuela) que parte del grafiti y de una carga potente de colores. De ahí que sus dibujos grabados en la piel tengan tanto de caricatura como de ‘stikers’. ‘Pollito’ tiene 27 años y comenzó a tatuar hace cinco, “con muchos nervios”, un Mario Bros a un amigo. El primer tatuaje “no quedó para nada bueno”, aunque –por fortuna– pudo corregirlo con el tiempo. “Para mí tatuar lo es todo. Es lo más importante que tengo y toda mi vida depende de eso, lo único que hago es pensar y ver pinturas y arte”, asegura Alzate. Ha sido ganador de convenciones internacionales de tatuadores en Ámsterdam, Barranquilla y Medellín. Trabaja en el estudio Babylon Ink Tattoo en Barranquilla, pero por estos días se encuentra tatuando en Francia.

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