Compartir:

'Esto no es un juego, ni una broma. Es nuestro trabajo, nuestra forma de vivir', dice Derek mientras ajusta su micrófono en un estudio de grabación ubicado en el barrio Los Almendros, de Soledad.

En su hogar se llama Yhosimar Rodríguez, en cuanto sale de su casa se transforma en Derek. Un artista barranquillero de 26 años con el sueño de ser grande en la industria del reguetón.

Derek viste un conjunto de sudadera color naranja y unas gafas de sol minúsculas de color blanco. Hace movimientos con las manos cuando suena la pista y empieza a cantar Tú y yo, un sencillo que considera su apuesta para ascender en la música.

Su compañero de fórmula, J Trons, usa rastas semicortas. Es un joven de tez trigueña, bromista, de sonrisa fácil y dueño de un 'flow natural', con el que se autodefine. Su especialidad es la improvisación. Tiene la capacidad de disparar frases que riman en cuestión de segundos, de forma imperceptible para quien le escucha.

Para este dúo de artistas el reguetón que se hace en Colombia está en el número uno del mercado internacional por Medellín, ciudad que ahora es reconocida como la capital mundial del reguetón. No obstante, en Barranquilla hay artistas talentosos 'que están haciendo buena música'.

'Por Barranquilla empezó a sonar el reguetón en Colombia. Medellín alcanzó fama en el género al tener contactos que pusieron canciones de sus artistas en listas mundiales de música. El reguetón que hacemos en la ciudad es un poco más lento, con influencias isleñas como el dancehall y otros ritmos latinos. Es un reguetón caribeño, pero con mucho sabor y sensualidad', dice Javier Fontalvo, de 23 años, cuyo nombre artístico es J Trons.

El estudio de Pitbull Boy es la casa de muchos artistas emergentes en Barranquilla. Este productor, que tiene como verdadero nombre Daniel Guerrero, volvió de Medellín para dedicarse a hacer música y aprovechar 'el potencial que hay en la ciudad'.

Después de trabajar con artistas como Xantos, Piso 21, Carlos Gamal y Jory entre otros, Pitbull Boy asegura que la capacidad de crear música es inherente a los barranquilleros, lo que hace a sus músicos capaces de mezclar diferentes ritmos y los diferencia del resto del país.

'El reguetón de Barranquilla se parece mucho al que se hace en Panamá y en otras partes del Caribe. La industria aquí va a crecer', dice.

En el modesto estudio de grabación ‘Golden Gate Music’ los artistas cantan usando un micrófono de condensador mientras Pitbull Boy hace mezclas en su computador, ajusta el audio y toca un piano.

Son las 12 m y mueren de hambre. Mientras llega el arroz chino que pidieron para almorzar ellos improvisan un jocoso tema por la tardanza del domicilio.

'El arroz chino se está demorando, mientras tanto yo me estoy desconcentrando y me puedo terminar desmayando', remata J Trons al compás de la pista.

'La música nos mantiene vivos, nos da alegría. Queremos que nuestras canciones escalen en la industria con nuestro sello, un estilo más lento, muy pegajoso, pero con letras que no sean ofensivas para la mujer ni inciten a las drogas', remata J Trons, quien se alista junto a Derek para una presentación en Sabanalarga.

'En nuestros shows cobramos depende de lo que quiera el cliente y del tamaño del evento. Nuestra tarifa es de 2 millones en adelante, con eso le pagamos a nuestro equipo y nos queda algo para nosotros', agrega Derek.

'The real lab'

En Barrio Abajo, Chase administra The Real Lab, un estudio dispuesto para los artistas que quieran trabajar por el género en la ciudad.

El lugar es una caja de sorpresas. Por fuera es un apartamento rústico y en obra negra, pero al cruzar la puerta da la sensación de estar en el ambiente musical de una disquera de película.

Lea también: ¿De qué vive un reguetonero mientras llega el éxito?

El sonido se escucha impecable. El estudio cuenta con una tecnología avanzada de sonido digital análogo y las paredes están insonorizadas.

Adentro no se sabe si es de día o es de noche, aunque son las 2:00 de la tarde y la temperatura exterior asciende los 34°. El olor a cigarrillo y humo dulce se mezcla con el aire acondicionado. De la cabina de grabación sale Ónix sonriente. Su nombre real es Sergio Jácome y tiene 28 años.

Dice que a los ocho años supo que lo suyo era la música. A esa edad montaba pequeños conciertos en los que le cantaba a sus primos temas de Daddy Yankee, Eminem, Maná y Tego Calderón. A los 15 se decidió a empezar su carrera y en la actualidad promociona las canciones Mala vida y Bacano, esta última con un estilo 'muy barranquillero'.

Mientras tanto, del otro lado del cristal, Chase ajusta el volumen del audio. Javier Andrés Robles, por su nombre de pila, es productor musical, pianista y compositor. Asegura ser el único productor de la ciudad certificado como experto en Avid Protools, un programa de grabación profesional de reconocimiento mundial.

'Utilizo equipos especializados para hacer los beats. Mi misión es hacer la pista y las mezclas para que la voz y la música suenen bien. Este trabajo, como todo negocio, empieza con una inversión, yo empecé trabajando en un cuarto desocupado en mi casa a los 14 años ', dice.

Según Ónix, producir una canción es un trabajo que requiere un esfuerzo tanto mental como económico.

'Sin las letras cuesta entre 800 y 1.000 dólares. Sería un valor entre seis y ocho millones de pesos, todo depende de la negociación', agrega.

Para Ónix, sin inversionistas en el negocio hay que tocar puertas.

'El artista debe ir creando su identidad, tocar puertas, ir a eventos en colegios y crear espectáculos con ayuda de colegas o personas que crean en tu proyecto. Ese es el primer paso y motivarse cada día porque en esta carrera de tantos altibajos el motor es la perseverancia', señala.

Brandon Contreras, conocido como Nigga Brand, es otro de los artistas que ha llevado su música al estudio de Chase.

Para este artista, al ser Barranquilla una ciudad caribe tiene bases rítmicas muy parecidas a las que se escuchan en Puerto Rico, Panamá, Cuba, República Dominicana y Jamaica.

'Nosotros tenemos desde pequeños bases de dancehall, reguetón, rap, entre otros. Creo que la ciudad podrá exportar artistas en unos años. Medellín tiene la gran ventaja de que aceptó rápido la música urbana, pero nosotros somos musicales por naturaleza', dice.

Para Chase, en esta era digital ya no solo funciona que las canciones, hablando de su mercadeo, suenen solo en las emisoras. Youtube, Spotify y Deezer, entre otras plataformas, tienen la última palabra.

'Ahora hay quienes seleccionan las listas. Esos contactos son los que ponen la música a sonar mundialmente', manifiesta.

La costa up

Seppe y Gama son un dúo de reguetoneros barranquilleros que desde los 16 años se unieron para cantar, inspirados por artistas como Daddy Yankee.

Guiseppe Sirtori y Juan camilo Marino, ambos de 21 años, comparten el sueño de muchos de sus colegas: ser grandes artistas.

Estos jóvenes hacen parte de la Costa Up, un movimiento que agrupa artistas del Caribe para darle fuerza a sus producciones musicales.

Le puede interesar: J Balvin: 'Yo no me considero un ícono'

'La Costa Up está conformada por los grupos Relax Way, Allen Spyda, J Trons y Derek, Seppe y Gama, de la mano de Dj Kish. Con este movimiento queremos dar a conocer el trabajo que se hace en la región', dice Gama.

La agrupación lanzó los sencillos Una noche y Dispara, y el próximo 28 de junio lanzará Una canción, bajo el sello de Prodi Gy.

Para este par de jóvenes, que ya cuentan con cinco años de carrera artística, el costo de sus presentaciones asciende a dos millones de pesos, pero puede variar de acuerdo al tipo de espectáculo que pida el cliente.

'Aquí la plaza es muy complicada. No hay suficiente apoyo para producir reguetón, pasa lo contrario con el vallenato o la champeta. No hay respaldo de los empresarios, ni de las emisoras, ni siquiera del público', afirma.

Pese a este panorama, Gama despide energía cuando está en el escenario. 'Esto es lo que quiero ser, lo que me hace feliz', dice con firmeza. Por lo pronto, el artista espera su próxima presentación —el 14 de junio en Cantagallo— y sueña con que la gente coree sus rimas.