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En un escaparate, dentro de una caja de color rojo vino fue encontrada una reliquia de valor incalculable para la literatura.

El empaque, no llama la atención hasta leer unas letras doradas plasmadas en dos franjas negras ubicadas en el lomo de lo que aparenta ser un libro.

'Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

Copia mecanografiada de la novela obsequiada a su corrector, el escritor mexicano Emmanuel Carballo.

En México, 1965 - 1966'.

El mecanuscrito

La copia escrita a máquina de esta obra cumbre de la literatura latinoamericana, que le valió al nacido en Aracataca, Magdalena el Premio Nobel de Literatura en 1982, cuenta con correcciones hechas a mano por el mismo Gabo y el crítico mexicano Emmanuel Carballo.

En la colonia Roma, en Ciudad de México, como lo informó el diario El País de España, reposa la obra que pertenecía a la colección del historiador Guillermo Tovar de Teresa, fallecido en 2013. Un gran amigo de Carballo. Su casa se convirtió hace poco en el tercer Museo Soumaya, de la Fundación Carlos Slim.

García Márquez contó, en varias ocasiones, que no sabía dónde estaban sus manuscritos. Según el diario El País, en la edición conmemorativa de la obra que publicó la Real Academia Española, la institución afirma que existen cuatro de ellos.

El artículo cita al investigador de la Fundación García Márquez, Álvaro Santana, conocedor de la obra del nobel, sobre el destino de estos mecanuscritos.

'Pera Araiza (quien se encargó de pasar a limpio el texto escrito a mano) había mecanografiado el original con tres copias. Fue aquel el remitido a comienzos de agosto a la editorial Sudamericana en dos paquetes postales. Álvaro Mutis llevó poco después a Buenos Aires otra copia; la tercera, siempre, según el testimonio de García Márquez, 'circuló en México entre los amigos' que lo habían acompañado en las duras, mientras que la cuarta la mandó a Barranquilla 'para que la leyeran tres protagonistas entrañables de la novela: Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y Álvaro Cepeda'. Las otras, supuestamente, 'se han perdido', afirmó el diario en su informe.

EL HERALDO indagó con fuentes conocedoras de la historia y estas manifestaron que esa copia mecanografiada fue enviada a un banco en los Estados Unidos que cuenta con un área para el cuidado de antigüedades, por orden del mismo Gabriel García Márquez.

El libro perdido

Gabo habló en diversas ocasiones sobre las dificultades que vivió con su manuscrito. Luego de su paso a la máquina de escribir sacó tres copias del libro original y este lo mandó en dos partes a la editorial Sudamericana porque se había quedado sin dinero para culminar el envío en la oficina postal.

Este libro original, el mismo que por economía el nobel dividió sigue perdido, pues en la actualidad se conoce —con el mecanuscrito expuesto en México—el paradero de tres copias. Una de ellas en la Universidad de Texas y la que se encuentra en Estados Unidos protegida en un banco.

Según le informó Gonzalo García, hijo del nobel a El País, los bocetos originales de Cien Años de Soledad fueron destruidos por su padre después de que saliera la primera edición de la obra.

Desde su lanzamiento en Buenos Aires, el 30 de mayo de 1967, esta obra, exponente fiel del realismo mágico como movimiento literario, ha sido leída por millones de hispanohablantes y traducida a más de cuarenta lenguas.

Hoy, 52 años después, es casi imperdonable hablar de literatura latinoamericana sin mencionar Cien años de soledad. Una historia fantástica en medio de un costumbrismo que suena a Caribe, unas páginas que se convirtieron en leyenda por su riqueza gramatical y la fuerza envolvente de sus palabras, una obra maestra que narra la vida de los Buendía, quienes signados por la huella de lo trágico no pudieron escapar nunca de su desolado destino.