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Transcurría el año 1985 y en el Campeonato Nacional Juvenil de Cartagena el nombre de Álvaro Teherán se hacía gigante como su estatura. El joven, de 19 años, había llegado a La Heroica de la mano de Mario Ramos Vélez, presidente de la Liga de Baloncesto local y quien lo había reclutado procedente de María La Baja, en Bolívar. En las calles de su municipio era famoso por su impresionante biotipo y su excelso talento. Todos sabían que podía llegar lejos. Estuvo a horas de jugar en la NBA, pero no lo consiguió. El lunes, a sus 54 años, un mieloma en la sangre y una insuficiencia renal, acabaron con su vida tras varios meses de lucha.

Boris Campillo, residente desde 1998 en Estados Unidos, tuvo el placer de ser uno de sus primeros compañeros. En diálogo con EL HERALDO, el exarmador de los Caimanes de Barranquilla, rememoró anécdotas con el pívot. 'Yo era el capitán del equipo juvenil de Bolívar y Jairo Ramírez, el entrenador, me dijo que sacara a Álvaro para que conociera la ciudad. Recuerdo que lo llevé primero a cine y nos tocó sentarnos en la última silla del Teatro Calamarí porque no dejaba ver a nadie (risas). En el teatro todo el mundo tenía que ver con él porque su altura no era nada común en Cartagena. Él iba caminando y la gente se le ponía al lado como para medirse. La primera vez que entró a una cancha de baloncesto, el profe le dio el balón y le dijo que hiciera un clavado. Álvaro, sin mucho esfuerzo, lo hizo y se quedó colgado del aro. Nos tocó gritarle porque se venía aro y tablero encima. ¡Suéltalo! ¡Suéltalo! (risas)'.

Los primeros días de Teherán en Cartagena los pasó en la calle de La Magdalena, en el barrio Getsemaní. Vivió en una pensión que le consiguió su entrenador Jairo Ramírez, y Ramos Vélez le dio un trabajo en Comfenalco. Resueltas las preocupaciones de vivienda y bolsillo, Álvaro se fue destacando con la pelota naranja y comenzaron los coqueteos del básquet universitario de EEUU.

'Fue un jugador que pudo haber sido, sin duda, el primer NBA en Colombia. Era tremendo atleta. Una águila, rápido, fuerte y aprendió el juego con una facilidad impresionante. Por eso se pensaba que su llegada a la NBA se podía dar. No es fácil encontrar a un jugador con esa estatura (2 metros y 16 centímetros) y con esas condiciones físicas. En sus anécdotas contaba que entrenó al lado de Charles Barkley. Deja un vacío. Se va un amigo, un compañero de lucha', comenta Campillo.

Fue la Universidad Bautista de Houston, primero por dos años, y luego la Universidad de Houston, las instituciones que perfeccionaron el juego del bolivarense. En 1991 integró el Draft y fue elegido en la posición 44 por los Sixers de Philadelphia. Alcanzó a disputar cinco encuentros de pretemporada y una noche antes del inicio de la temporada regular, una llamada le notificó 'que aún no era su momento'. Caído en la tristeza, Teherán sacó fuerza y alcanzó a jugar profesionalmente en España, Eslovenia y Puerto Rico. Además de varios quintetos en el torneo colombiano.

'En la no llegada de Álvaro a la NBA se conjugan muchos factores. Lo envían a España para que se fortaleciera, cogiera experiencia y regresara nuevamente. El pase pertenecía a los Sixers, pero en ese viaje se presentan cosas, algunos entrenadores vieron en él potencial, le exigían más trabajo, pero al parecer descuidó la parte física. Luego estuvo en Puerto Rico, pero tuvo esos mismos inconvenientes. Hay que entender que Álvaro salió de un estrato bastante delicado en cuanto a la educación y ese cambio de salir de María La Baja y en un año estar en Estados Unidos jugando, con proyección de NBA, no sé, creo que afectó mucho en su personalidad. Eso influyó para que Álvaro no diera ese esfuerzo extra que se necesitaba para la NBA y es lo que les gusta a los entrenadores. La ida a España lo afectó porque no supo manejar ese dinero que en su momento ganó. Recibió un bono bastante sustancial', concluye Campillo, quien desea recordar a su amigo 'cantando y bailando los vallenatos que se hacían en honor a María La Baja'.

'Tenía muy buena sensibilidad en sus manos'

Tomás Díaz, entrenador de la selección Colombia y del quinteto de los Titanes de Barranquilla, alcanzó a cruzarse en la vida de Álvaro Teherán. 'Recuerdo que estábamos en un entrenamiento en el coliseo Bernardo Caraballo y la primera vez que llegó era un larguero tremendo. Estuvo con nosotros varios torneos nacionales hasta que se fue a Estados Unidos', destaca.

Díaz enumera las virtudes técnicas de Teherán, quien pese a ser el jugador más alto del equipo, tenía habilidades para el juego perimetral. 'Jugaba la posición de cinco, es decir el más grande del equipo, pero se adelantó a la época porque en ese momento nadie lanzaba de afuera y una de sus características era que tenía buena sensibilidad en sus manos. Él podía estar en la línea de tres puntos y lanzaba. Los lanzamientos cortos los tenía, después que daba el giro hacia la canasta era casi seguro por la sensibilidad. Tiene un hijo (Jaret) en Estados Unidos que esperemos siga sus pasos. Es una pérdida para el baloncesto colombiano', cerró el entrenador.

Compañero en Caimanes

Ernesto Fajardo recuerda haber compartido camerino con Álvaro Teherán en los Caimanes de Barranquilla cuando este último fue llamado como refuerzo para un cuadrangular de la Copa Libertadores en 1999. 'Fui muy buen amigo de él. Siempre nos veíamos. La última vez fue en un cuadrangular que hicieron en Barranquilla como a finales de noviembre. Cuando recibí la noticia de su fallecimiento, me quedé quieto. Como hombre lo digo: lloré. Lloré porque es la partida de un amigo. La vida es corta, uno no sabe cuando papá Dios lo llama a uno. Se perdió un talento grande. Una persona grande en estatura y grande en corazón. Una enseñanza para el baloncesto colombiano. Él podía ser el espejo de cualquier persona', expresó Fajardo, de 47 calendarios.

Como un ídolo, así tenía Ernesto a Teherán. 'Fue una de las primeras personas que admiré. Cuando firmó con los Sixers de Filadelfia, comienzo a seguirlo. Al regresar a Colombia, como en el año 1996, comencé a hablar con él y hasta tenía un recorte de un periódico de un equipo en el que estuvo en España. Le hablé y me di cuenta que era un tipo muy noble. Como todo ser humano, tuvo sus equivocaciones. Quizá a él le faltó un profesional en su carrera, alguien que lo asesorara, pero como persona, no tengo nada que reprochar', cerró Fajardo, hoy residente en EEUU.

El pasado 29 de febrero, en el coliseo Bernardo Caraballo de Cartagena, ‘El Gigante de María La Baja’, con varios kilos menos y visiblemente afectado por los latigazos de su cruel enfermedad, recibió un homenaje por parte de compañeros, dirigentes y amigos. Con su voz gruesa, una camiseta roja con su imagen jugando para la Universidad de Houston y la palabra ganador en letras mayúsculas, Álvaro agradeció a aquellos que no olvidaron sus gestas y lo cerca que estuvo de las estrellas de la NBA, una constelación, hasta ahora, imposible para los jugadores colombianos.

Su hijo, Jaret Teherán, quien lucha en EEUU por alcanzar ese peldaño que le faltó a su padre, escribió una conclusión perfecta en Instagram: 'Las leyendas nunca mueren'.