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Alex Rodríguez hasta el final en los Yanquis generó espectacularidad, magia y lágrimas

El pelotero tuvo su despedida del béisbol este viernes en un Yankee Stadium.

Ni una fuerte tormenta que descargó un aguacero y ráfagas de relámpagos sobre el Yankee Stadium, en el momento de la ceremonia de despedida de Alex Rodríguez como jugador de los Bombarderos del Bronx, impidió que hasta el final su figura generase espectacularidad, magia y lágrimas.

Todo lo tuvo la noche inolvidable que Rodríguez, de 41 años, y los 46.459 fanáticos, que llenaron las gradas y coreaban su nombre, vivieron en el Yankee Stadium.

A-Rod al final corrió hacia la antesala por primera vez en 15 meses y aunque sólo duró un "out", lo reemplazaron luego que el relevista de origen dominicano Dellin Betances ponchó al primer bateador de los Rays, fue suficiente para que luego se fundiese en abrazos con sus compañeros.

Sentado en la cueva, se cubrió el rostro con una toalla, tratando de contener el llanto.

A pesar de toda las emociones y elementos climatológicos adversos, Rodríguez mantuvo siempre el buen humor en sus últimos momentos como jugador de los Yanquis.

La muy precipitada ceremonia que el equipo le preparó el viernes para su adiós del Bronx había quedado desteñida por la inoportuna presencia de la tormenta, que, sin embargo, no pudo perturbar al bateador designado.

Lo compensó todo al disfrutar de los vítores de principio a fin, un hit adicional y poder defender la tercera base por última vez con los Yanquis.

"La fanaticada me enseñó algo que nunca olvidaré", declaró Rodríguez tras la victoria 6-3 de los Yanquis ante los Rays de Tampa Bay, su último el equipo antes que le retiren del roster activo. "Fue una noche mágica".

Sin preocuparle lo precipitado de haber concluida la breve ceremonia de despedida, Rodríguez bateó un doble remolcador en el primer episodio, que puso fin a una racha de 11 turnos sin dar imparables.

Tras el contacto nítido a una recta de 96 millas por hora del abridor Chris Archer, entre el jardín derecho-central, la afición se volcó por completo con Rodríguez, que protagonizó una noche cargada de nostalgia.

Su despedida en el majestuoso Yankee Stadium, en el mes de agosto, estuvo muy lejos de las súper organizadas giras de despedida que la franquicia más valiosa y laureada del béisbol y del deporte profesional estadounidense le ofreció al excampo corto Derek Jeter y al relevista panameño Mariano Rivera, mitos de la organización que se retiraron en la última década.

A pesar que estaba a cuatro jonrones para alcanzar el exclusivo club de los 700, Rodríguez --odiado y amado por igual-- no tuvo la opción de seguir con los Yanquis después de la nueva renovación que han comenzado a realizar los Bombarderos del Bronx.

Pero al menos pudo tener la satisfacción de un último juego en casa que contó con la presencia de toda su familia, especialmente su madre Lourdes Navarro, y sus dos hijas, Natasha y Elle, también de recibir todo el cariño y apoyo de los compañeros y fanáticos.

La lluvia hizo que su brillante trayectoria de 12 temporadas con los Yanquis fuese resumida en una breve ceremonia de apenas 10 minutos.

De alguna manera el paso de la tormenta reflejó la percepción generalizada que los Yanquis no despedían a Rodríguez con todos los honores.

Lo estaban exiliando, por más que le asignaron hasta fin de año las funciones de asesor e instructor. Era su final en Nueva York dentro de una trayectoria controvertida que incluyó una larga suspensión por dopaje, demandas y un campeonato de la Serie Mundial.

Relegado a la banca durante casi todo el último mes, el piloto de los Yanquis, Joe Girardi, puso a Rodríguez de titular en su alineación, como designado y tercero en el orden ofensivo ante los Rays.

Hasta lo último, Girardi se resistió a colocarle como defensor de la tercera base, pero el piloto tuvo un gesto en la parte alta del noveno.

En medio del entusiasmo de los aficionados, que coreaban su nombre, A-Rod corrió hacia la antesala por primera vez en 15 meses.

"Si fue su último juego, quería que fuera algo que nunca olvidase", declaró Girardi con la voz entrecortada y los ojos llorosos.

Cuestionado por no darle más protagonismo a Rodríguez en los últimos días, Girardi defendió el legado de su pupilo: "Hay gente buena que toma malas decisiones".

Tras el último out, Rodríguez corrió hacia el terreno para recibir el saludo de sus compañeros y se guardó un puñado de tierra del cuadro interior en su bolsillo. Sus hijas aparecieron para darle un brazo.

"Me va costar quitarme este uniforme. Creo que me lo acabaré poniendo en Navidad y Halloween el año próximo", bromeó hasta el final Rodríguez.

Detrás dejaba su partido número 2.784 en temporada regular en las mayores dentro de una carrera que comenzó con los Marineros de Seattle en 1994, que siguió con los Vigilantes de Texas en el 2001 y culminó con los Yanquis a los que llegó en el 2004 con un contrato histórico de 275 millones de dólares por 10 temporadas, del que todavía le tendrán que pagar 27 millones.

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