Más que disgusto lo que Junior dio, la noche del domingo en el Metro, fue tristeza. El equipo barranquillero ha escrito su historia de la mejor manera. Con anécdotas llenas de alegrías o angustias pero de la pobreza, la decepción, el fracaso y el rechazo a esta presencia del entrenador César Farías en el equipo, jamás.
Nunca Junior había sido abandonado, repudiado y rechazado de la manera como hemos visto en estos 10 meses de un trabajo estéril, lleno de polémicas, de peleas, de declaraciones destempladas, más que de fútbol.
Viendo la derrota ante el Medellín me invadió la tristeza observando, otra vez, la tribuna vacía. Me dio tristeza ver a los jugadores reventados, al límite, corriendo, tratando de revertir la dolorosa derrota, con garra y corazón, hasta el desgaste físico al límite, que les produjo calambres y lesiones.
Y me dio tristeza ver al entrenador Farías salir hacia el camerino ante el rechazo, los gritos y lanzamiento de cosas de parte de los aficionados y me acordé de aquello de siembra vientos y recogerás tempestades.
Me pregunté, en medio de la batahola vergonzosa que armó Farías, invitando pelear a un asistente del Medellín, en qué momento de estos 10 meses desordenados, faltos de fundamento, confusos, de quita y pon, de carreta y vacuencia, se perdió el rumbo.
Por qué se le ha dado largo a un proceso tan vergonzoso, tan escandaloso, tan enredado, tan lleno de chismes y pugnas que ha traído nada de fútbol y rendimiento y sí mucho de perdida de la empatía, del agrado del Juniorismo y de dinero con taquillas tan exiguas que, ni para pagar un medio día de concentración en el Hotel Dann Carlton alcanzan.
La salida de Farías de la cancha y el rechazo de la gente fue la suma de cuatro eliminaciones. En Liga y Copa el torneo anterior, en Liga y Sudamericana en este. Consecuentemente, con las eliminaciones, la pérdida económica cuantiosa en taquillas y participaciones en torneos de Conmebol.
Y la rueda de prensa post partido del entrenador Farías justificando con la data, con el árbitro, con el penal no pitado, con la mosca, el mosquito y el sol, fue el colofón de un triste proceso estéril. Pero el remate como para fuera de concurso fue de antología: “vamos a ver si ahora, que no tenemos presión, podemos jugar mejor”. O sea que, la nueva fórmula para ganar un Cuadrangular Semifinal es perdiendo los tres primeros partidos. Nojoda.
Cuando la tristeza prima por encima del disgusto es porque llegamos al límite. ¿Lo entenderán Farías y los señores Char?