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A finales de 2002, Arturo Char Chaljub, entonces presidente del Junior, anunció la llegada de Dragan Miranovic como nuevo técnico del equipo barranquillero. El montenegrino venía de dirigir al Independiente Santa Fe con resultados aceptables, pero su nombre no cayó bien en la ciudad.

A Miranovic se le hizo un mal ambiente en Barranquilla. Se dijo que era un dictador, que era un tirano y que manejaba malas relaciones con la prensa deportiva. Édgar Perea fue uno de los primeros que se enfrentó con el montenegrino tildándolo de nazi.

El Dragón llegó al Junior en un momento complicado. El equipo tenía problemas económicos y por consiguiente no había recursos para contratar refuerzos. Pero eso a Miranovic no le importó, por el contrario, aceptó jugársela con futbolistas de la cantera a los que se sumaron veteranos que venían de otros equipos como Eulalio Arriaga, Orlando Ballesteros y Marquinho. Los dos únicos refuerzos fueron el portero Milton Patiño y el defensa Édgar Zapata.

Fue una apuesta arriesgada, sobre todo porque Junior arrancaría el 2003 con uno de los peores promedios en la tabla del descenso. Sin embargo, el proyecto Miranovic fue exitoso y condujo al Junior a disputar la final que perdió con el Once Caldas, en un polémico partido en Manizales.

La primera era de Miranovic en Junior solo duró seis meses debido a que ya le había dado su palabra a los dirigentes de El Nacional de Quito para hacerse cargo del equipo.

SEGUNDA ETAPA. Miranovic regresó al Junior a mediados de 2006. A diferencia de la primera, esta vez su contratación fue aclamada ya que se creía que era el único que podía ponerle punto final a la indisciplina de los jugadores.

Apareció sonriente en el aeropuerto Ernesto Cortissoz con un sombrero vueltiao y preguntando por su principal detractor: Édgar Perea. “¿Dónde está? ¿Por qué no vino a recibirme? Saben, le traigo un CD del Joe Arroyo, ese que dice: En Barranquilla me quedo”.

Su segundo periodo en Junior también fue polémico, especialmente por haber dado el visto bueno para la contratación de Iván René Valenciano, luego de que este se realizara un cambio extremo en un programa de televisión.

Esta vez los resultados no lo acompañaron y después de una derrota 1-0 en la fecha 12, ante el América, en Cali, fue relevado del cargo.

personaje. Durante su paso por Junior, Miranovic mostró ser un tipo con un carácter recio. Infundía respeto y no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba o sentía.

Daba la sensación de ser de muy malas pulgas, pero cuando lograba entrar en confianza, se mostraba afable.

En su primera temporada en Barranquilla, fue célebre el enfrentamiento que sostuvo con Leonardo Rojano, jugador al que primero expulsó de un entrenamiento y después del equipo.

Fue el primer técnico que llevó al Junior profesional a entrenar a la sede de Bomboná. Allí estableció unas normas sobre las cuales exigía estricto cumplimiento. A la prensa le delimitó una zona para trabajar y con los jugadores pactó un determinado tiempo para hidratarse durante los entrenamientos. También ordenó la colocación de canecas para depositar las bolsas de agua ya consumidas.

Era un técnico que en las prácticas demostraba un excelente dominio del balón. Hacía la demostración de cómo tenía que realizarse cada ejercicio y no descansaba hasta que los jugadores lo hicieran como él quería.

A Orlando Ballesteros le dedicó bastante tiempo para fundamentarlo en aspectos elementales del fútbol. Le costaba trabajo creer que un jugador con su recorrido tuviera tantas carencias técnicas.

Era normal que con los jugadores apostara durante y después de los entrenamientos. También se preocupaba porque todos los integrantes del plantel entraran en la repartición de los premios.

No tenía favoritismos con los periodistas, con quienes sostenía fricciones permanentes. Casi nunca daba las alineaciones antes de un partido, pero a veces tenía con estos detalles sorprendentes como invitarlos a consumir bolis después de las prácticas.

La huella del ‘dragón’
Bajo el mando Dragan Miranovic hubo jugadores que dieron el máximo de su capacidad. Tales son los casos de Martín Arzuaga, quien fue el segundo goleador del Torneo Apertura 2003 con 11 tantos; Léiner Rolong, a quien convirtió de delantero a volante, siendo la gran revelación de ese año, y Eulalio Arriaga, quien no dudó en afirmar que el montenegrino había sido el mejor técnico que había tenido en su carrera. Por sus manos también pasaron jugadores como Macnelly Torres, a quien ubicó como volante de primera línea, y Carlos Lara, a quien puso como lateral derecho.

Por Manuel Ortega Ponce
Twitter: @manuelortega3